domingo, agosto 05, 2007

Moritz Hess: vida y opiniones del "Rabino Rojo"

“Lo esencial es la negación”: “Al ‘servicio de Dios’ se lanzaron los curas; al ‘servicio del Estado’, los reyes, aristócratas y otros ambiciosos y egoístas, locos y embusteros, pretextando ser los representantes de los ‘intereses generales’. Pero vivían del sudor y de la sangre de sus subordinados, mientras vociferaban el sacrificio como la más alta virtud”. Tales eran las indignadas palabras escritas en 1843 por un joven renano, desclasado, autodidacta, renegado, que escribiría el primer libro socialista en Alemania y que convertiría al comunismo, gracias a su personalidad y prédica, nada menos que a Engels y Bakunin. Será una influencia duradera en el mismo Marx. Su nombre era Moritz, “Moisés”, Hess. Hay personajes de la historia intelectual que tienen un destino doblemente trágico: no han sido comprendidos en su época pero tampoco lograron el reconocimiento de las generaciones futuras. Es el peor lugar del limbo historiográfico. No han llegado a ser ni siquiera póstumos; sus obras siguen ignoradas al día de hoy. Son animales teórico-prácticos (donde muchas veces su práctica es la verdadera teoría), sin lugar en la clasificación habitual de la historia de la cultura oficial. Son inclasificables además porque sus metas y objetivos aparentemente han sido derrotados en toda la línea. Además desde el punto de vista de la teoría radical son autores-detritos, necesarios pero secundarios, meras estaciones de paso en el desarrollo y auge de las biografías de las grandes vacas sagradas. Como tantos otros, Hess permanece a la sombra de los titanes de la época, no tiene lugar salvo como intermezzo y etapa descartable, una antítesis molesta. Su destino le ha colocado en medio de Fichte, Hegel, Feuerbach, Marx, Lasalle, Bakunin. La propia historiografía marxista, ya sea la “segundointernacionalista” (Mehring, Mayer,) tanto como la “tercerointernacionalista” (Cornu, Lúkacs y la escuela stalinista), lo colocan en un limbo intermedio pero marginal. El anarquismo no lo considera un retoño propio. Parte de culpa la tienen sus propios textos, inhallables en muchos idiomas (y muchos ilegibles a nuestros ojos), parte de culpa su propia interpretación de qué es una teoría para cambiar el mundo, parte la propia personalidad de Hess, quien nunca enalteció ni pretendió elaborar como marca registrada sus ideas más radicales y novedosas. El primer comunista de Alemania sigue en la oscuridad injusta en que fue colocado hace dos siglos.

Vida de Hess: nació cerca de Bonn un 21 de enero de 1812. Fue el primogénito de cinco hijos de una familia rica judía emigrante de Polonia. Karl Marx fue un chico con suerte, que creció en una familia unida y confortable en un barrio burgués de Trier y Friedrich Engels en la seguridad y la riqueza de un hogar de industriales de Barmen. Hess tuvo una infancia llena de privaciones y humillaciones, dentro de un ghetto urbano. Su bisabuelo, David Tebli Hess, había sido el líder espiritual y rabí de la ciudad de Mannheim. Poco se sabe de su abuelo paterno Nathan, excepto que se mudó a Bonn donde estableció un almacén general; tendrá un rol fundamental en la educación en los primeros años de Hess. Entre 1795 y 1814 Bonn, y toda la Renania, fueron anexadas a la Francia jacobina y estuvieron bajo el influjo del “Codex” civil napoleónico. Entre otras cosas los judíos fueron reconocidos como ciudadanos de pleno derecho y los ghettos eliminados por completo. La libertad no sólo era teórica: se desplegó la idea de autonomía personal, oportunidades de ascenso social, secularización y liberalismo económico. Gracias a la incorporación en 1806 al imperio napoleónico, Renania tuvo un ascenso impetuoso en la revolución industrial: se eliminaron las aduanas interiores, se universalizó el derecho mercantil burgués, se impuso el trabajo asalariado, se ejecuta una profunda reforma agraria, se establece el estado de derecho con tribunales populares. La industria renana asciende, desde las tejedurías textiles de algodón y lana en Barmen y Elberfeld (el padre de Engels), a la industria metalúrgica en el Sarre y Eifel. Ya se han echado las raíces para el despegue del liberalismo renano y su