“'Cierto negro brasileño leproso' un sueño político-filosófico de Spinoza" (IIIº parte)
Por
Nicolás González Varela
“Los esclavos en las colonias europeas
son incapaces de llevar a cabo
las funciones humanas normales.”
(Marie-Jean-Antoine Nicolas de Caritat,
marqués de Condorcet, 1788)
“Y seguramente que exageran demasiado algunos
espíritus débiles sobre la injusticia
que se hace a los africanos.”
(Barón de Montesquieu, Del espíritu de las leyes,
V, 1748)
“Aristóteles no se engañaba cuando afirmaba
que cierto tipo de personas son
por su naturaleza esclavas.”
(Hugo Grocio, De iure praedae commentarius, VI,
Quest. V, I, 1605).
“Los beneficios que obtienen los holandeses
después de estar nueve o diez años
en esas tierras coloniales son maravillosos,
todos vuelven ricos.”
(François Pyrard de Laval, Voyage…, 1619)
¿Spinoza
conocía los hechos básicos de la Esclavitud, tenía plena conciencia de la
explotación económica del trabajo forzado en las colonias, y sin embargo, no
dijo nada? Si es así, se trata de un silencio irresponsable, racista y
revulsivo. Un mutismo teórico, quebrado tan solo por la irrupción en el sueño
de lo aciago, como decía Schelling “lo siniestro (das Unheimliche) nombra todo
aquello que debió haber permanecido en secreto, escondido, y sin embargo ha
salido a la luz”, tal la extrañeza inquietante del truculentus negro sarnoso brasileño. El Saber tiende a manifestarse,
guardado en secreto tiene que vengarse necesariamente, como decía Canetti. ¿Se
refleja este trasfondo en la Ideología holandesa y europea de la época?, ¿tiende
la filosofía práctica de Spinoza a autorizar la institución de la Esclavitud?, ¿encontramos
el doble espacio-temporal que efectivamente existía en lo real en su concepción
política? ¿El Spinozismo forma parte de la expresión del amplio movimiento de
un agresivo capitalismo mercantil, más racional y calculador? En este sepulcral
mutismo filosófico Spinoza no se encuentra aislado, no es una anomalía en
absoluto. Su indiferencia ante el hecho del esclavo es parte del sentido común
de la ideología dominante, un elemento fundamental de la dimensión implícita. Al
usar la jerga, sus giros y sus palabras preferidas, los filósofos son
literalmente inocentes, de ninguna manera sospechan de qué modo se están
traicionando cuando afirman cosas del modo más inofensivo. Piensan que cuando
hablan de otras cosas –y por ello debe buscarse a veces la verdad de un
filósofo en sus textos oficialmente no-filosóficos, en sus intervenciones
no-públicas, en sus escritos menores (prólogos, proemios, notas eruditas,
esbozos, manuscritos, legado literario)– están silenciando un secreto. Pero he
aquí que, de repente, de las expresiones más frecuentes, claro, hosco y amenazador,
surge su secreto. Spinoza oculta completamente los hechos brutales de la
Esclavitud en toda su obra exotérica, es decir: es incapaz de analizar la
contradicción político-jurídica del esclavo, su no-sentido. Aunque utiliza todo
el léxico de la institución de la Esclavitud en sus metáforas
filosófico-políticas: tanto servus
(el esclavo macho) como ancilla (esclava
hembra), tal como llegó intacto de la Lex
romana.[1]
Ni la paradoja que Derecho y Esclavitud convivan en una misma ideología homogénea.
Pero el secreto surge bajo la forma de la ensoñación, de un modo bien cartesiano.
Una perplejidad similar a la spinoziana se
repite en la inmensa mayoría de las figuras de la Ilustración europea. Un
silencio indiferente atraviesa toda la oeuvre
de su maestro René Descartes o la de otros grandes cartesianos radicales
como Nicolás Malebranche, cuyos libros eran de circulación normal y eran
editados en los Países Bajos.[2]
Y esta es una cuestión fundamental: el desarrollo del moderno sistema colonial
y el establecimiento del naciente estado liberal son dos fenómenos que dependen
uno del otro, tanto en la teoría como en la práctica. El uno es inconcebible
sin el otro, y la génesis del Capitalismo maduro está ligada a ambos. Trataremos
con cierto detalle a Descartes, de enorme influencia reconocida en el propio
Spinoza. En toda la obra filosófica cartesiana no hay casi menciones a la
cuestión de la Raza, el Racismo o la Esclavitud, a pesar que el gentilhomme Descartes, nacido en una
familia acomodada de altos funcionarios reales, educado por jesuitas a lo largo
de su vida, poseía información abundante sobre el Colonialismo, las misiones y
viajeros jesuitas, la explotación de los indígenas en el Nuevo Mundo (a quién
denomina cannibales) y el intenso
tráfico de esclavos.[3]
Debemos considerar a Descartes como el primer pensador ateo en cuanto a la
cuestión de la Política,[4]
aunque la exégesis académica lo reduzca a un epistemólogo a secas. La Política
aparece en su obra tanto entre líneas (una estrategia consciente de escritura
para evitar la censura y la persecución)[5]
como en una red coherente de intervenciones, disfrazadas de falsa humildad, que
Descartes no considera necesario agrupar en torno a una idea central y no se
plasma en una obra autónoma. Se trata de un campo de reflexión que no está
ausente de su especulación, pero que no llega a articularse como tal. El vínculo entre la filosofía de Descartes y el
Mercantilismo naciente, el Doux commerce,
ha sido encontrado en el manifiesto antitradicionalismo y en su individualismo (Egotisme) y racionalismo.
Dicho esto, no es menos cierto que el propio Descartes abjuró de la discusión de
la Política (ya que se basa en la acumulación de experiencia y no en la Razón)
como reñida con la dimensión tanto de filósofo como del ciudadano privado. El aparente parentesco o vínculo entre Descartes y el
primer Liberalismo de la Revolución Francesa ha sido encontrado en su radical
anti-tradicionalismo, en su individualismo metodológico (cogito) y el racionalismo. Por un lado, el ataque cartesiano contra
la tradición y la autoridad en la esfera intelectual, evidente
en su Discours, se considera
que puede tener un correlato en lo político, una re-traducción en la praxis.
Por otro lado, su individualismo descarnado y racionalismo riguroso suministra
la base para una nueva concepción de la sociedad, del gobierno y de la
ideología. No por nada, Nietzsche lo llamó el “Abuelo” (Grossvater) de la Gran Revolución francesa.[6]
Dicho esto, no es menos cierto que el
propio Descartes era un absolutista de
facto (siempre sostuvo la primacía del Derecho divino, y odiaba el reformismo,
pese a la tesis de Negri de que habría generado una “razonable ideología” para
la naciente burguesía)[7]
y un defensor del statu quo político.
