" Engels&Marx: la Idea comunista" (I)
Por Nicolás González Varela
“El Comunismo no es simplemente una consecuencia
derivada de la situación especial de Inglaterra o de cualquier
otro país por separado, sino un corolario que se desprende
necesaria e inevitablemente de las premisas implícitas
en las condiciones generales de la Civilización moderna.”
(Friedrich Engels, 1843)
“El Comunismo no es un estado que debe implantarse,
un ideal al que haya que sujetarse la realidad.
Nosotros llamamos Comunismo
al Movimiento real (wirkliche Bewegung)
que anula y supera el estado de cosas actual”
(Engels&Marx, Die deutsche Ideologie, 1845-1846)
“El Comunismo es… el Sistema de la Comunidad (Gemeinschaftssystem)”
(Engels, 1845)
¿Qué significa la palabra Comunismo hoy? Cuando la gente habla acerca del Comunismo, se da uno cuenta, con frecuencia, de que están totalmente de acuerdo con uno en cuanto a la cosa en sí y que ven que el Comunismo algo muy hermoso; “pero se trata”, vienen a decir, “de algo imposible, que jamás llegará a ser una realidad.” Así reflexionaba sardónicamente Engels hacia 1845, cuando el Comunismo todavía era una idea en proceso de constituirse como tal. Y razón no le faltaba. La sola mención de su presencia fantasmal caldeaba los espíritus europeos. “La barbarie es precisamente el presupuesto exclusivo del Comunismo”, afirmaba sin odio un nihilista llamado Nietzsche. Un jurista conservador prusiano que aborrecía a Hegel llamado Friedrich Julius Stahl, aseveraba que el Comunismo era un ideal de difícil realización, ya que olvidaba el ansia de retribución material eterna e inmutable del hombre, esa bestia inmutable llamada homo oeconomicus, y que la construcción puramente racional de un equilibrio entre producción y consumo como solución a las crisis sistémicas del Capitalismo, era una tarea que sobrepasaba las posibilidades de la inteligencia humana. Del otro lado del Rin, un reaccionario francés, político, escritor e historiador, Louis Adolph Thiers, señalaba que si bien el Comunismo como idea era en sí misma consecuente, merecía justificadamente la calificación de ser “el invento más inútil, irracional y exagerado del Espíritu humano”, tan diabólica en su esencia que los hombres finalmente degenerarían en bestias. El filósofo más influyente del siglo XX, Martin Heidegger, afirmaba en su particular jerga de la autenticidad existencial, que el Comunismo no es una mera forma estatal, ni tampoco solo un tipo de visión del mundo política, sino la constitución metafísica, en la cual la Humanidad moderna burguesa no solo culmina y cumple lo Moderno, sino que inicia su última fase terminal.