modelo de desarrollo capitalista. Un contraste con el retraso y el oscurantismo del resto del antiguo imperio germánico. El padre de Moritz, David, tenía cuatro años cuando las vergonzosas puertas herméticas del viejo ghetto fueron derribadas con hachas por las tropas jacobinas de Napoleón. David y su esposa, Helena, se trasladaron a la ultra católica Colonia para mejorar su situación económica, Colonia que durante 300 años había prohibido la presencia de judíos dentro de sus murallas. Su padre abre otro almacén donde trabaja duro y a destajo; le van bien las cosas y veinte años después crea, con un socio alemán, una compañía industrial para la refinería del azúcar de remolacha (un invento napoleónico), la “Hess&Horst”, empresa que aún sobrevive. Moritz tendrá cinco años cuando su familia parta para Colonia, alrededor de 1817. Las épocas han cambiado: Waterloo, la batalla perdida por Napoleón en el barro de Hougomont frente a la reacción europea en 1815, produjo un cataclismo social y cultural: Renania fue anexionada por Prusia y el rey Federico Guillermo III reimpuso todas las antiguas restricciones y las formas feudales, incluidas las restricciones a los judíos. La mayoría de ellos no pudieron soportar un regreso al humillante “apartheid” y aceptaron el bautismo con grados de cinismo variable. Ludwig Börne, el periodista radical, cambió su nombre y fe el mismo día sin problemas; el padre de Marx, Heinrich, un abogado voltairienne, hizo lo mismo; el poeta Heine, el hegeliano de izquierdas Eduard Gans, el hegeliano de derechas Ludwig Stahl o los hijos del filósofo Mendelssohn son los casos más famosos de los convertidos al cristianismo. Una minoría reaccionó de forma opuesta, entre ellos el padre de Moritz. Para tener una educación elemental en las Volksschulen de la época el niño debía ser bautizado. Confrontado con el mismo dilema que el padre de Marx (que se bautizó primero él y luego a sus hijos) David toma la decisión opuesta: envía al niño de regreso con su abuelo a Bonn, quién tenía una tradicional escuela talmúdica. A su abuelo todavía lo recordaba Moritz cincuenta años después: “Era extremadamente ortodoxo, un hombre muy versado en las Escrituras, que tenía el título y los conocimientos de un rabí… estudiaba todos los días el Talmud hasta pasada la medianoche… la nívea barba del riguroso anciano se empapaba de lágrimas durante la lectura de la historia de la expulsión de los judíos de Israel…”. Moritz creció así lejos de sus padres, aunque sabemos que su madre le visitaba de vez en cuando hasta que murió de neumonía en 1825. Tenía 38 años. A los quince años su padre lo llama de Colonia para introducirlo en los negocios familiares. A los dieciocho el padre le permite inscribirse como oyente en la Universidad de Bonn, ya que nunca había terminado el bachillerato; la experiencia académica lo dejo impasible. A escondidas de la estricta vigilancia paterna se atiborra, como el joven Engels, de novelas románticas y de aventuras. Tuvo una profunda crisis religiosa hacia 1829 (como Marx tuvo la suya en 1837) que le hizo rechazar en bloque la identidad ortodoxa del Talmud. En pleno auge de los movimientos radicales de los estudiantes contra el gobierno prusiano, el “Burschenschaft”, Hess se ve llevado por el romanticismo y las ideas francesas socialistas de un nuevo mundo moral gracias a la influencia de Fichte y Hegel. Devora libros de Spinoza, Goethe, Madame de Stäel. La situación paterna se agrava en un clima de represión y avaricia y a los veintiún años Moritz decide abandonar su hogar. Se refugia en Holanda, no sin antes haber vendido una consigna de café de la empresa familiar, dinero que le enviará un primo cómplice desde Bonn. En el medio hay un affair amoroso con Lena, una joven sirvienta judía al servicio de su padre. Por supuesto, a esta altura Moritz es un ateo militante. Sus cartas a parientes y amigos están repletas de citas de Rousseau, de Epicuro, Helvecio y, en especial, del “Système de la Nature” de Hollbach. El Coffee Coup falla, el correo holandés no encuentra el domicilio de Moritz y regresa el giro al domicilio de la empresa. Su padre descubre en un momento la conexión entre el faltante de dinero, la desaparición de su hijo y Lena.