La sedición y la desobediencia son la ruina de reinos y repúblicas. Como
señalaba Grimaldi a propósito de Sartre: ¿cómo puede decir que la Libertad es
el fundamento del ser en Descartes que nos ordena cambiar más bien nuestros
deseos que el orden del Mundo, un freudiano avant
la lettre, donde el futuro es deductible del presente, donde Dios nos crea
a cada instante, donde la voluntad es como la marca que “Él” ha puesto sobre su
obra, y donde, por consiguiente, el ser necesario es el único fundamento de
nuestra libertad? Descartes no es ningún demócrata enmascarado, ningún arcano
liberal burgués. A pesar del auto de fe conservador, la obra cartesiana fue
doblemente condenada: puesta en el Index
de libros prohibidos por la Iglesia católica romana, rechazada en todos los
Sínodos protestantes. De la moral cartesiana se deducen puntos de vista sobre
la sociedad, las clases y la forma estado, es decir: contiene una Política
madura y coherente, construida sobre el silencio y la indiferencia en torno a
la institución de la Esclavitud. Primera regla en la filosofía práctica
cartesiana, emanada de su propio relato biográfico, es la morale par
provision: “Obedecer las leyes y
costumbres de mi país, conservando constantemente la Religión en la que, por la
gracia de Dios, he sido educado desde la infancia, rigiéndome en las restantes
cosas según las opiniones más moderadas y apartadas de todo exceso, que fuesen
comunmente aceptadas en la práctica por las personas más sensatas con quienes
tuviera que convivir.”[8]
Será la única vez que Descartes hablará de
formas de gobierno en una oeuvre para el público, en su Discours, haciendo un paralelismo (tenso,
contradictorio) entre Metafísica y Política. ¿Contradictorio? La Política
cartesiana se basa en un gigantesco e inevitable malentendido: la Filosofía se
define por una voluntad constante y tenaz por seguir los consejos de la Razón;
la Política, que es la resultante de las costumbres, por la experiencia y la
verdad de la opinión, se caracteriza por la constante caída y atracción por las
pasiones y la sin razón. Si puede llamarse científica de algún modo, la
Política es una mera ciencia prudential,
arte de lo posible. La Filosofía, so pena de perecer por la intolerancia,
necesita del conformismo, la hipocresía y el cinismo. Antes que criticar o
empujar a la Política hacia la reforma o el cambio, el filósofo debe adaptarse
al just milieu, al polo más moderado
del abanico político, abstenerse de actuar, ya que la sociedad civil es siempre
por definición no racional. La mâitre-mot
de Descartes en Política, como en Filosofía –en lo cual coincide Spinoza– es faire son compte sur le pied des choses
présentes, considerar todas las cosas con los pies bien afirmados en el
presente. La Raison exige la
acomodación de la Filosofía práctica a la no-razón del mundo social y político.
En Descartes existe una dimensión de Grande
Politique, como el equivalente del concepto nietzscheano de Gross Politik, que consiste en la
indiferencia por las formas políticas, y cuya meta final es la generación de
mejores condiciones de vida para el género humano (mejoras en la salud pública,
multiplicación de las comodidades cotidianas, reemplazo del trabajo físico y
agotador por fuerzas productivas mecánicas).[9]
Es también de señalar que en sus meditaciones políticas hay pocas citas
importantes, y los autores son raros: el absolutista Jean Bodin (a quién llama el nouveau Aristote politique), los Essais de Montaigne, los tratados del
filósofo escéptico y libertine François
de La Mothe Le Vayer (alias Orosius Tubero, preceptor de Louis XIV, a quién llama el
Plutarco del siglo XVII),[10] y
algunos autores latinos.
En contraste
agudo con Spinoza, Descartes no utiliza referencias bíblicas: su reflexión
política es absolutista pero atea, radicalmente laica. Y no lo oculta: como su
científico Methode, su Filosofía
práctica y su Ética se encuentran en las antípodas del polo teológico, pero al
mismo tiempo cercanas a una suerte de moral aristocrática. Descartes es el
auténtico padre de la Tolérance y del
estado laico, ya que la diversidad y la paz social son los fundamentos de un
estado estable, en contraposición con el Leviathan
de Hobbes signado por la Cruz. Descartes
era un conservador a punto de llegar a derivar en un reaccionario, casi al límite
de un Filmus o un Bossuet. En su Discours
señala que “el estado de la
verdadera Religión (l’état de la vraie
Religion), cuyas ordenanzas fueron hechas por Dios, debe estar
incomparablemente mejor arreglado que los demás” y, enfrentándose a Maquiavelo
y su “espejo de príncipes”, no creía que fuera del círculo inmediato del Poder
fueron capaces de comprender el tipo de forma estado o incluso estuvieran calificados
para juzgar la sabiduría de la Política. Un filósofo no tiene nada que
enseñarle políticamente a un Príncipe o un Regente: “sería ridículo si pensara
que podría enseñar nada a su Alteza en Política” le confiesa a la princesa
Elizabeth. Más adelante en el mismo Discours.
Descartes deja claro que “aquellos pueblos que fueron en otro tiempo
semisalvajes y se han ido civilizando poco a poco, estableciendo leyes a medida
que a ello le obligaba el malestar causado por los delitos y las querellas, no
pueden estar tan bien constituidos como los que han observado las
constituciones de un prudente Legislador (Legislateur)”. Para Descartes, el
equivalente a una Metafísica racional, clara y evidente en Filosofía práctica,
en Política, se aproximaba cuando Europa tendía hacia el modelo eterno de
Esparta, y a encarnarse la figura absolutista en su legislador más famoso,
Licurgo: “creo que si Esparta (Sparte) fue tan floreciente (floriffante), no
fue por la bondad de cada una de sus leyes en particular –pues muchas eran muy
extrañas y hasta contrarias a las buenas costumbres– sino debido a que, por ser
concebidas por un solo hombre, tendían todas a un mismo fin.” Si hay una mejor
general y objetiva del Esprit humano,
no importan tanto los costos finales y prometeicos (pueblos esclavizados) del
progreso. No hay que asustarse: Montaigne siguiendo la opinión cartesiana,
calificará al espartano Licurgo (junto a Platón) de ser un “prodigio”.[11]
Descartes también valora de la forma estado, como lo hará Spinoza y Nietzsche,
su estabilidad, duración, permanencia y longevidad, aunque sea a costa del
colonialismo, la militarización y el trabajo forzado. Pero es sintomático que
la utopía cartesiana autocrática de Sparte
y el absolutismo dictatorial de Licurgo sean un violento Estado esclavista, el
primer estado racial occidental, que se sostenía sobre la pavorosa servidumbre
de los ilotas, y que esto no se presente ante su método como algo
contradictorio, confuso o sin fundamento.[12]
La unipersonalidad es la clave de la
soberanía, y la unidad de la soberanía el punctum
saliens de la forma estado ideal, y Descartes no duda en afirmar que: “sólo
los soberanos (Souverains), o las personas autorizadas por ellos, tienen el
derecho a ocuparse de regular la Moral de la gente.”[13]
¿Revolución, rebelión, sediciones, revueltas? Nada de eso. ¿Reformas? Descartes
lo deja bien claro: “no es razonable que un particular intentase reformar un