Engels ya lo había adivinado en 1845. La idea comunista parece confusa y pueril, un “fantasma amenazador”, una Quimera de mentes afiebradas y espíritus degenerados, una Moral de esclavos alimentada por la venganza y la envidia, como lo recordaba Nietzsche. Pero ¿qué es el Comunismo? Con la desaparición de la Unión Soviética la idea comunista parecía haber acabado en el basurero de la Historia. El terror stalinista, la Nomenklatura de Brezhnev, las reformas de Gorbachov y la restauración de un capitalismo autoritario de estado con Yeltsin y Putin así lo indicaban. Se trataba de una imposibilidad realizada, de una mala unidad hegeliana. Para muchos el Kommunismus de Engels y Marx era la misma cosa que el Камунізм histórico ruso, ambos confluían fatalmente en un determinado tipo de sociedad burocrática, en la política del partido único, en un régimen totalitario y en una vulgarización de la idea comunista caricaturizada como DiaMat oficial, una burda ideología de la legitimación y del culto a la personalidad. La idea comunista termina inevitablemente en una nueva Teología a-teológica: Deus sive Revolutio. O bien si razonablemente no se ponía el signo igual absoluto entre Stalin (empiria) y Marx (teoría), se consideraba la idea comunista como una utopía irrealizable, el más profundo intento de cambiar el Mundo desde la aparición del Cristianismo, un rescoldo más a contabilizar entre los sueños de la Humanidad. Incluso puede encajarse al Comunismo sin más dentro de la Filosofía del Mito. En cualquier diccionario temático o manual de Sociología el Comunismo aparece como una de las tres grandes ideologías de la Modernidad, junto al Conservadurismo y su respuesta, el Liberalismo, pero a la que la misma lógica de la globalización capitalista redujo a antigualla. Sin embargo hay que recordar que la idea comunista moderna fue acuñada semánticamente por Engels y Marx tanto como desafío contra el Ancien Regime como para luchar contra una variante del Liberalismo, el Socialismo reformista del siglo XIX; que en 1917 nuevamente resurgió como palabra-clave para diferenciarse de nuevas formas de socialismo liberal (socialdemocracia) de la mano de la fracción bolchevique y las alas izquierdas de la socialdemocracia europea. La tarea actual es similar pero novedosa: se trata de recuperar no solo su legitimidad sino el contenido al que la palabra remitía. Se trata de su reapropiación política. Se trata de volverla pronunciable, como reflexionaba el malogrado Daniel Bensaïd.
La cuestión de saber si Marx ha sido comunista y de qué modo ha llegado a esa conciencia política, puede parecer, a primera vista, una suerte de cuestión infecunda, un saber inútil, una obsesión de anticuariado, como de un mero ejercicio de erudición provocadora. Por el contrario: es la cuestión en sí misma de la relación de Marx con la idea comunista las que nos permitirá entender al Comunismo como una totalidad, ya que salvo algunas definiciones sueltas, no encontraremos en ningún texto de Marx (ni de Engels) un descripción amplia y densa de la idea comunista. En la etapa intermedia tanto Engels como Marx intenta definir la idea comunista de manera muy genérica y abierta, ya sea como “enérgico Principio del próximo futuro”, un “Reino de la Libertad” que supera la propiedad privada, como un “factor real, necesario de la emancipación del Hombre” o como “las condiciones de emancipación del Proletariado”; ya en la etapa madura de Marx, en Das Kapital por ejemplo, la idea comunista se define como “una formación social superior cuyo principio fundamental sea el desarrollo pleno y libre de cada individuo” o como “una asociación de hombres libres que trabajen con medios de producción colectivos y empleen, conscientemente, sus muchas fuerzas de trabajo individuales como una fuerza de trabajo social.” Y no más. Según los proverbiales diccionarios de Marxismo, el Comunismo sería una idea bicéfala o incluso con dos sentidos diferentes en la cabeza de Marx “como movimiento político real de la clase obrera en la sociedad capitalista, y como forma de sociedad que crearía la clase obrera con su lucha.” En el elegante Dictionnaire Critique du Marxisme, se puede leer que Comunismo en el Marx maduro debe comprenderse “no como un ideal a realizar, sino como un movimiento real que intenta abolir el estado de cosas.” Se señala, además, que Marx hasta La ideología alemana de 1845, jamás uso el término “Comunismo”, sino el de “Socialismo”. Existen recientes intentos de replantearse lo que se ha llamado la hipótesis comunista (como el de Alan Badiou) , reclamando su significado más allá de los regímenes realmente existentes, sustrayéndola de los partidos y organizaciones que portan su nombre, incluso sin nexos vitales con la materialidad de la Historia, con lo que el Comunismo depurado sería un eidos platónico, una suerte de ética del compromiso rebelde que llegaría a la negación del deseo. También en los intentos de reflexionar sobre la misma idea comunista en sí (como el de Antonio Negri o Jacques Ranciére), predominan el horizonte abstracto, la generalidad y el ensimismamiento filosófico, e incluso el exceso psicoanalítico a lá Lacan como el de Žižek, para quién el Comunismo “es el nombre de un problema: un nombre para la difícil tarea de romper el los límites de la estructura de mercado y de estado”. Predomina de manera rampante en la exégesis polémica la reducción de la idea comunista a philosophia perennis, salvo raras excepciones, y en muchos casos sin referirse en ningún momento a Engels o a Marx. Porque también debemos preguntarnos en segundo lugar: ¿es posible la idea comunista sin Engels y Marx?