Alemanes en París: Los siguientes pasos de Hess, ya en la total miseria (más penosa que la de Marx) son un misterio que sus biógrafos no han podido aclarar. Al parecer deambuló por Inglaterra y Francia; en París se habría conectado con los círculos y clubes de trabajadores alemanes exiliados. París era en esa época la “La Mecca del socialismo”, la “Nueva Jerusalén” de las utopías revolucionarias. Se podía hallar los representantes más abigarrados del socialismo de la época: junto a economistas burgueses socializantes (Sismondi, Buret) había socialistas cristianos (Lamennais, Buchez), saintsimonianos (Bazard), fourieristas (Consideránt), socialistas reformistas hegelianos (Leroux, Pécqeur, Proudhon), socialdemócratas prácticos (Blanc, Ledru-Rollin, Flocon), socialismo feminista (Tristán), comunistas científicos (Cabet, Dézamy, Gay), babouvistas (Blanqui, Charavay), etc.. A lo que se le sumaba una lista impresionante de revistas, periódicos, folletos especializados (por ejemplo: se contabilizan más de ¡cuatrocientas publicaciones mensuales de perfil fourierista!) disponibles en los cabinets de lectura (como el de Montpensier frecuentado por alemanes y citado en el libro de Marx y Engels “Die Deutsche Ideologie”, en el capítulo sobre Karl Grün) y en la red de cafés literarios-políticos. Y no es broma: los archivos policiales identificaban al sujeto peligroso y a continuación de su domicilio se anotaba el café al que frecuentaba. Fue conocida como la “Âge du’Or” del socialismo en Francia. París era además la ciudad de las revueltas y las rebeliones urbanas: Hess seguramente vio los efectos de la insurrección de junio de 1832 preparada por la “Societé des Amis du Peuple” (Blanqui y Barbés) y otras asociaciones republicanas. Victor Hugo inmortalizará su principal episodio sangriento, con cientos de víctimas inocentes, en “les barricades de la rue du cloître Saint Merri”, en “Les Miserables”. Pero lo más importante es el contacto con los “Straubinger”, los así llamados artesanos alemanes influenciados por ideas owenistas, fourieristas, charbonnieres, saintsimonianas y por la actividad del sastre Weitling, futuro líder de la “Liga de los Justos” y autor de la primera profesión de fe comunista. A partir de 1832 los trabajadores alemanes contaban con su propias organizaciones de apoyo mutuo y capacitación política: la “Deutsche Vaterlandsverein”, la “Deutsche Volksverein” y a partir de 1834 la “Bund der Geächteten” (Liga de los Proscriptos). Muchos de los emigrantes alemanes acompañaron a sus camaradas franceses en las barricadas y sufrieron la represión, la muerte o el exilio. Hess calcula, en una carta de aquellos años, que viven y trabajan en París alrededor de 85.000 trabajadores alemanes, casi un 10% de la población, la mayoría sastres y ebanistas (trabajadores en un 85%, el resto son periodistas, artistas, etc.). Será el mismo ambiente que encontrará Marx en 1844 durante su primer exilio.

Regreso y consolidación: agotado y pobre volverá a la casa paterna ¡a pié!, previa reconciliación y perdón. Trabaja en la refinería, el padre no le da ni un céntimo, sólo casa y comida. Planea la independencia económica y a la vez su formación, su Bildung: “Latín por la mañana, aritmética por la tarde temprano, después inglés, historia, lecturas variadas”, anota en su diario. Su copiosa lista de lecturas es variada y transversal, incluye historia universal, de Napoleón, física y fisiología: los autores son Comte de Ségur, Benjamín Constant, Victor Hugo, Chateubriand, Goethe, Schiller, Heine, Mendelssohn, Fichte, Hegel y siempre Spinoza. El resultado de su vida y sus reflexiones será un libro publicado anónimamente por una importante editorial de Stuttgart en 1837, “Die Heilige Geschichte der Menschheit. Von einem Jünger Spinoza” (La Historia Sagrada de la Humanidad. Por un joven spinozista”). Una edición de lujo, en 16 octavos, 346 páginas a las que nadie prestó atención. La importancia radica no en su discusión y debate (pasó totalmente desapercibido, sólo tuvo dos pequeñas recensiones) sino en que tiene el mérito de ser el primer libro socialista en lengua alemana, escrito un año antes del libro sobre comunismo y cristianismo de Weitling. El tema central consiste en que el género humano puede recuperar su perdida unión con Dios, por lo que el comunismo del futuro se deduce del pasado; la sociedad comunista repararía, por medio de la igualdad y la libertad, la escisión entre los hombres causada por la propiedad privada. La desigualdad es la causa de todos los males: “La necesidad física que ahora comienza a predominar