Estado (reformer un État) cambiándolo todo desde los fundamentos y derribándolo
para levantarlo después… Esos grandes cuerpos políticos son difíciles de
levantar cuando se han caído y aun de sostener cuando vacilan, y sus caídas son
necesariamente muy duras. Y en cuanto a sus imperfecciones, si las tienen… el
uso las ha suavizado bastante… pero tales imperfecciones son casi siempre más
soportables que lo sería el cambiarlas…”; para finalmente rematar afirmando que
“no puedo en modo alguno aprobar la conducta de esos hombres de carácter
inquieto y atropellado que, sin ser llamados por su nacimiento ni por su
fortuna al manejo de los negocios públicos (affaires publiques), no dejan de
hacer siempre, en su mente, alguna nueva reforma.”[14]
Este razonamiento político cartesiano vale para
el tema del Racismo y la Esclavitud, esas imperféctions
de los grandes cuerpos políticos europeos. La figura fantasmagórica del Esclave como antítesis del hombre
racional y libre, sin embargo, aparece como la encarnación de la falsedad y las
gratas ilusiones. El uso de una palabra en un enunciado es siempre una
instancia de la misma palabra. En sus Méditations
metaphysiques, obra que poseía Spinoza en su biblioteca personal,[15]
Descartes señala que el designio de evitar la falsedad es arduo y penoso,
similar al de “un esclavo que goza en sueños de una Libertad imaginaria, en
cuanto empieza a sospechar que su libertad no es sino un sueño, teme despertar
y conspira con esas gratas ilusiones para gozar más largamente de su engaño…”[16]
El piadoso pensador cartesiano tiene como antinomia, léxica pero además
ontológica, al Esclave, esa “cosa
animada” (Aristóteles), enfrentada y sin posibilidad de síntesis con el cogito ergo sum. Toda la antropología cartesiana
está fundada sobre una distinción ontológica “entre las almas más grandes y las
que son bajas y vulgares”,[17]
es decir, entre las que son naturalmente fuertes y las que son naturalmente
débiles.[18] Algunos
hombres pueden en efecto ser “menos” hombres que otros y cómo, a la inversa,
algunos pueden ser más generosos que otros,[19]
porque son capaces de querer la infinitud de su voluntad, hasta ejercerla
absolutamente. Son hombres libres en el sentido amplio del término. La igualdad
formal en el bons sens o en la Razón
no excluye la desigualdad de los espíritus, tal como se deduce de su Discours. En Descartes existe una
naturaleza individual constituida y que marca nuestro destino. O sea: hay pocos
hombres absolutamente inhumanos, excluidos del Cogito, Untermenschen.
Hay muy pocos, pero cartesianamente los hay.
¿Qué es esta cosa que no duda, piensa o
siente, y no puede querer, rechazar, negar, o imaginar? Si Descartes habla
explícitamente de la figura de un Esclave,
siguiendo sus propias Meditations, es
porque esa cosa que aflora en el lenguaje es concebida con “perfecta claridad”,
con “claridad y distinción”. No violaría su propia voluntad y entendimiento, ya
que Descartes se ha obligado a juzgar aquellas cosas “que el Entendimiento las
representa como claras y distintas (clairement et distinctement)”: el Esclave es algo cartesianamente real y
positivo, y como corolario, el Esclave
como cosa debe necesariamente tener a Dios por autor.[20]
Al ser el esclavo una cosa –ya veremos de qué tipo– que conozco con claridad y
distinción, es verdadero. Si la esencia del hombre libre cartesiano es ser une chose qui pense (“una cosa que piensa”),
es decir: una substancia cuya naturaleza toda consiste en “pensar”, penser, no meramente extensa, mi unión a
mi cuerpo, dice Descartes que “ese Yo (es decir: mi Alma, por la cual soy lo
que soy) es enteramente distinto de mi cuerpo y que puede existir sin él.”
Existe la plena posibilidad de un cuerpo servil, inerte, ontológicamente disminuido,
un cosa que ya no piensa, que puede disgregarse, desmembrarse, en la cual la
mutilación no hace más que engrandecer esta âme.
Un Alma que ya no necesita de sentidos. Una vez que establezca quién es el
hombre racional y libre, se puede determinar lo que no es, se puede reificar al
otro, hacerlo un Untermensch
manipulable. La metódica y metafórica desposesión cartesiana proclamada se
convierte, así, en la base para la expropiación literal y la desinversión
necesaria para convertir a un hombre en una cosa, como una bestia o un objeto
manufacturado. Tanto que a Descartes a veces le asombraba, al ver las
facultades del Moi moverse
libremente, sentir y pensar, “se hallaran en algunos cuerpos.” O sea: no en
todos. Existen cuerpos “subrogados”, inferiores en su estructura ontológica. La
tradición occidental ya recoge esta concepción: la palabra griega soma, funcionaba en la Antigüedad como
sinónimo de ho doulos, esclavo;
en la lista de propiedades y en los reclamos de herencia frecuentemente se
designa a los esclavos como “cuerpos”. Por ejemplo: como parte de la solución
de una herencia en Egipto en el año 47 dC, tres hijos se ponen de acuerdo en la
división patrimonial de cuatro esclavos o, literalmente, cuatro cuerpos esclavos,
ta doulika Somata. En su pliego de condiciones se aclara que los
hermanos reciben cuerpos femeninos como parte de la herencia, también heredan
la futura descendencia de los esclavos, el acuerdo da fe de la utilización
generalizada de las mujeres esclavas como cría de la próxima generación de
bienes muebles (humanos). Una semántica racista que se mantuvo intacta a través
de primer Cristianismo.[21] Si
se define al auténtico cogito como “Una
cosa que piensa, res cogitans. ¿Y qué
es una cosa que piensa? Es una cosa que duda, que concibe, que afirma, que
niega, que quiere, que no quiere, que imagina, también, y que siente.”[22] ¿Qué es entonces esta cosa que no piensa o
siente, y no puede querer, rechazar, negar, o imaginar? Son los restos
recuperados de lo que Descartes ha desechado en su epojé metodológica radical: “piezas de Indias”, “madera de ébano”, “cuadros
y pinturas”, “bárbaros y salvajes”, “chinos y caníbales”,[23]
“cuerpos” listos para ser comprados, intercambiados, vendidos, en el mismo
nivel de bestias, bête, brutum, cabezas de ganado, monedas,
parcelas de tierra, o muebles domésticos. Invirtiendo el axioma: Non cogitant, ergo non sunt. Como los esclavos se
interpretan como un tipo especial de propiedad, pero esencialmente una res extensa, ningún tipo de amputación,
explotación, tortura o desfiguración puede importar, salvo el ius in re descontrolado sobre el soma. No es casualidad que los primeros
aborígenes en Brasil fueran catalogados como animales con apariencia humana, bestes irrasonables.[24]
La unanimidad etnocentrista era general, tanto de católicos como de
protestantes. Descartes experimenta consigo mismo para establecer la idea clara
y distinta de un sujeto universal blanco dominante, en tanto simultáneamente se
practicaba un experimento legal colectivo que producía no-personas en el Nuevo
Mundo. Las reglas para el control de los negros y esclavos, esas “máquinas de
hueso y carne”, machine composée d’os et
de chair, en las colonias dependía de la estrategia de la Ilustración para
la construcción de una genealogía de la ascendencia de los auténticos humanos,
teológica y eminentemente poliginésica, y de una fantasía de la reificación.