Por lo tanto resulta trascendente y válido preguntarse qué significaba el Comunismo para Marx o cómo la idea comunista llegó a Marx y cómo Marx pensó, actuó y vivió según esta idea, cual era el sentido de la relación entre él y el Comunismo. Quizás sea, como programa de investigación, una de las formas más directas y precisas de aproximarse a la esencia de la idea comunista. Una cosa puede comprenderse si entendemos cómo ella ha llegado a ser lo que es. La propia Historia de la cosa es su crítica. Y esto vale incluso para el Marxismo, o mejor dicho: para la idea comunista como tal. Y tiene como idea un pasado, una genealogía, una Madre Patria: Francia. El Comunismo no es otra cosa que la auténtica Libertad y la auténtica Igualdad, escribía un joven Engels en 1843, y en el mismo artículo realzaba que la nación francesa habiendo partido de lo puramente político (rein Politischen), había recorrido y agotado las formas posibles de la dominación política hasta tal punto que todos los caminos posibles conducían necesariamente al Comunismo. También arriesgaba una hipótesis sobre el fenomeno material de su surgimiento: “el Comunismo de Babeuf nació de la democracia de la primera revolución francesa… la segunda revolución (la revolución de 1830) hizo surgir un nuevo y más poderoso Comunismo…” La idea comunista es una historia discontinúa, quebrada, una tortuosa genealogía de desencuentros entre teoría y praxis, que la marca en profundidad. Tiene un componente filosófico indudable, de anticipación no-dogmática, la logische Basis como le llama Marx, la idea comunista tiene presupuestos tanto materiales como inmateriales, pero en última instancia su progreso acumulativo, sus saltos dialécticos provienen del apremio y estímulo de la propia lucha de clases populares democráticas. Incluso el mismo Comunismo qua teoría, no puede entenderse en su génesis sino como un producto derivado y no deseado de las propias erupciones democráticas de masas, Marx hacia 1842 entendía precisamente a la Filosofía verdadera (por ejemplo la de Fichte y Hegel) como la “quintaesencia de su propio tiempo”: Weil jede wahre Philosophie die geistige Quintessenz ihrer Zeit ist. No es que la Democracia como un demiurgo metafísico generara la idea comunista, sería una postura liberal que incomodaría tanto a Marx como a Engels, sino que la propia lucha en las calles y comunas por profundizar y perfeccionar las formas democráticas de gobierno (Engels llama a la democracia burguesa ¡ya en esos años! como forma de gobierno, una Widerspruch in sich, una contradicción en-sí, una falacia, una Teología ateológica: en el fondo “una pura hipocresía”) originó al Comunismo moderno. En palabras de Engels: es la situación del propio proletariado, proletarischen Zustände, la que ha generado, ya sea directa o directamente, a la idea comunista, al Comunismo moderno. Son los defectos, limitaciones y callejones sin salida de la democracia burguesa, sus límites absolutos que no pueden aportar la auténtica Igualdad (daß die Demokratie keine echte Gleichheit) entre los hombres, los que obligan a las masas a recurrir con su instinto de clase al sistema comunitario (Engels le llama Kommunesystem). El Comunismo moderno tiene un origen eminentemente reactivo, de respuesta y contragolpe a los callejones sin salida de la democracia burguesa, y sus complejidades, nuevos desarrollos y crecimiento en tanto teoría política va de la mano con la magnitud del impulso democrático