está causada por la creciente riqueza de una parte de la sociedad y la creciente pobreza de la otra. Esta discordancia, desigualdad y egoísmo, llegarán a ser aún mayores. Alcanzarán un nivel que aterrará hasta al más estúpido e insensible…” En un principio los hombres vivieron en una sociedad indiferenciada de espíritu y materia, condición primitiva para la invención de la propiedad. La nueva Harmonie, según Hess, consistía en una nueva distribución, una nueva “humanidad social” en que la propiedad de los medios de producción (la forma social de la avaricia codiciosa), junto con la competencia y la división del trabajo embrutecedora, fuera abolida para siempre. Para lograr este ideal los hombres deben (en el espíritu de Fichte) obedecer el imperativo moral de buscar la vida santa en el recíproco sacrificio de sí. Hess recordará su primera obra con humor: “En esta época, que sólo podía engendrar obras mal recibidas, el autor de estas líneas publicó su primer librito socialista, que también fracasó y desapareció sin dejar rastros”. Lo importante es que Hess condensa su propia experiencia como trabajador emigrante, su desarrollo intelectual y el “uso” de las nuevas ideas socialistas y comunistas francesas, en especial de Saint-Simon, Blanqui, Leroux, Caset… Hess, en un estilo apostólico, desmañado y ecléctico, hoy ilegible (evitando la censura), había trazado todo un programa comunista, una teoría de la concentración económica, de la pauperización y el salario relativo, anticipándose en casi ocho años a las tesis del joven Marx en los famosos Manuscritos de 1844. De oyente en la Universidad de Bonn, Hess conoce a Berthold Auerbach, los une el amor por Spinoza. Auerbach estaba haciendo su carrera para rabino, estudió leyes y derecho en tres universidades, había publicado una novela filosófica, “Spinoza, Ein Denkerleben” y había traducido al alemán unas obras escogidas de Spinoza, pero lo más importante es que introdujo a Hess en los Frankfurt’s literati. Hess interviene en el debate entre la izquierda y la derecha hegeliana con un nuevo libro: “Die europäische Triarchie” (“La Triarquía Europea”) (1841), parodiando el título de un libro reaccionario, “Die europäische Pentarchie”, que abogaba por una alianza conservadora de Rusia, Prusia, Austria, Francia e Inglaterra. Editado por O. Wigand en Leipzig, no por casualidad: es el editor de Feuerbach, Bauer, Stirner y en 1845 publicará el libro del joven Engels sobre la situación de la clase obrera inglesa; Wigand, por esas cosas del destino, imprimirá la primera edición de Das Kapital en 1867. En una larga introducción, Hess consideraba a Hegel como el fin de la filosofía y su punto más alto, señalando el error de no haber desarrollado una filosofía de la acción humana; al mismo tiempo entablaba una discusión con sus discípulos reclamándoles que había que volver a Hegel a la tierra. A este propósito Hess defendía (de ahí el título del libro) una síntesis revolucionaria entre los recursos espirituales y teóricos de Alemania, la experiencia práctica de Francia y el reformismo británico. Así el hombre debía recuperar su autonomía, gracias al concepto de acción, que aquí aparecerá por primera vez y será, en adelante, el tema central de Hess. El quinto capítulo del libro, “Nuestro futuro, o la Libertad Social y Política”, quizá el más importante, proponía ideas de vanguardia: la abolición de la propiedad privada era esencial en todo nuevo orden social: “¿Cómo puede hablarse de una reconciliación objetiva en un mundo en el que todavía vemos, de una parte, cómo la riqueza aumenta, y, de otra, como la miseria se destruye a sí misma, en su propia sangre y en su propio sudor?”. El libro causó sensación entre los jóvenes hegelianos, incluido Marx; por primera vez llevaba el conocimiento del comunismo a los círculos intelectuales y universitarios, situaba las cuestiones sociales en primera fila y su hilo rojo no era “lo político” (como en Robespierre o Heine) sino la cuestión social. De hecho Hess comparaba a Hegel con Saint-Simon y a Fichte con Proudhon. Además defendía la idea de superar la filosofía por medio de una teoría de la acción. Como el propio Hess reconoció después “el principal servicio del libro fue el que presentó al público, de un modo velado y misterioso, una idea que todavía no podía ser expresada de una manera clara y precisa… la idea de socialismo”. El caso es que Hess era un comunista por pleno derecho, el más antiguo socialista alemán, el primer discípulo de los franceses igualitarios, un tardío seguidor de Babeuf y un fichteano radical. Tenía 28 años.