¿Poliginésica? Poligenismo es una teoría
sobre los orígenes del hombre que postula la existencia de diferentes linajes
para las razas humanas. Algunos de sus defensores derivan sus postulados de
bases científicas y otros sobre bases pseudocientíficas o religiosas. Algunos
mitos de creación de diversas culturas muestran narraciones interpretables como
una explicación poligenista del origen del hombre. La interpretación
poligenista de la Biblia es una exégesis poco común, que hasta mediados del
siglo XIX se consideraba herética. La conmoción que causó en Europa el descubrimiento
que en América había personas que carecían de cualquier tipo de sentimiento
religioso positivo, salvo el consagrado a alguna forma de religión puramente
natural, hizo estallar una fractura en la Ideología europea, cuya respuesta fue
recurrir a un proceso de relativización y convertirse al mismo tiempo en sujeto
de reflexión y análisis. Las noticias etnográficas que provenían del Nuevo
Mundo evolucionaron hacia violentas polémicas, con un pathos anti-cristiano, que se orientaban en dos direcciones: una
contra la concepción “mosaica” de la monogénesis de la Humanidad a partir de
Adán; la otra contra la propia cronología universal de la Biblia (la
agustiniana en especial). Pero, paradójicamente, la Poliginesia podía ser usada
precisamente para “salvar” a la Teología étnica, como veremos, aunque muchos
defensores eran ateos o deístas. El
primero en sostenerla, a propósito de los indios americanos recién descubiertos
por los europeos, fue el famoso científico y alquimista Theophrastus Bombastus
von Hohenheim, mejor conocido como Paracelso, padre de la Medicina moderna, en
su libro Astronomia magna de
1536-1537, pero aparecido en 1571. Allí, en un contexto secundario al argumento
central cosmológico-teológico, señalaba
que “todos nosotros descendemos de Adán. Y no puedo dejar de hacer una
breve mención de aquellos que se
han encontrado en escondidas islas y todavía se
conocen poco. Creer que ellos descienden
de Adán es difícil de imaginar –como pensar que los hijos de Adán hayan ido a esas islas perdidas. Pero uno también debe considerar si estas personas descienden de otro Adán. Eso es muy difícil de mantener, que ellas estén relacionadas sobre la base de la
misma carne y hueso.”[25] Los indios americanos y los negros habrán nacido antes del
Diluvio Universal, y por ende, ellos no poseen alma, como subrayaba en abierta
posición libertina Giordano Bruno.[26] Bruno incluso nombra específicamente a los negros etíopes
(nigra Aethiopum),[27] el inquietante fantasma spinoziano, y concluye que es imposible
que desciendan del mismo progenitor común del cual evolucionaron los europeos. Los
habitantes de África y América no son “otros seres humanos”, sino subespecies, Untermenschen, sub-personas, que estarían
más cercanos a los personajes que se criaban en la cueva de Neptuno, como gnomos,
ninfas, salamandras, sílfides, sirenas y tritones, que a nosotros, humanos
europeos descendientes de Adán y Noé. La conclusión positiva era el desarrollo
de una Cosmología naturalista, ya no teológica, que abriría el campo al ateísmo
científico en Europa.[28] El otro momento de la maduración de la teoría poliginésica se
debe a un pensador libertino italiano, el execrable docteur Giulio Cesare Vanini, trágicamente ejecutado en
1619,[29]
autor citado por Descartes (en su correspondencia personal), por Leibniz y
seguramente conocido por Spinoza,[30]
ya que sus escritos circulaban en copias privadas en los ambientes cartesianos.[31]
No es casualidad que una de las obras de Vanini[32]
se ambientara en la liberal Amsterdam y su diálogo, el dramatis personae, se escenificara con el personaje de un ateo, Alexander,
mezcla reconocible de dos héroes laicos holandeses: Rijswijck y Van den Enden.
El primero fue condenado a la hoguera por hereje; el segundo, libertino y
“lucianista”, negaba que Cristo fuera hijo de Dios y que Moisés hubiera
recibido las leyes de manos de algún Dios.[33]
La filosofía práctica de Spinoza tiene mucho en común con Vanini, con el cual
también comparte su pathos
anti-utópico, igual que su maestro Descartes. Y también con su teoría
poliginésica de las razas: Vanini sostenía que los africanos, nuevamente
ejemplificados por la figura de lo etiopíes (Aethiopes), no descendían de Adán
y Noé, sino que era una raza más antigua y de menor nivel ontológico, que en
algún momento caminaba en cuatro patas y que eran descendientes directos de los
simios (ex simiarum genere).[34]
Hasta qué punto se emparejaba a Spinoza con Vanini, que circuló durante mucho
tiempo un texto apócrifo, El espíritu del
señor Benedicto de Spinosa o
Tratado de los tres impostores,[35]
el libro herético más polémico del siglo XVII, en el cual se utilizaban, entre
otras argumentaciones libertinas, fórmulas extraídas del libro de Vanini De anfiteatrum…, adjudicándoselas a
Spinoza. Es decir: que para muchos los contenidos y estilo de Vanini podrían
perfectamente pasar por spinozianos y viceversa.
Después de la horrenda muerte física de
Vanini,[36]
y además su sacrificio literario, ya que sus obras fueron incluidas en el Index de libros prohibidos del Vaticano
en 1623, prácticamente nadie en el siglo XVII estaba dispuesto, públicamente, a
aceptar la teoría pre-adámica o cualquier otra forma de poligénesis de manera
abierta y explícita. No es casualidad que en el ataque calvinista contra
Descartes en Holanda, el argumento central acusatorio fuera el de ser “un
segundo Vanini”.[37] Siguiendo
a Vanini, otro pensador libertine
francés[38]
llamado Isaac La Peyrère pretendía con ella reconciliar el limitado número de
generaciones entre Adán y Eva y el presente, postulando la existencia de
humanos “preadamitas”. El enfant terrible
La Peyrère, un hugonote, del cual Spinoza poseía su principal obra,[39]
aunque ensombrecido en la actualidad por las figuras de Descartes y Spinoza,
era considerado un pensador de igual o mayor categoría en su época. Incluso fue
comparado con Copérnico o llamado el “Galileo de los exégetas de la Biblia”. En
un rizo ideológico curioso, a su vez La Peyrère había sido muy influido por Paracelsus
y en París formó parte del círculo de Gassendi, Grocio, Hobbes, La Mothe Le
Vayer y Mersenne. Hay otro dato biográfico importante: La Peyrère pasó un largo tiempo viviendo en la república
neerlandesa entre 1654 y 1655, de ellos seis meses viviendo en Amsterdam; allí
se encontró personalmente con uno de sus grandes admiradores, el maestro de
Spinoza Menasseh ben Israel. Para cerrar las afinidades electivas, La Peyrère
descendía de judíos “marranos” portugueses emigrados a Francia.[40]
Su trascendencia es de gran alcance en el nacimiento de la moderna Hermeneútica
y la exegética crítica de la Biblia con clara orientación política,
anticipándose a Spinoza (que repite argumentos suyos en el Tractatus theologicus politicus) y los jóvenes hegelianos,
incluidos Strauss, Bauer y Marx.[41]
En esta obra de gran trascendencia en toda
Europa, La Peyrère trata de resolver las dificultades de interpretación de los
versículos 12-14 del capítulo V de la “Epístola a los Romanos”, que propone
precisamente la hipótesis de la existencia de personas que vivieron (antes de
Adán: Praeadamitae) como la
única explicación plausible al argumento paulino según el cual no tendrían pecado
original semejante al de Adán. Se proponía así solucionar la problemática del
origen de la especie humana, las leyes y la relación entre la ley natural y la
ley humana, y la co-existencia, con el descubrimiento del Nuevo Mundo y
utilizando material etnográfico de China, Egipto, Groenlandia, Islandia e
Israel. La Peyrère estaba convencido que su interpretación era la más adherente
a los dictados de la Biblia y los más capaces de aclarar el pensamiento del Apóstol
