martes, mayo 16, 2006

"Romantisme" y Republicanismo: Victor Marie Hugo

Borges no lo trató bien, tenía de él opiniones ambivalentes, nunca habló de su obra salvo en alguna entrevista poco conocida. Solía recordar que Macedonio Fernández cuando se le nombraba a Hugo respondía: "No me vengas con ese gallego insoportable. El lector se ha ido y él sigue hablando". Pero en un cuento importante, "El Otro", en un lugar clave cita el verso: "L'hydre-univers tordant son corps écaillé dástres" de "Les contemplations". Lo cierto es que en mayo, el 22, se conmemora tantos años de la muerte del arquetipo del sacerdote poético de la Modernidad. Su padre fue un personaje digno de "Cuento Militar: El duelo" de Joseph Conrad: Joseph Leopold Sigisbert Hugo, dit "Brutus", apodado así por su fervor republicano-napoleónico radical. Sus primeras armas fueron contra la contrarrevolución de los chuanes durante la Revolución Francesa. Víctor vino al mundo en Besançon, un pueblito de la Alsacia que había sido español, mientras su padre combatía bandidos, contrabandistas y desertores. Según su progenitor, Víctor fue concebido "en el medio del aire", en uno de los más altos picos de los Vosgos. Curiosidad sin paralelo: hoy pude uno viajar al monte Donon y encontrar entre nubes el lugar exacto de su concepción, una piedra marca el acontecimiento: "En este lugar, el 5 de Floreal, del 9 año, Víctor Hugo fue concebido". La vida de la familia, como el teniente Feraud (el deslumbrante Keitel en la adaptación fílmica), siguió la parábola del auge, triunfo y caída de Napoleón: Córcega, Elba, del Rhin a Nápoles, hasta llegar a España, donde encabezó la toma de Ávila y se le encomendó "pacificar" la provincia de Guadalajara y de la capital, Madrid. "Brutus" se destacó como un gran comandante contra-insurgente enfrentando la novedosa guerrilla española (incluidas "Intifadas"). Ya había derrotado a otro guerrillero pero calabrés: el famoso y operetístico "Fra Diavolo". Víctor pasa su infancia en la tumultuosa península: en Burgos con nueve años quedará impactado con la catedral de estilo gótico mientras los infantes franceses practicaban el tiro con mosquete sobre la tumba del Cid Campeador. En Madrid aprenderá los rudimentos de un raro deporte traído por los ingleses de Wellington con mucho futuro: el fútbol. En medio de un escándalo amoroso-político (la madre de Víctor tenía un amante, el general de Lahorie, que le enseñará latín a Víctor, su ahijado, y será fusilado por conspirador en 1812) José Bonaparte impone al ahora general Hugo que traiga a sus hijos a París, donde comenzará la educación en el convento de las "Feuillantines". Allí se sumergirá en traducciones de Tácito y en recitar a Horacio. Comienza, en sus "Notebooks", a garapatear elegías, baladas, aleluyas, odas a la monarquía ("Digne fils du plus grand des rois...") y cantos gregorianos, que a criterio de su mejor biógrafo, Robb, son graffittis escritos en las letrinas de la historia. Como Arouet sus inicios fueron de elogiador de príncipes. En 1817, quince años, recibe una mención especial en el concurso anual de poesía de la Académie y en 1820, plena restauración monárquica, Luis XVIII lo premia con una suma generosa por su real lírica. Hugo, monárquico por herencia materna, es llamado el "enfant sublime" de la Francia católica y reaccionaria por Chautebriand y los salones literarios de Paris. Con 18 años cumplidos tiene juventud, poder y poesía. Luego de su casamiento comienza una rebeldía interior, una metamorfósis que el biógrafo entiende como una inflexión de las implicaciones revolucionarias de su arte sobre su forma, sobre su pluma reaccionaria. Como el joven Marx, el "enfant sublime" cede su lugar al "enfant terrible", su primera disidencia fue literaria-política, como la de Marx fue filosófica-política: la evolución de Hugo fue su rebelión contra la tradición de la poesía oficial y el teatro clásico. Su prefacio de "Cromwell" (1827) y la representación de "Hernani" (1830), por cierto ambientada en Zaragoza en 1512, fueron acciones revolucionarias, como lo fue la "Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel" (1843) de Marx. El verdadero Hugo surge junto a la decadencia de una categoría problemática, el romanticismo, según Robb un "epistemological bucket", un agujero negro en el que un número indeterminado de definiciones pueden ser arrojadas. La palabra "romantisme" aparece por primera vez durante la coronación de Napoleón en 1804. De acuerdo con su propia definición, la de Hugo, el