Fichte revolucionario: si Hess fue poco leído y mal digerido, el filósofo Fichte sufrió un sino parecido. Su filosofía pasó a ser leída con las anteojeras de Hegel, quien lo redujo en su propia autocomprensión filosófica, a una mera estación de “idealismo subjetivo”, a la que se opondría Schelling con su “idealismo objetivo” y cuya síntesis sería la propia filosofía de Hegel, que las superaría conservando ambos momentos. Hoy sabemos que Fichte fue un profundo y audaz pensador político, que desarrolló una teoría de la autonomía, una filosofía de la acción y que influyó poderosamente en los jóvenes hegelianos. Pero la participación de Fichte en el desarrollo del materialismo práctico (e indirectamente en la génesis del marxismo clásico) está por estudiarse. La inversión o torsión que Hess realiza sobre Hegel es de inspiración fichteana, criticándole el aspecto contemplativo y exigiéndole la dimensión de futuro y una teoría de la acción. Hess convirtió a Engels, desde su owenismo ingenuo, al comunismo; según su propio testimonio, al escribirle a su amigo Auerbach en junio de 1843: “Ahora se encuentra en Inglaterra otro de los hegelianos, que está escribiendo una obra monumental sobre este asunto (“La situación de la clase obrera en Inglaterra”). Con él mantengo un estrecho contacto. Resulta que el año pasado, cuando estuve a punto de ir a París, vino de Berlín a Colonia. Hablamos sobre los problemas del momento, y él, un revolucionario del primer momento, se separó de mí como el más ferviente comunista…”. El joven Engels le devolverá el cumplido y destacará su importancia en un artículo escrito para el diario “The New Moral World” firmado como “un viejo amigo de Alemania” el 13 de diciembre de 1844, con el título “Rápidos avances del Comunismo en Alemania”: “Las personalidades literarias más activas entre los socialistas alemanes son el Dr. Karl Marx, en París; el Dr. Moses Hess, actualmente en Colonia; el Dr. Karl Grün, en París; Friedrich Engels, en Barmen (Prusia renana); el Dr. Otto Lüning, en Rheda, Westfalia: el Dr. Hermann Püttmann, en Colonia y algunos escritores más… ”. En efecto, los artículos publicados por Hess entre 1842 y 1843 en “Einundzwanzig Bogen aus der Schweiz” (“Veintiún pliegos desde Suiza”) —aparecida en Zürich por problemas de censura— sucesivamente, “Socialismo y Comunismo”, “La libertad una y total”, “Filosofía de la Acción”, ilustran perfectamente su talante fichteano, antihegeliano y materialista revolucionario. Tanto que el mismo Marx, en los “Manuscritos de París” de 1844 destaca su valor: “Los trabajos alemanes fundamentales y originales acerca de esta ciencia (el socialismo y el comunismo) se reducen, fuera de los escritos de Weitling, a los artículos de Hess escritos en los “Einundzwanzig Bogen aus der Schweiz”, al “Esbozo de una crítica de la Economía Política” de Engels en los “deutsch-französische Jahrbücher”…” Hess gracias a la edición del Nachlass por el hijo de Fichte, Hermann, publicada entre 1834 y 1835 (volumenes IX, X y XI de los Fichtes Werke)— podía disponer de una compilación de la filosofía política fichteana y utilizarla como caja de herramientas en el desarrollo de la inversión de Hegel. La propuesta de una filosofía de la reflexión superadora que permitiría una ciencia práctica de la autoproducción y la autonomía. No sólo eso: gracias al idealismo radical de Fichte se podía cuestionar el presupuesto ontológico (no filosófico) de la propiedad privada que funda la institución del estado. Además Fichte había asimilado la teoría revolucionaria de Graccus Babeuf y asumido la figura de la mediación de los “impropiétaires” (no-propietarios), término que traduce como Nichteigenthümer, quienes en su combate de vida o muerte son los únicos capaces de extirpar la perniciosa institución de la propiedad, como lo señala en su Staatslehre (Doctrina del Estado). Fichte oponía a la burguesía con el proletariado como una lucha sin cancelación posible entre dos Grundklassen y es la primera vez que aparece en una filosofía política desde los textos populares Saint-simonianos de la década de 1830. Hess tenía enorme interés en insertar la metafísica de la actividad de Fichte con la doctrina de la sustancia de Spinoza: “No es el ser sino la acción, lo primero y lo último… Ha llegado el momento de que la filosofía del espíritu se convierta en una filosofía de la actividad. No tan sólo el pensar sino toda la actividad humana deben ser elevadas a un plano en el que toda oposición desaparezca… Fichte ha ido, a este respecto, más lejos que los últimos filósofos (Hegel, Feuerbach, Bauer)”. El anarquismo es para Hess, siguiendo a Fichte, “la negación de toda dominación en la vida espiritual y social”. No es casual que Hess afirme que el objetivo del nuevo idealismo y del comunismo sea el mismo: no conservar de lo antiguo más que la idea de actividad práctica. “Si la filosofía no quiere volver al dogmatismo, debe pasar sobre sí misma en orden a la acción para lograr lo positivo...”