y toda la historia del Génesis, conciliando no solo el Paganismo sino la
moderna Astronomía, con mitos y filosofías de los pueblos más antiguos: chinos,
egipcios y caldeos. La Biblia no sería la Historia de toda la Humanidad, en
absoluto. Existirían épocas insospechadas, un Estado de Naturaleza anterior
cronológica y ontológicamente a la religión, Adán no había sido el primer
humano. Y de allí desarrollarían conclusiones fundamentales a nivel
biogeográfico como ético, además de conclusiones mesiánicas para los judíos
europeos. La Biblia era válida exclusivamente para un pueblo particular y
limitado: los judíos, Adán no era el primer hombre, sino el primer hebreo. Lección
que aprendió Spinoza, tanto que muchos de sus críticos señalaban que repetía
todas las argumentaciones contra la autoridad de Moisés escritas por La
Peyrère. Las Escrituras no explicaban de
ninguna manera el origen y genealogía de la entera Humanidad. Por supuesto: el
libro de La Peyrère fue inmediatamente prohibido en las Provincias Unidas. Aunque
sus premisas fueron libertinas, estos argumentos poliginésicos alimentaron
argumentalmente muchos prejuicios inconscientes del Racismo moderno.[42]
Las implicaciones irreligiosas eran
demasiado significativas para la teoría poliginésica, a la que debía darse por
cierta mucho antes de la maduración científica moderna de la Ilustración. Sus
teorías eran muy intuitivas, falibles y ad
hoc. Su valor explicativo tenía grandes consecuencias en un esquema
evolucionista científico, pero el peligro de explotación en sentido clasista y racista
era, tal vez, mayor. En el contexto holandés de la época, se combatían a
cartesianos y teóricos pre-adamitas por igual: todos eran etiquetados como
ateos, libertinos, materialistas y blasfemos.[43]
Uno de ellos fue Spinoza, quién no solo era visto como un sospechoso cartesiano
radical, sino que aceptaba la teoría poliginésica de las razas, tal como lo
presenta en lenguaje esópico (tanto en el léxico como en la retórica) en el Tractatus theologicus politicus. Allí
afirma categóricamente que “las leyes reveladas por Dios a Moisés no fueron
otra cosa que el derecho particular del Estado hebreo (Hebraeorum imperii) y
que, por tanto, ningún otro tenía la obligación de aceptarlas…”,[44]
señala que la historia de Adán es una parábola (parabolice), o peor, un
entramado de enigmas (aenigmatice), una “simple narración” (simplicem
narrationem). En cuanto a la Ley mosaica, Spinoza sigue la senda libertina: los
contenidos del Antiguo Testamento, así como todas las leyes de Moisés “no eran
de interés para nadie salvo para el Estado de los hebreos”,[45]
y afirma que “el ‘Decálogo’ (los Diez mandamientos) fue ley sólo respecto a los
hebreos.”[46] Ya
en el capítulo IX, Spinoza vuelve a sostener que la cronología bíblica es
errónea, fantasiosa, y que es muy evidente “que no podemos llegar a un cálculo
real de los años que sucedieron en la Historia universal, y que además muchos
relatos sobre el mismo tema son incompatibles entre sí.”[47]
En un párrafo polémico, un poco antes de los anteriores, Spinoza señala que el
don de razonar es patrimonio de todo el género humano, no del pueblo hebreo en
particular, ya que si así no fuera deberíamos especular con que “la Naturaleza
ha engendrado desde antiguo diversos géneros de hombre (diversa hominum).”[48]
Aquí puede entenderse que Spinoza considera que la Razón es una definición de
humano, su differentia specifica, y
humano es el que puede “entender las cosas por sus primeras causas”. Su
criterio ontológico es plenamente cartesiano en este punto. Aunque puede suponerse
la existencia de múltiples razas humanoides, subhumanas o inferiores
ontológicamente (africanos, indios americanos, etc.), ellos no pueden
considerarse satisfactoriamente parte del hominum,
ya que no reúnen todas las condiciones mínimas de ser un cogito. Spinoza no rechaza los
“paralogismos de los ateístas” (Leibniz). No hay diversos géneros de hominum, sí de razas y subespecies
pre-adámicas, con lo que Spinoza, sin nombrarlo, introduce la discusión
poliginésica entre líneas; cualquier lector culto (al que estaba dirigido el Tractatus theologicus politicus, ya
hablaremos de su estrategia político-retórica) adivinaría que se está hablando
de Paracelsus, Bruno, Vanini y La Peyrère.
A suerte de fin del capítulo, el
Cartesianismo en tanto École se vió
envuelto en la procreación involuntaria de un monstruo jurídico-literario. El
ignominioso Code Noir, promulgado en 1685
bajo el reinado de Louis XIV,[49]
considerado por muchos especialistas como el texto más monstruoso de la
Modernidad, fue inspiración del famoso ministro Jean-Baptiste Colbert.[50]
Colbert, un obsesivo racionalista y defensor del Mercantilismo, es una de las
estrellas literarias en la famosa Enciclopédie
de los iluministas franceses. El Colonialismo (y el comercio de esclavos)
formaba parte esencial del esquema colbertiano, en la línea mercantilista de la
Republique des marchands y del
Contrato colonial. La base operativa era calcada de los holandeses: compañías
comerciales privilegiadas, multinacionales y autónomas, como la WIV, la más
famosa la Compagnie des Indes
Occidentales, impulsadas directamente por el Estado absolutista.[51]
Como en la ideología holandesa, Francia repitió la doble dimensión
espacio-temporal-moral, tanto en la práctica como en la teoría. El Code Noir responde al inventar, mediante
la configuración racional, el esclavo cuya única derechos y deberes –a
excepción de la liberación terriblemente ambigua del Alma en el bautismo y
prohibirles ser protestantes–[52]
son los compartidos en la sociedad europea por (algunas) bestias y objetos. El
código, que estuvo vigente durante 163 años, regulaba en sesenta artículos
todas las relaciones del comercio y explotación de esclavos en las colonias
francesas y en la metrópoli. Es un texto racionalista plenamente cartesiano in extremis, un escrito filosófico
iluminista, en el cual se define al esclavo como una marchandises,[53]
una mercadería más, transmisible y negociable. Técnicamente el esclavo era una
No-persona, que no poseía ser (cogito), es decir: un objeto exterior que merced
a sus propiedades satisfacía necesidades humanas del tipo que fueran. Como tal
podía ser calificada por su utilidad como valor de uso. Por ejemplo, en el
artículo 44 se declara abiertamente que “les esclaves etre meubles, et comme
tels entrer dans la communaute...” (“los esclavos serán considerados bienes
muebles, y como tales formarán parte de
la Comunidad…).[54] Lo
notable es el lenguaje y la retórica del texto: es una Filosofía práctica de la
desnaturalización, con una evidente alma cartesiana, sucesora natural de Meditations y el Discours,[55]
que sienta las bases de la explotación del Untermensch,
no-iluminado, no-cogitado, a través de la intervención racional del hombre
ilustrado europeo. ¿Un Untermensch es
un meuble? ¿Es una cosa que piensa, con cuerpo y sin posibilidad
de la duda metódica? El esclavo, una vez determinado el homo rationalis, puede ser definido como lo que no es, como una
bestia o un objeto. (Continuará)
[1] Spinoza utiliza indistintamente ambos términos en
sus construcciones retóricas en latín sobre el despotismo político teológico
como en la dimensión filosófica en torno al dominio de las pasiones y la
superstición en el vulgo. Curiosamente Spinoza respeta el arbitrio léxico
romano, seguramente de sus lecturas de los clásicos romanos, ya que el femenino
de servus era serva, pero no se utilizaba en los textos legales. Ancilla era el término jurídico y vulgar
más utilizado, significaba esclava, sierva, criada; también se encuentra el
término más raro de mulier, véase: Buckland, William Warwick; The Roman Law of Slavery. The Condition of the Slave in Private Law from
Augustus to Justinian, Cambridge University Press, Cambridge-New York,
2010, p. 8 y ss.