de masas. Pero además la idea comunista crece desde el candoroso suelo popular de la realidad de las formaciones económico-sociales. En otra anotación interesante, Engels se refiere a la peculiaridad del desarrollo de la idea comunista en Alemania, donde además de la línea práctica del Comunismo cristiano a lá Weitling, existe un partido (Partei) que aboga en pro de una idea comunista fuerte y moderna, un curioso eine philosophische Partei, un partido filosófico: “El Socialismo y el Comunismo alemanes han partido… de supuestos teóricos (theoretischen Voraussetzungen); nosotros, los teóricos alemanes, aún sabíamos demasiado poco del Mundo real como para que las condiciones reales nos hubiesen impulsado directamente hacia las reformas de esta ‘mala ‘realidad’. De quienes abogan públicamente por tales reformas, casi ninguno ha llegado al Comunismo de otro modo que mediante la reducción por Feuerbach de la especulación hegeliana (Feuerbachsche Auflösung der Hegelschen Spekulation)… Nosotros, los alemanes, necesitamos, sobre todo, un conocimiento de los hechos en torno a esta cuestión.” Queda claro que la idea comunista es una teoría abierta, derivada, siempre en movimiento y crecimiento, a la que se ha llegado desde múltiples vías y puntos de partida, y que ellas dependen de las propias condiciones nacionales burguesas objetivas.
El término en francés Communiste se fue transfiriendo y traduciendo por toda Europa, a tal punto que el gran utópico Etienne Cabet se autodenominaba a sí mismo como comunista ya hacia inicios de 1840 (Je suis communiste!, decía). La “carrera pública del Comunismo” (como le llamaba el historiador Stein) comenzó públicamente en junio de 1840 en un artículo del “humanista realista” Dézamy en un diario de circulación masiva ; como un rebote o eco polémico figura en la conclusión del influyente libro de Pierre-Joseph Proudhon, Qu’ est-ce que la propieté?, ampliamente estudiado y alabado tanto por Engels como por Marx, fuente seminal del futuro Anarquismo. Por la misma época Louis Reybaud, haciendo un balance de las modernas teorías políticas, le dedicaba un amplio capítulo a las teóricos communistes, junto a socialistas, cartistas, utilitarios y humanitarios; para Reybaud el Comunismo tenía una dilatada genealogía que se iniciaba con la Utopia de Tomás Moro, seguía con Campanella, el teórico absolutista Jean Bodin(¡!), el Code de Morelly, la Oceana de Harrington, y a través de los Digggers y Levellers de la revolución inglesa desembocaban en una primera síntesis en la Gran Revolución francesa con Babeuf. Aunque Babeuf, como sabemos, jamás utilizó la palabra Comunismo, sino la de Plébéianisme o la de Bonheur commun. Entre los comunistas modernnes, circa 1840, Reybaud menciona a sus contemporáneos: Étienne Cabet, Robert Owen, por supuesto Proudhon, y termina con el saintsimonianne crítico Pierre Leroux (muy admirado y leído por Marx, quién le llamaba “hombre genial”). Incluso Engels decía que Leroux desde la revista Revue Indépendant era el único en Francia que defendía filosóficamente los principios del Comunismo (Grundsätze des Kommunismus). La obra de Reybaud, que incluía extractos preciosos de los autores analizados, se hizo muy popular entre las vanguardias políticas y culturales de la época, tuvo varias ediciones, tanto en Francia como en Alemania, y había sido adquirido por el joven Marx, quién la estudió y anotó, conservándola en su biblioteca privada a lo largo de su vida.