. Ya Karl Friedrich Köppen, profesor de historia y amigo íntimo de Marx, había escrito un artículo en el libro de artículos Anekdota zur neuesten Philosophie und Publizistik en 1843, “Fichte und die Revolution”, donde señalaba el rumbo a los jóvenes hegelianos: “Ahora que el impulso hacia un desarrollo político libre también ha cobrado fuerza entre nosotros… comprenderemos mejor las palabras del más puro, más decidido y más sólido de carácter entre los filósofos alemanes…”. Fue durante este período cuando Hess conoció al joven Marx por primera vez. Marx había viajado a Bonn en abril de 1841 a colaborar con Bruno Bauer (quién había fundado el Doktorklub en 1837, círculo de los jóvenes hegelianos) y todavía tenía esperanzas de hacer una carrera académica. Hess quedó impresionado, como relata en una carta: “Te alegrarás de poder conocer aquí a un hombre que ahora también formará parte de nuestros amigos... Se trata de una personalidad que, a pesar de que me muevo en el mismo campo, ha producido en mí una enorme impresión. En resumidas cuentas: puedes prepararte a conocer al máximo, acaso el único auténtico filósofo actualmente en vida, que muy pronto, en cuanto se presente públicamente (en escritos y en cátedra) atraerá la mirada de Alemania... Siempre había deseado tener a un hombre así como profesor de filosofía. Ahora me doy cuenta de lo ignorante que soy en el campo de la filosofía pura... El Doctor Marx, así se llama mi ídolo, es un hombre todavía joven (tendrá a lo sumo veinticuatro años), que asestará el golpe mortal a la religión y a la política medievales. Combina la más profunda seriedad filosófica con el chiste más mordaz. Imagínate Rousseau, Voltaire, Holbach, Lessing, Heine y Hegel combinados en una sola persona; digo ‘combinados’, no amontonados. Y entonces tienes al Doctor Marx...” Hess sólo se equivocaba en una cosa: Marx sólo tenía veintitrés años.

Jóvenes hegelianos y liberales renanos en la “Reinische Zeitung”: los discípulos de Hegel (los de izquierda, también llamados los afrancesados, Affranchis) y los liberales renanos se confabularon en una empresa periodística contranatura, curiosa e inédita: un periódico llamado “La Gaceta Renana”. Aquí la carrera pública y política de Marx es impulsada por una formación de compromiso, una alianza entre una fracción de la burguesía liberal renana y un colectivo de filósofos, ensayistas, autodidactas. O sea: Marx no entra a la política por su adhesión o afinidad con el proletariado, sino a la inversa, ingresa en la política en una experiencia liberal y demócrata burguesa que lo llevará a una experiencia comunista. Izquierdistas y padres fundadores del anarquismo y el comunismo (Hess, Engels, Marx, Stirner) se abrazan con los padres del capitalismo liberal renano (Camphausen, von Mevissen, Hansemann). Como Hess lo vio, la fórmula inédita tenía dos componentes: intereses económicos capitalistas buscando con desesperación su expresión política e intereses políticos radicales buscando desesperadamente sostenes financieros para salir del ghetto intelectual. Sólo puede compararse a las extrañas alianzas prácticas del saintsimonismo en Francia en la misma época. La “Reinische Zeitung für Politik, Handel und Gewerbe” (“Gaceta Renana, para la Política, el Comercio y la Industria”) es una verdadero “Bloque Histórico” en el sentido de Gramsci o una formation de compromis en la jerga psicoanalítica, un equilibrio frágil al filo del estallido. Uno de los creadores, impulsores y jefes redactores del proyecto no es otro que Hess, a quien se define como verdadera alma del proyecto. Su primer número saldrá el 1º de enero de 1842, el equipo de redacción lo cubren Hess (quien también es el encargado en Francia, aunque no le han dado el cargo de jefe de redacción debido a la desconfianza de los accionistas), Friedrich List (el futuro ideólogo de la economía cerrada y de la unión aduanera alemana), quien reemplazará al Dr. Höfken (economista de la línea proteccionista de List) y el Dr. Rave para los asuntos en Inglaterra. Era la sucesora de la “Rheinische Allgemeine Zeitung”, fundada en 1840 por liberales renanos para defender los intereses económicos y sociales; en su editorial “Grusz u. Warnung” (“Saludo y advertencia”) resume el objetivo y las metas de la RZ: “Hay que desenmascarar y combatir sin miedo y sin asco todos estos vicios: la cobardía, el egoísmo, el espíritu rutinario y filisteo, la debilidad, el autoritarismo, que tan bien se ocultan detrás de las personalidades y las instituciones”. Hess publicará un artículo polémico en abril de 1842, “Los comunistas en Francia” (“Die Kommunisten in Frankreich”), un artículo que comenta con traducciones de párrafos completos, un manifiesto comunista