romanticismo "es" el liberalismo político en forma literaria, el complemento de la libertad en la sociedad civil. Tanto la poesía como la política práctica tienen la misma divisa: tolerancia y libertad. La máquina de guerra de Hugo es "Hernani", el más grande golpe cultural del siglo e icono del penetrante "Stil Nuovo": íntimo, idiomático, entre irónico y trágico, entre apasionado y cómico, heroico, sí, pero también prosaico burgués. En otras palabras: el canon moderno. Pero el romanticismo no sólo es la hostil rebelión y resistencia dominada por la exaltación de lo subjetivo y lo excepcional, sino la mutación sin retorno de una prole ilustrada monárquica que ya no se acomoda a la nueva sociedad del capital, sino intentando sobrepasarla. Hugo es paradigmático como nacimiento de esa "Élite de jeunes hommes, intelligente, logique, conséquente, vraimente libérale" que vive en la frontera ideológica. El escritor profesional, el editor mercantil, el periodista de oficio, la opinión pública burguesa (la Öffentlichkeit"), la nueva burguesía con capital cultural como "Nueva Clase" y como vocación profética humanitaria. La libertad romántica, tendencialmente republicana y socialista, acuñada por Hugo, Vigny y Saint-Beuve, reviste al intelectual ya irremediablemente laico de un poder sin límites, de un control sobre la "Gran Tradición" y sus medios de trabajo, de una libre circulación de las mercancías culturales y la apropiación privada de una renta cultural que es histórica y estatal. Se re-descubre al Pueblo como cliente, "le public", se establece la teoría del justo medio en política partidaria (su lema: "Dans les lettres, comme dans la société, point d'etiquette, point d'anarchie: Ni talons rouges, ni bonnets rouges"), y la forma-dinero pasa, sin más, a la conciencia intelectual, o como dice Hugo: "El genio romántico se asemeja al cuño que imprime la regia esfigie, lo mismo sobre las monedas de cobre que en las onzas de oro". Aquí el dinero metálico se transforma en la quintaesenciada (si me permiten) imagen idolátrica del espíritu, base de la invertida dialectica burguesa entre "Warenform und Denkform". El caso Hugo abre la vasta cuestión de la coronación del escritor como profesional, el arte como nueva credencial y mecanismo de distinción social, el "genio" como un nuevo sello ministerial y burocrático, en suma: el origen de una nueva clase, que junto al político profesional acompaña la estabilización del mundo burgués. Hugo siguió madurando y radicálizandose; según su propia descripción: "soy liberal, socialista, dedicado al Pueblo, sin embargo, no republicano, aún poseído de una cantidad de prejuicios contra la Revolución, pero execrando el estado de sitio, las deportaciones sin juicio previo y a Cavaignac con su falsa república militar". A partir de entonces se dedicó a solucionar los tres problemas del siglo: "la degradación del hombre por el proletariado, la decadencia de la mujer por el hambre, la atrofia del niño por las tinieblas". Y así lo hizo: Hugo se adhiere al socialismo activo y combativo; escribe su novela más popular: "Les Miserables". La quinta parte es el fresco más impresionante y memorable que se haya escrito del capitalismo urbano del siglo XIX. Allí está: como tribuno del Pueblo en la plaza de los Vosgos (imagen). Combate la pena de muerte; defiende desde su cargo de senador a los insurrectos de la Comuna de 1871 (entre ellos a Louise Michel, la autora de las famosas memorias), es expulsado de Francia y estará veinte años en el exilio político. Su retorno y su sepelio serán acontecimientos populares como nunca los hubo en Francia y movilizaciones republicano-socialistas. Sobre Hugo tenemos curiosidades y casualidades: estudió en Madrid en los escolapios del Colegio de San Antón, en la calle Hortezuela, experiencia que nunca olvidó, junto con un joven mestizo latinoamericano, José de San Martín, futuro masón y libertador de Argentina, Chile y Perú; y también con Marx: del famoso golpe militar del 18 brumario existen solo dos textos: "El 18 brumario de Luis Bonaparte" y el de Hugo, "Napoleon, le petit". Además, en un homenaje indirecto, Marx llamaba a Napoleón III "el Quasimodo de la Revolución Francesa" y citaba a Hugo en su prefacio a la segunda edición de 1869. Sobre la puerta de su biblioteca del exilio, en las islas del Canal de la Mancha, Jersey, Hugo había fijado el siguiente norma cotidiana:
"Levantarse a las seis, cenar a la diez
comer a las seis, acostarse a las diez
haces que vivas hasta diez veces diez"