Arendt&Heidegger en tiempos de cólera
La carta, de amistad o amorosa, constituye junto con la autobiografía (de la que Borges desconfiaba porque busca sólo el morboso interés del psicólogo) y el diario, la más directa traducción de la vida histórica individual. Constituía para los antiguos todo un género: el epistolaris sermo, el de la "prosa artística". Que la retórica en Occidente se convirtiera en arte epistolar no tiene nada de sorprendente, incluso se intentó encontrarle un nombre a este novísimo arte: ars dictandi. "Dictare" significaba originalmente "dictar", pero ya en Lo cierto es que el voltaje del romance aumenta y aparecen en la estructura primitiva del Dasein nuevos continentes teoréticos abiertos por la propia experiencia. La primera figura relacionada con el amor es el "ser-con-otros", categoría inexistente hasta 1925, el "Mit-Sein/Mit-Dasein", introducida subrepticiamente para articular el encuentro con el Otro, pero lo otros que comparten la autenticidad conmigo: otros que "son aquí con" (mit da sein) mí" y yo soy "con (sein mit) el Otro". El otro no es todos lo demás, sino más bien aquellos entre los cuales uno "es". La propia pasión en Hannah es la que le permite superar las aporías de la comprensión de la subjetividad de su maestro y mentor Husserl. "[…] El hecho de que la presencia del otro irrumpa una vez en nuestra vida es aquello que ningún ánimo supera. Un destino humano se entrega a un destino humano, y el servicio del amor puro consiste en mantener despierta esta entrega igual que en el primer día (carta del 21.02.25). Heidegger descubre un camino que va desde su propia praxis hacia la aprehensión de una fenomenología crítica. Muchos especialistas deducen esta aufheben heideggeriana en su hermeneútica obsesiva sobre Aristóteles, pero eso es insuficiente para explicar esta nueva constitución del Dasein, del "ser-ahí" como praxis humana unitaria. La relación con Hannah, finalmente, es la que le permite abandonar la teoría tradicional de la autoconciencia (entendida como un repliegue del alma sobre sí misma) y entender el Dasein como obligado a "tener-que-ser" (Zu-sein). Es la propia concepción de Heidegger, para quién la teoría es una forma de praxis. Y esta auto referencia de tipo eminentemente práctico no se desarrolla sólo por medio de los actos intelectivos superiores sino que pasa por los actos más inferiores: pasiones, estados de ánimo, afectos, las Stimmungen: es decir a través de los componentes sensibles, pasivos, carnales de la vida humana. Otro concepto clave que aparece en la época del romance es el de "Befindlichkeit" (disposición), que eleva a potencia ontológica las determinaciones del sujeto que tradicionalmente se trataban en la teoría de las pasiones: pasividad, receptividad, finitud, angustia, miedo, corporeidad, erotismo. Heidegger quiere indicar que el Dasein está constituido originariamente por momentos turbios, opacos, contradictorios, por el caos de afectos y pasiones.
En las cartas encontramos el lado explotador del Meister: órdenes, códigos cifrados, excusas sobre la doble vida, cursilerías de un hombre casado, temores; del lado de Hannah una perversa y total entrega. "Cuidemos como un regalo depositado en el fuero más interno el hecho de haber podido encontrarnos y no lo deformemos por medio de autoengaños en la pura vivacidad; es decir, no nos imaginemos algo así como una amistad del alma, algo que nunca existe entre los seres humanos", le escribe Martin. Finalmente, por presiones de Heidegger, Hannah "se obliga" (como el primer soldado del Tercer Reich, Albert Leo Schlageter) a marcharse a otra Universidad, recomendada por Heidegger a otro mandarín del existencialismo: Karl Jaspers. Se las arreglará para seguir con encuentros furtivos y cada vez más fugaces. Como el funcionario Klamm, en "El Castillo" de Kafka, dispone a voluntad de Frieda. Con Jaspers desarrollará, ¡como no!, su tesis doctoral sobre el concepto de libertad y amor en San Agustín: "Augustinus und das paulinische Problem der Freiheit". Aprovechará para criticar el sesgo utilitarista y manipulador del "Ser-en-el-mundo": el objetivo de su trabajo es desarrollar una visión del mundo que Heidegger ha olvidado, "el mundo concebido como lo ven los amantes del mundo". En 1928, en ocasión de obtener su objeto más deseado, la cátedra en Freiburg, Heidegger cortará toda relación. Sabemos que en 1929 ya estaba leyendo detenidamente "Mein Kampf". En su última carta de esa época, Hanna le comunicará una melodramática premonición: "Y si es la voluntad de Dios,/ te amaré más tras la muerte". Con todo, siempre estará subyugada por ese amor tan mal correspondido. La reconciliación vendrá después de la guerra y la caída del nacionalsocialismo, en 1950. Arendt, que lo siguió amando, escribe a su marido sobre ese primer re-encuentro: "Esta tarde y esa mañana siguiente son la confirmación de todo una vida". Le perdonará todo: la adhesión al nazismo, su admiración por Hitler, su silencio cómplice de posguerra (duramente censurado por Marcuse o Celan), se transformará en su agente literario, revisará traducciones y contratos, se cree de cabo a rabo la leyenda propagada por el mismo Heidegger de que fue un "resistente espiritual" desde su cátedra, exonerará de todo fascismo a su sistema filosófico (mientras Adorno afirmaba que la filosofía de Heidegger es fascista "en su núcleo más íntimo"), le dedicará explícita (su libro póstumo, "The Life of the Mind" lleva una cita completa de Heidegger) o implícitamente (mi obra "Vita Activa", le escribe en otra carta, "te debe casi todo en todos los aspectos") todas sus obras de madurez. Curiosamente su "heideggerianismo de izquierdas" nunca la abandonó, llegando a defender liquidar el sufragio universal, el elitismo natural de los grandes hombres, y las oligarquías aristocráticas en política: "el modo de vida político nunca será el de la multitud". Como Heidegger, coincidía en que la democracia había sido la causa de la decadencia de la mítica Polis griega. El gobierno es tarea de una classe politica que se seleccionaría a sí misma. En un artículo extraño sobre Rosa Luxemburg, en una curiosa proyección, Arendt destaca que la cualidad más importante de la revolucionaria polaca no fue su marxismo práctico, ni su ética revolucionaria, sino su "falta de ortodoxia inocente, desprovista de espíritu polémico..." Casi un epitafio de la propia Hannah. Como era de esperar Heidegger se comportó glacialmente, con silencios sospechosos. Aunque tenía todos sus libros en su biblioteca, jamás los leyó, ni le envió comentarios. Heidegger, que impartirá su última clase en 1973, le escribirá unas últimas cartas, muy tiernas y cálidas, ya en prosa sencilla pero elegante, aunque no pierde ocasión de herirle. Sin embargo, como el Rick de "Casablanca" ("Los alemanes iban de gris y tú ibas vestida de azul"), recordará hasta el final de su vida aquel hermoso vestido verde que ella llevaba provocativamente en el Marburg conservador de 1924.