publicado por “La Presse”, el diario de Girardin, en Paris. Aprovechando explica las limitaciones y méritos de las ideas de Saint-Simon y Fourier. Traduce largos párrafos escandalosos para la situación política alemana: “la práctica de la igualdad se debe basar en: 1) la comunidad del trabajo; 2) la igualdad de derechos para la utilización de lo que se produce en común; 3) la comunidad de la educación y la transformación de la familia; 4) la comunidad de la tierra”. Inmediatamente creará un círculo de estudios socialistas conocido como “Köln-Kreis” donde Marx no estará (se sumará en octubre de 1842) pero sí un amplio grupo de comunistas que será el arma de choque tanto contra los Affranchis como contra la temerosa fracción liberal del diario. El grupo se reúne regular y secretamente en la LasserHof de Colonia. Este círculo será además el futuro semillero de la Liga de los Comunistas en 1848. En un balance posterior (1845) Hess comentará cómo funcionaba este núcleo oculto y accidental de comunistas en la NZ: “La primera huella de socialismo radical en Alemania la descubrimos en el ‘Reinische Zeitung’, o sea: un órgano del partido filosófico del movimiento. Los ‘Anuarios’ de Arnold Ruge, ciertamente, se habían adherido ya antes a la política radical; pero en ellos todavía no se hablaba de socialismo… En este punto hay que destacar la circunstancia de que durante todo el tiempo que existió el citado diario. El partido filosófico del movimiento fue enemigo del socialismo radical y, en realidad, éste fue introducido clandestinamente en el ‘Reinische Zeitung’” (Neue Anekdota). En seguida Höffken renunció y en su lugar se designó un junghegelianer y cuñado de Bruno Bauer: el geógrafo Adolf Rutenberg. Con esto el diario pasó a preocuparse cada vez más por cuestiones políticas y sociales, por sobre las económicas, se transformó en un “órgano de oposición” superando en combatividad y audacia a todos los periódicos liberales. Los suscriptores aumentaron en forma geométrica. El censor Saint.Paul designado para seguir los contenidos del diario, así lo expresó: “La redacción, al entrar en relaciones con el círculo de ‘Liberados’ de Berlín (los jóvenes hegelianos) defendió con una audacia creciente… las ideas de la izquierda hegeliana, proclamando abiertamente, como dogma político, la necesidad de destruir la Iglesia, de establecer una Constitución y la libertad absoluta de prensa”. La incapacidad de Rutenberg como chef redacteur, hizo que el diario fuera asumido por Hess y el Dr. Rave, a quién se le sumo Bruno Bauer. Engels, ya comunista, empezó a colaborar rápidamente, firmando sus artículos con el pseudónimo de “Fr. Oswald” o con una cruz entre asteriscos (*x*). Marx no colaboró en seguida en el periódico, su primer artículo periodístico, “Debates de la Sexta Dieta renana”, firmada “por un renano”, apareció en mayo de 1842. Este Marx liberal-feuerbachiano todavía recela del comunismo y tiene muchos rasgos de ser un “socialista verdadero” 8cree firmemente en la racionalidad del estado y en su reforma). Lo cierto es que este proyecto inaugura una nueva forma específica de hacer periodismo, de carácter filosófico, comparable a aquella que intentó Sartre, Foucault o Negri. La filosofía, tal como lo reclamaba Fichte y Hess, se transforma en una grilla de lectura crítica de la vida cotidiana. El periódico empezó a tener graves problemas con la censura prusiana, en especial por artículos y traducciones del socialismo francés de Hess. Se la acusaba de comunista y se amenazaba con su cierre definitivo. En octubre de 1842 Marx se hace cargo como redactor en jefe recomendado por el mismo Hess y su primera tarea fue escribir una nota defendiéndose de estos ataques y donde se descubre que Marx conocía poco o nada de las teorías socialistas y comunistas de Francia e Inglaterra. Está calro que Marx no adhirió a las nuevas ideas revolucionarias y no descubrió al proletariado como sujeto fundamental hasta mediados de 1844 ya exiliado en Paris. En septiembre Hess publica un artículo sobre los principios comunistas de gobierno, comentando ideas de Weitling sobre la abolición y superación del sistema representativo de gobierno y el fin de la política; como addenda reproduce un informe sobre las condiciones de la vivienda obrera en Berlin aparecido en el diario de Weitling: el reporte describía un bloque de viviendas populares compuesto de cinco edificios en el que 3000 trabajadores malvivían en penosas condiciones en 400 viviendas unifamiliares. Se describía sus condiciones sanitarias, medio ambiente, superpoblación, infraestructuras, unidad familiar, transporte, etc. Hess inauguraba un instrumento que luego perfeccionaría Marx: la co-investigación militante. Tanto a través de sus libros y artículos, Hess había logrado forzar la atención hacia la cuestión social no sólo de sus lectores sino