[2] Por ejemplo, la principal obra de filosofía
política de Malebranche, Traité de Morale,
fue publicada en Rotterdam en 1684.
[3] Sobre el mutismo en la Filosofía cartesiana de la
cuestión de la Raza, el Racismo y la Esclavitud, véase el trabajo de Timothy
Reiss: “Descartes's Silences on Slavery and Race”; en: Valls, Andrew (ed.); Race And Racism in Modern Philosophy,
Cornell University Press, Ithaca-New York, 2005, pp. 16-42.
[4] “Premier athée de cette nouvelle religion, le
politique”, como le llama el especialista Pierre Guenancia en su importante
libro: Descartes et L’Ordere Politique:
Critique Cartésienne des Fondements de la Politique, Presses Universitaires
de France, Paris, 1983, p. 98.
[5] Múltiples tácticas literarias que repetirá Spinoza
para “proteger” la verdad: anonimato, oscuridad del plan del libro, lenguaje
esópico, falsas citas, omisión de autores radicales, expresiones en lenguas
extranjeras, fórmulas de humildad retóricas, gestes de prudence, fabulaciones inversas, contradicciones
internas, repeticiones y sublimaciones, transposiciones.
[6] Descartes planeaba escribir un libro sobre la
Filosofía política de Maquiavelo, que nunca completó, como puede leerse en las
cartas escritas a la princesse palatina
Élisabeth en septiembre de 1646; Descartes, René; Oeuvres philosophiques, Bureau du Panthéon Littéraire, 1852, Paris,
p. 679-686. El apresurado juicio de Nietzsche, en su libro Jenseits von Gut und Bose de
1886, aforismo #191. No es el único: en pleno siglo XX Descartes fue
considerado “precursor del Socialismo” por Maxime Leroy; “anunciador de la
Revolución Francesa” por el comunista Maurice Thorez; arquitecto de la
democracia moderna, según Jean-Paul Sartre; de nexo fundamental con la Gran
Revolución francesa (por su je doute donc je sui) según Hanna Arendt. Lamentablemente el Descartes real no es ni
Saint Simon, ni Marx, pero tampoco Guizot.
[7] Negri, Antonio; Descartes político o de la razonable ideología, Akal, Madrid, 2008;
la edición original es de 1970.
[8] Descartes, René; Discours de la méthode, 1637, Edicion de E. Gilson, III, 30, en
español: Discurso del Método,
Universidad de Puerto Rico, Puerto Rico,
1954, pp. 22-23. La segunda parte del
Discours tiene la única mención explícita de Descartes a la Política de
todo su entero corpus teórico.
[9] Algunos componentes de la Grand Politique cartesiana podría aproximarse a los intereses
colectivos de la burguesía comercial holandesa y francesa, pero a muy grosso modo.
[10] Sobre La Mothe Le Vayer, véase: Onfray, Michel; Contre-histoire de la philosophie, tome 3:
Les Libertins baroques, éditions
Grasset, Paris, 2007, pp. 73 -117.
[11] Montaigne, Michel de; Essais, Livre II, Chapitre XXXI, Paris, 1595; el terrible y
militarista Licurgo aparece mencionado en varios lugares de la obra como modelo
de legislador racional.
[12] El modelo político-social esclavista y la Laconophilie en general, enfrentada al
paradigma de la demos ateniense, tuvo
un gran futuro ideológico en Europa, desde Nietzsche pasando por Haeckel hasta
Hitler, véase nuestro análisis en: Nietzsche
contra la Democracia. El pensamiento político de Friedrich Nietzsche
(1862-1872), Montesinos, Mataró, 2010, p. 115 y ss.
[13] René Descartes
à Chanut, 20 novembre 1647, en: Descartes, René; Oeuvres philosophiques, Auguste Desrez,
1838, Paris, lettre 129, p. 708.
Pierre Hector Chanut, gran amigo, era un funcionario real de alto grado,
embajador de Francia y consejero de estado de Louis XIV; en su casa falleció
Descartes de neumonía en 1650.
[14] Descartes, René; Discours de la méthode, 1637, Edicion de E. Gilson, II, 14-15, en
español: Discurso del Método,
Universidad de Puerto Rico, Puerto Rico,
1954, pp. 29-30; esos utópicos hombres “inquietos y atropellados”, los inovatores de los que se diferencia,
tienen nombre y apellido: Tommaso Campanella, Giordano Bruno y el libertino erudito Lucilio Vanini,
tal como los menciona en una carta a Beeckman del 17 de octubre de 1630. Ya
hablaremos de las relaciones entre el pensamiento poligenista de Vanini,
Descartes y el Spinozismo holandés.
[15] Spinoza poseía dos ediciones de las Méditations, en la versión en latín,
ambas publicadas en Amstel (el núcleo central de Amsterdam) en 1654 y una
ampliada de 1670.
[16] “Et tout de même qu'un esclave qui jouissait dans
le sommeil d'une liberté imaginaire, lorsqu'il commence à soupçonner que sa
liberté n'est qu'un songe, craint de se réveiller, et conspire avec ces
illusions agréables pour en être plus longtemps abusé…”; en: Descartes, René; Méditations
métaphysiques, edición francesa de 1647, “Première méditation”, §11; en
español: Meditaciones metafísicas con
objeciones y respuestas, Alfaguara, Madrid, 1977, p. 21. Como en el caso de
Montesquieu o Descartes, los autores franceses de la época usaban
indistintamente tanto la palabra Esclave
como Nègres, y no Noir, para referirse a los africanos
esclavizados por Europa. Descartes usaba metáforas racistas para describir
tareas metafísicas imposibles, como “n'est pas plus possible que de blanchir un
More”, o sea: intentar hacer blanco a un moro o negro; véase su carta a Pollot,
del 7 Mai 1640, en: Correspondance,
Volumen 4, Félix Alcan, Paris, 1947, p. 56 y ss.