No es un shibbolet vacío la idea que sin teoría revolucionaria no puede existir un movimiento revolucionario. No se ha destacado con suficiente énfasis que el joven Marx estaba teóricamente aggiornado con los últimos desarrollos en la filosofía política de su época: hoy sabemos que poseía y había estudiado a la mayoría de los prácticos y teóricos de todas las tendencias igualitaristas, desde Moro, Campanella, Morelly, Rousseau, Paine, pasando por Saint-Simon, Godwin, Fourier, Cabet, Owen, Considerant, Proudhon, Bentham, Weitling, y menos conocidos como Blanc, Canneva, De Lamennais, Dunoyer, Jounert o Vidal. Marx señalaba en un artículo en la Rheinisches Zeitung de 1842 a propósito del Comunismo, texto que sería la primera reflexión en sus escritos sobre la idea, que las kommunistischen Ideen tenían su raíz material y su estímulo “en que el Estamento que nada posee (Daß der Stand, der heute nichts besitzt) reclama participar de las riquezas de las clases medias…” y que “obras como la de Leroux, Considerant y, sobre todo, el agudo libro de Proudhon, no pueden criticarse dejándose llevar por las ocurrencias superficiales del momento, sino tras un largo y profundo estudio.” Sorprende la aparición de un concepto materialista científico, todavía tosco, intuitivo y sin pulir, pero parte esencial de la idea comunista: el de besitzlosen Klasse, Clase No-Poseedora. Volviendo a la influencia en las vanguardias intelectuales y políticas en esta época de la obra de Engels, Die Lage der arbeitenden Klasse in England, podemos comprobar que utiliza allí el mismo concepto de ‘clase poseedora”. Al clarificar el uso terminológico y semántico, explica al lector que “siempre he empleado la palabra ‘Clase Media’ en el sentido de la Middle-Class inglesa… el cual significa, al igual que la palabra francesa bourgeoise, la Clase Poseedora (besitzende Klasse), y en especial, la Clase Poseedora que se diferencia de lo que ha dado en denominarse Aristocracia, la clase que se halla en posesión del poder estatal (Staatsmacht), directamente en Francia e Inglaterra, e indirectamente, como ‘opinión pública’ (öffentliche Meinung), en Alemania. De ese modo he empleado de continuo cono sinónimas las expresiones Obreros (Working Men) y Proletarios (Proletarier), Clase Obrera (Arbeiterklasse), Clase Desposeída (besitzlose Klasse) y Proletariado (Proletariat).” También el joven Marx en esa época utilizaba indistintamente los conceptos de Klasse, Stand (Estamento) e incluso el barroco soziale Sphäre, como puede leerse en Die heilige Familie de 1844. Y como Engels utiliza el término de Mittelklassen para definir la clase que tiene el poder, la Burguesía. El término, semánticamente un Urschlagwort que antecede a la futura “Fuerza de Trabajo”, la Arbeitskraft marxiana y que se mantendrá en casi todos los textos fundacionales (incluso en el famoso Manifest der kommunistischen Partei), seguramente ha sido acuñada&puesta en circulación por Hess, muy influenciado por la filosofía política de Fichte, que a su vez había asimilado la teoría revolucionaria de Graccus Babeuf (Hess llamaba a Babeuf el “Fichte francés”) y asumido la figura de la mediación de los impropiétaires (no-propietarios), término que traduce como Nichteigenthümer, quienes en su combate de vida o muerte son los únicos capaces de extirpar la perniciosa institución de la propiedad, como lo señala en su Staatslehre (Doctrina del Estado). La inversión o torsión que Hess realiza sobre Hegel es de inspiración fichteana, criticándole el aspecto contemplativo y exigiéndole la dimensión de futuro y una teoría de la acción. Hess convirtió a Engels, desde su Owenism industrialista ingenuo, al Comunismo; según su propio testimonio, al escribirle a su amigo Auerbach en junio de 1843: “Ahora se encuentra en Inglaterra otro de los hegelianos, que está escribiendo una obra monumental sobre este asunto (La situación de la clase obrera en