de parte del equipo de redacción y del grupo de filósofos de Berlín. Su último artículo importante, escrito a fines de septiembre de 1842, señalaba: “Percibimos que los esfuerzos de los liberales han sido hasta el momento insuficientes para arrancar a los hombres de un estado equivalente a la esclavitud; descubrimos de repente que en el siglo XIX existen todavía ilotas. Lo que en adelante se opone al espíritu de los tiempos nuevos no es solamente la aristocracia feudal, ni siquiera el absolutismo; toda la organización o más bien, la desorganización de nuestra vida social exige una reforma”. Marx llegará finalmente al inconsciente de lo social en su artículo sobre la ley sobre el robo de leña y la situación de los viñateros del Mosela. La publicación de un proyecto sobre la ley del divorcio secreto del gobierno, acompañada de tres artículos críticos (uno escrito por Marx) dio la excusa final para ordenar el cierre del NZ, que fue decidida en un consejo de ministros presidido por el rey Federico Guillermo IV. Oficialmente dejó de aparecer el 31 de marzo de 1843. En su último editorial, “Adiós”, se despedía orgullosamente proclamando: “Hemos hecho flamear con audacia la bandera de la libertad… Víctimas de la cólera de los dioses, no nos asustó la caída de nuestro mástil… Amigos que nos han alentado, enemigos que nos has combatido; volveremos a vernos algún día a bordo de otras naves, porque en el naufragio conservamos íntegro nuestro valor”. Marx simplemente anotó: “Nada me ha sorprendido… es una consecuencia de la reacción… es duro realizar una tarea servil aun al servicio de la libertad, y luchar a alfilerazos en lugar de hacerlo a culatazos… Estaba cansado de la hipocresía, de la tontería, de la autoridad brutal y también de nuestro servilismo, de nuestra chatura, de nuestras cabriolas, de nuestra fraseología. El gobierno me ha devuelto la libertad”.

De nuevo Paris: Hess ya se encontraba en Paris desde noviembre, había viajado como corresponsal del diario, pronto se le unirían la mayoría de los jóvenes hegelianos, incluidos Bakunin y Marx. Abandonado en Francia Hess no se amilana: “Como la ‘Reinische Zeitung’ ha deja dejado de publicarse, mientras estaba yo en Paris, me he dedicado exclusivamente al desarrollo filosófico del comunismo… y tengo la satisfacción de ver que mi actividad no es estéril. Los jóvenes hegelianos están, ya en parte, convencidos...” Hess es bien recibido por la colonia alemana, en especial por el poeta Heine, quien lo considera un excelente escritor y ensayista; es el primero de los náufragos de la “Reinische Zeitung” en establecer contacto personal y militante con los círculos socialistas franceses: se encuentra con el mítico Etienne Cabet, con el discípulo de Fourier, Victor Considérant, así como encuentros con Louis Blanc, Pierre Leroux y otras personalidades. Será él quien le presente a Ruge y luego a Marx las figuras del socialismo francés para el nuevo proyecto de periódico o revista literaria que cumpla la predicción de Hess de unir la teoría alemana con la práctica política francesa. El modelo será el órgano de los fourieristas, la “Democratie Pacifique” de Considérant. Su nombre será “Anales Franco-Alemanes” (“Deutsch-Französische Jahrbücher”), nacerá muerto, sólo se editará un número doble con las contribuciones de los alemanes (Ruge, Heine, Jacoby, dos de Marx, dos de Engels, Bernays, Herwegh) se imprimirá en Suiza y la mayoría de los ejemplares serán secuestrados en la frontera. Hess publicará un artículo “Briefe aus Paris” (“Cartas desde Paris”), con un resumen de las principales corrientes socialista y comunistas francesas, “…la esencia del socialismo es la igualdad orgánica humana, así como la esencia del idealismo es la libertad vital, humana…” y enviará otro a Marx de mayor vuelo filosófico para el segundo número que nunca se editó. Su título “Üeber das Geldwesen” (“Sobre la Esencia del Dinero”), un ensayo escrito a finales de 1843 o comienzos de 1844. Inédito, recién saldría a luz un año y medio más tarde, y será calificado como una de las más importantes publicaciones de la primera literatura socialista alemana. Hess percibió la importancia de sus tesis: “El dinero es al mundo práctico lo que Dios es al mundo teórico, que él constituye la alienación de la idea de valor social, en plata o en aleación desde el punto de vista católico o en papel moneda, desde el punto de vista protestante. En otras palabras: el dinero es, simplemente, el símbolo inorgánico de nuestra presente producción social, que se ha liberado de nuestro control racional y, en consecuencia, nos domina”. El inició del artículo empezaba con una verdadera definición avant la lettre de materialismo: “La vida es el intercambio de la actividad productiva”. Pero ya es otra historia. (fin de la primera parte).

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