[17] Descartes, René; sucesivas cartas a la princesa
palatina Elisabeth, de 18 mai 1645 (AG, III, 565-566); 21 juillet 1645 (AG,
III, 585); y 6 octobre 1645 (AG, III,
619).
[18] Descartes, René; en: Les Passions de láme, art.
48 y 49. Por ejemplo en el 49: “II est vrai qu'il y a fort peu d'hommes si faibles
et irrésolus qu'ils ne veulent rien que ce que leur passion leur dicte...”.
[19] Descartes, René; ibidem, art. 161.
[20] Descartes, René; Méditations métaphysiques, edición
francesa de 1647, “Quatrième méditation”, pp. 72-72; en español: Meditaciones metafísicas con objeciones y
respuestas, Alfaguara, Madrid, 1977, “Cuarta Meditación”, pp. 51-52.
[21] La cita de un antiguo papiro en griego en: Glancy,
Jennifer, A.; Slavery in Early
Christianity, Oxford University Press, Oxford-New York, 2003, p. 10 y ss.
[22] “Mais qu’est-ce donc que je suis ? Une chose qui
pense. Qu’est-ce qu’une chose qui pense ? C’est-à-dire une chose qui doute, qui
conçoit, qui affirme, qui nie, qui veut, qui ne veut pas, qui imagine aussi, et
qui sent.”; en: Descartes, René; Méditations métaphysiques, edición
francesa de 1647, “Méditation Seconde”, p. 25; en español: Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas, Alfaguara,
Madrid, 1977, “Segunda a Meditación”, p. 26.
[23] “Barbares ni sauvages”; “Chinois ou des
Canibales”; en: Descartes, René; Discours
de la méthode, 1637, Edicion de E. Gilson, II, 16, en español: Discurso del Método, Universidad de
Puerto Rico, Puerto Rico, 1954, p. 33;
[24] Carta de Villegagnon a Calvino, 31, marzo, 1555:
“Gens faruches et sauvages, esloignez de toute courtoisie et humanité, de tout
differents de nous en facon de faire et instructions, sans religion, ni aucune
sognoissence d'honesteté, ni de vertu, de ce qui est droit et injuste, en somme
qu'il me venait en penser assavoir si nous estions tombés entre des bestes portant
figure humaine.”, en: De Léry, Jean; Histoire
d'un voyage fait en la terre du Brasil, autrement dit Amerique (...), A la
Rochelle, Pour Antoine Chupin, 1580, “Préface”.
[25] Paracelsus; Sämmlichte Weke; Abt. I, Band XII,
Oldenbourg, Münich-Berlin, 1929, p. 35.
[26] Sobre el descubrimiento del Nuevo Mundo y las
consecuencias en la Filosofía de la Historia católica, véase: Bruno, Giordano; Opere, Vol. II, Weidmann, Lipsia, 1830,
p. 235 y ss.
[27] Jordani Bruni Nolani; Opera latine conscripta, Neapoli, MDCCCLXXXIV, I, pt. 2, p. 282: “Quia
multicolores Sunt hominum species, nec enim generatio nigra Aethiopum, et
qualem producit America fulva…”; existe re-impresión: Stuttgart und Bad, 1962.
[28] Desarrollada especialmente en la obra Lo spaccio della bestia trionfante de
1584, donde introduce incluso objetos físicos como el Calendario Azteca,
descubierto en 1551 y sepultado por la Iglesia católica en 1558.
[29] El sábado 9 de febrero de 1619, el Parlamento (católico)
de Toulouse condena a muerte por “ateo” y “blasfemador del nombre de Dios” a
Julio Cesare Vanini, fue conducido a la plaza de Salin, se le arrancó la lengua
con una tenaza, fue ahorcado y luego quemado vivo. Existe una meritoria edición
en español del capítulo IV de De
admirandis…: Vanini, Giulio Cesare; Sobre
Los Maravillosos Secretos de La Naturaleza, Reina y Diosa de Los Mortales,
El Cuenco de Plata, Buenos Aires, 2007.
[30] Incluso especialistas han sugerido que la famosa
fórmula spinoziana Deus sive natura,
proviene de Vanini, tal como presenta el argumento en De admirandis…. Sobre la influencia de Vanini en Spinoza, véase la
biografía del conde jesuita Stanislaus von Dunin-Borkowski, Der junge De Spinoza. Leben u. Werdegang im Licht der Weltphilosophie, W.
Aschendorff, Münster, 1910, Band I, p. 477 y ss., p. 595 y ss.
[31] Durante el siglo XVI se dedicaron a la obra y
figura del perfecto ateo Vanini más de ¡trescientas obras!, según la
investigación de Didier Foucault: “Pierre Bayle et Vanini”, en: Bos, Hubert/ de
Robert, Philippe (éd.), Pierre Bayle,
citoyen du monde. De l'enfant de Carla à l'auteur du Dictionnaire, Champion,
Paris, 1999, p. 227-242.
[32] De
admirandis Naturae Reginae Deaeque mortalium arcanis libri quatuor,
Lutetiae, Apud Adrianum Perier, via Iacobaea, 1616 (re-edición facsímilar: Galatina,
Congedo, 1985).
[33] Lo demuestra Meinsma en su obra sobre el círculo
político-filosófico de Spinoza, donde señala la influencia y el legado de
Vanini: Meinsma, Koenraad Oege; Spinoza en zijn kring, Historisch-kritische
Studiën over Hollandsche vrijgeesten, door K. O. Meinsma. s’Gravenhage,
Martinus Nijhoff, 1896, Rist. Utrecht, Hes publishers 1980, en especial páginas
1-3, 34, 142-143 respectivamente.
[34] En: De
admirandis Naturae Reginae…, Dialogo XXXVII., “De prima homins generatione”:
p. 233 y ss.; Vanini dice que “quidam vero mitiores Athei solos Aethiopes ex
simiarum genere et semine prodijsse attestantur, quia et color idem in utrisque
conspicitur.”
[35] Según la mejor edición crítica, la de Daubert, el
texto anónimo no es anterior al último tercio del siglo XVII; véase: Le Traité des trois imposteurs et L’Esprit
de Spinosa. Philosophie clandestine entre 1678 y 1768, textos presentados y
editados por Françoise Charles-Daubert, Oxford, Voltaire Foundation, 1999; la
obra circuló profusamente de manera clandestina por Francia y Holanda (impresa
en Amsterdam, La Haya, Rotterdam) hasta
bien entrado el siglo XVIII.
[36] La católica e intolerante Tolouse ya tenía muy
mala fama desde un siglo atrás como lo demuestra su aparición en el Pantagruel de Rabelais escrita en 1532;
en el capítulo V, el gigante Pantagruel huye de Toulouse, ya que allí “se
quemaban vivos a los profesores (regens) como arenques ahumados.” Véase el
todavía racconto útil sobre
persecuciones en la civilizada Europa: Torres de Castilla, Alfonso; Historia de las persecuciones políticas y religiosas
ocurridas en Europa, Tomo IV, Salvador Manero, Barcelona, 1865, Capítulo
IV, p. 404 y ss.