Inglaterra). Con él mantengo un estrecho contacto. Resulta que el año pasado, cuando estuve a punto de ir a París, vino de Berlín a Colonia. Hablamos sobre los problemas del momento, y él, un revolucionario del primer momento, se separó de mí como el más ferviente comunista…”. El joven Engels le devolverá el cumplido y destacará su importancia en un artículo escrito para el diario The New Moral World firmado como “un viejo amigo de Alemania” el 13 de diciembre de 1844, con el título “Rápidos avances del Comunismo en Alemania”, en el cual señala que “las personalidades literarias más activas entre los socialistas alemanes son el Dr. Karl Marx, en París; el Dr. Moses Hess, actualmente en Colonia; el Dr. Karl Grün, en París; Friedrich Engels, en Barmen (Prusia renana); el Dr. Otto Lüning, en Rheda, Westfalia: el Dr. Hermann Püttmann, en Colonia y algunos escritores más…”. En efecto, los artículos publicados por Hess entre 1842 y 1843 en la revista jovenhegeliana Einundzwanzig Bogen aus der Schweiz—aparecida en Zürich por problemas de censura— sucesivamente: “Socialismo y Comunismo”, “La Libertad una y total” y “Filosofía de la Acción”, ilustran perfectamente su talante spinoziano-fichteano, antihegeliano y materialista revolucionario. Tanto que el mismo Marx, en los famosos Manuscritos de París de 1844 dirá que “los trabajos alemanes fundamentales y originales acerca de esta Ciencia (el Socialismo y el Comunismo) se reducen, fuera de los escritos de Weitling, a los artículos de Hess escritos en los Einundzwanzig Bogen aus der Schweiz, al ‘Esbozo de una crítica de la Economía Política’ de Engels en los Deutsch-französische Jahrbücher.” En el mismo artículo un Marx todavía demasiado jovenhegeliano pero lleno de dudas, critica al Comunismo filosófico basado en fraseología, travesuras imaginativas, coqueteos fantasiosos y zalamerías platónicas, y le pregunta a su público lector liberal: “¿Podemos considerar al Comunismo como un problema actual poco importante porque no sea un asunto bueno para los salones literarios, porque vista trapos sucios y no huela precisamente a rosas?”, reconociendo que “el Comunismo es una cuestión actual extraordinariamente seria en Francia e Inglaterra.” Al finalizar el artículo el joven marx resume: “no podemos ni siquiera reconocer como posible la realidad teórica (theoretische Wirklichkeit) a las ideas comunistas en su forma actual, y menos aún desear su realización práctica (praktische Verwirklichung), y proponemos someter a estas ideas a una crítica a fondo.” Finalmente Marx destacará la importancia final de la teoría revolucionaria, aunque la teoría sea un derivado, una Quintessenz de su tiempo: “no es el intento práctico, sino en el desarrollo teórico de las ideas comunistas donde está el verdadero peligro, pues a los intentos prácticos, aunque sean intentos en masa, cuando se consideren peligrosos, se pueden contestar con los cañones”, para premonitoriamente concluir “pero las ideas que se adueñan de nuestra mente, que conquistan nuestra convicción y en las que el intelecto forja nuestra conciencia, son cadenas a las que no es posible sustraerse sin desgarrar nuestro corazón; son demonios de los que el Hombre sólo puede triunfar entregándose a ellos.” La idea comunista ya había generado en el joven Marx, todavía liberal de izquierda, lo que llama “angustia de la Conciencia”, la rebelión de los deseos subjetivos (subjektiven Wünsche) del Hombre contra las convicciones objetivas (objektiven Einsichten) de su propio intelecto.
Etiquetas: Anarquismo, Babeuf, comunismo, Engels, Fichte, Hegel, heidegger, Hess, Marx, Nietzsche, Proudhon
3 Comments:
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Leerte es un placer, ... y un gran aprendizaje.
Saludos.
Darìo.
Gracias por compartir este texto. Es una gran fuente de aprendizaje y de comprender a Marx en el presente.
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