[37] Véase: Verbeek Theo, “La demonizzazione di Vanini,
Voetius, Schoock e Descartes”, en: AA.VV.; Giulio
Cesare Vanini e il libertinismo, Università degli studi di Lecce, Lecce,
2000, pp. 183–201.
[38] Sobre la olvidada corriente ideológica de los libertins érudits, esencialemente
anti-aristotélicos, véase: Popkin, Richard, H,: The History of Scepticism: From Savonarola to Bayle; Oxford
University Press, Oxford-New York, 2003, p. 80 y ss.; parcialemente en español
como: La Historia del Escepticismo: de
Erasmo hasta Spinoza, FCE, México, 1983, p. 144 y ss.
[39] Spinoza poseía en su biblioteca: Praeadamitae sive Exercitatio super Versibus
duodecimo, decimotertio, et decimoquarto, capitis quinti, Epistolae D. Pauli ad
Romanos, quibus inducuntur Primi Homines ante Adamum conditi; publicado
anónimamente en Amsterdam en 1655, en plena guerra entre cartesianos y
copernicanos, y de mucho éxito: tuvo cinco ediciones en poco tiempo. Sobre La
Peyrère, véase los trabajos de Richard H. Popkin: “The Marrano Theology of
Isaac La Peyrère”; en: Studi
Internazionali di Filosofia 5; 1973, pp. 97-126; “Spinoza and La Peyrère”;
en: Southwestern Journal of Philosophy,
8 (3); 1977, pp. 177-195; y su libro: Isaac
La Peyrère (1596-1676): His Life, Work and Influence; Brill Academic
Publishers, Leiden, 1987; sobre los debates en las Provincias Unidas en tiempos
de Spinoza, véase el trabajo de Eric Jorink: Reading the Book of Nature in the Dutch Golden Age, 1575-1715,
Brill, Leyden, 2010, especialmente el capítulo II, p. 33 y ss.
[40] Popkin,
Richard, H.; Isaac La Peyrère
(1596-1676): His Life, Work and Influence; Brill Academic Publishers,
Leiden, 1987, p. 84;
[41] Morrow,
Jeffrey L.; “French Apocalyptic Messianism: Isaac La Peyrère and Political
Biblical Criticism in the Seventeenth Century”; en: Toronto Journal of Theology 27.2, 2011, pp. 203-213.
[42] Véase: Livingstone,
David N.; Adam's Ancestors: Race,
Religion, and the Politics of Human Origins, Johns Hopkins University
Press, Baltimore, 2008 Chapter 2, “Heresy: Isaac La Peyrère and the Pre-Adamite
Scandal”, p. 26 y ss.
[43] Hablamos de ateísmo en sentido amplio, que va más
allá del atheismus speculativus proprie
dictus puramente filosófico y metafísico (el que afirma simplemente que
“Dios-no-existe”), y que para el criterio de la época incluía al ateísmo
práctico, ateísmo por consecuencia, ateísmo indirecto, libertinismo,
lucianismo, cristianismo sin iglesia, etc., sobre el concepto general o “largo”
de Ateísmo véase el libro de Schröder, W.: Ursprünge
des Atheismus. Untersuchungen
zur Metaphysik- und Religionskritik des 17. und 18. Jahrhunderts, Frommann-Holzboog, Stuttgart, 1998, p. 36 y ss.
[44] En: Spinoza, Baruch; Tractatus theologicus politicus, PRAEFATIO, edición Gerbhardt; en
español: Tratado teológico político,
Madrid, Alianza, 2003, “Prefacio”, p.69.
[45] Ibidem,
CAPUT V, “De ratione, cur caeremoniae institutae fuerint, et de fide
historiarum, nempe, qua ratione, et quibus ea necessaria sit”.
[46] Ibidem, CAPUT IV, “De lege divina”.
[47] Ibidem,
CAPUT IX, “De iisdem Libris alia inquiruntur, nempe an Hezras iis ultimam manum
imposuerit: et deinde utrum notae marginales, quae in hebraeis codicibus
reperiuntur, variae fuerint lectiones”.
[48] Ibidem,
CAPUT III. “De Hebraeorum vocatione. Et an donum propheticum Hebraeis peculiare
fuerit.”
[49] El Code Noir
se encuentra en un período de endurecimiento del Catolicismo contra-reformista
francés, es el momento de la revocación del “Edicto de Nantes”, al que
sustituye el “Edicto de Fontainebleau”, también un período de dominio en la
corte de Louis XIV de hombres y mujeres de ideología janseísta y jesuita.
[50] Redactado por un emprendedor colonialista: Charles
de Courbon, comte de Blénac, represor de la insurrección de esclavos en La
Martinica en 1678, y el funcionario Jean-Baptiste Patoulet.
[51] Sobre la vida de Colbert como teórico
mercantilista, Cole, Charles Woolsey; Colbert
and a Century of French mercantilism, 2 vol., Columbia University Press,
New York, 1939; sobre la construcción racionalista del nuevo mundo colonial y
esclavista europeo: Blackburn, Robin, The
Making of New World Slavery: From the Baroque to the Modern, 1492-1800,
Verso, London, 1998, p. 282 y ss.
[52] Le Code Noir,
Article 1 y 2, edition 1685.
[53] Le Code Noir,
Article 7, edition 1685: “Leur défendons pareillement de tenir le marché des
nègres et de toutes autres marchandises les dites jours sur pareille peine de
confiscation des marchandises que se trouveront alors au marché, et d’amende
arbitraire contre les marchands.”, o sea: “También se prohíbe el comercio de
negros y de cualquier otra mercancía los días antes mencionados, bajo pena de
confiscación similar de mercancías que se encuentran en el mercado y de las
multas a los comerciantes.” Sobre el Code
Noir, véase el trabajo de Louis Sala-Molins: Le Code noir, ou, le calvaire de Canaan, Presses Universitaires de
France, Paris, 1987; re-edición ampliada en 2002.
[54] Colbert, Jean-Baptiste; Code Noir, Article 44, edition 1685, se puede consultar on-line: http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b86086055.r=Code+Noir.langFR
[55] Véase el
paralelismo que establece la historiadora Joan Dayan: “Codes of Law and Bodies
of Color.”; en: Condé, Maryse et Cottenet-Hage, Madeleine, Ed.; Penser la créolité, Éditions Karthala,
Paris, 1992, pp. 41-67.
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8 Comments:
En cuanto a la legislación esclavista no conozco nada más “elevado” que el Código de Manu, tal como lo entendió Nietzsche (no lo he leído), me refiero específicamente a la cita que hace de este en “El Ocaso de los Idolos”. En donde se utiliza la figura del chandala, para demostrar para hacer patente que el servir, que el ser un esclavo, es decir un sudra en la casta brahmánica, todavía es algo. Un chandala, por el contrario, es escoria, ni siquiera tiene derecho a servir. Con esto el esclavo todavía puede sentirse por encima de otro y el sistema el esclavista se santifica a sí mismo. Santifica su crueldad, al desdeñar, más allá de toda razón, el provecho que se podría sacar de la mano de obra chandala, preservando un supuesto orden divino.
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