Marx, del Soho a Bloomsbury
 “El jefe de ese partido (de los comunistas) es Karl Marx. Como esposo y padre de familia, y, a pesar de su carácter generalmente indómito e intranquilo, Marx resulta el hombre más dulce y pacífico. Vive en una de las casas más miserables, y en consecuencia también más baratas de Londres. La vivienda consta de dos habitaciones; el salón tiene vista a la calle, mientras el dormitorio da a la parte trasera. En todo el piso no puede encontrarse el menor rastro de mueble limpio y bueno; todo está gastado, roto y deshecho. Por doquier se acumula polvo y reina el máximo desorden. En el centro del salón se encuentra una enorme mesa, como la de nuestros abuelos, cubierta con un mantel de hule. Sobre él se encuentran sus manuscritos, libros, diarios, así como los juguetes de sus niños, los trapos de la costura de su esposa, luego algunas tazas de té con los bordes desportillados, cucharas, tenedores y cuchillos sucios, lámparas, tinteros, vasos, pipas de barro holandesas, cenizas de tabaco; en resumidas cuentas: toda esta diversidad de objetos bien mezclada y en una sola mesa… Cuando se penetra en el domicilio de Marx, los ojos se le nublan a uno de tal forma por el humo del tabaco y la antracita, que en los primeros momentos se ve obligado a caminar a tientas, como si se entrara en una cueva, hasta que la vista se va acostumbrando paulatinamente a la oscuridad y va adivinando los objetos a través de la neblina… Siempre reciben al visitante con la máxima amabilidad, ofreciendo con cariño pipa, tabaco y lo que haya. Una ingeniosa y agradable conversación suple todos los defectos hogareños y hace soportables todas esas molestias De esta forma uno se reconcilia con las citadas personas, encuentra interesante su círculo, incluso original. Ésta es la imagen fiel de la vida familiar en el barrio del Soho del jefe comunista Marx”. Tal era el informe sobre el domicilio en el Soho londinense de un espía de la policía secreta de Prusia confeccionado en 1852, seguramente por un coronel de origen húngaro, un tal Bangya. Hasta
“El jefe de ese partido (de los comunistas) es Karl Marx. Como esposo y padre de familia, y, a pesar de su carácter generalmente indómito e intranquilo, Marx resulta el hombre más dulce y pacífico. Vive en una de las casas más miserables, y en consecuencia también más baratas de Londres. La vivienda consta de dos habitaciones; el salón tiene vista a la calle, mientras el dormitorio da a la parte trasera. En todo el piso no puede encontrarse el menor rastro de mueble limpio y bueno; todo está gastado, roto y deshecho. Por doquier se acumula polvo y reina el máximo desorden. En el centro del salón se encuentra una enorme mesa, como la de nuestros abuelos, cubierta con un mantel de hule. Sobre él se encuentran sus manuscritos, libros, diarios, así como los juguetes de sus niños, los trapos de la costura de su esposa, luego algunas tazas de té con los bordes desportillados, cucharas, tenedores y cuchillos sucios, lámparas, tinteros, vasos, pipas de barro holandesas, cenizas de tabaco; en resumidas cuentas: toda esta diversidad de objetos bien mezclada y en una sola mesa… Cuando se penetra en el domicilio de Marx, los ojos se le nublan a uno de tal forma por el humo del tabaco y la antracita, que en los primeros momentos se ve obligado a caminar a tientas, como si se entrara en una cueva, hasta que la vista se va acostumbrando paulatinamente a la oscuridad y va adivinando los objetos a través de la neblina… Siempre reciben al visitante con la máxima amabilidad, ofreciendo con cariño pipa, tabaco y lo que haya. Una ingeniosa y agradable conversación suple todos los defectos hogareños y hace soportables todas esas molestias De esta forma uno se reconcilia con las citadas personas, encuentra interesante su círculo, incluso original. Ésta es la imagen fiel de la vida familiar en el barrio del Soho del jefe comunista Marx”. Tal era el informe sobre el domicilio en el Soho londinense de un espía de la policía secreta de Prusia confeccionado en 1852, seguramente por un coronel de origen húngaro, un tal Bangya. Hasta Londres en la década de 1840 era, con Bruselas y Ginebra,  la capital por defecto del exilio político después del fracaso de las revoluciones europeas de 1848. Se la consideraba un santuario, superior a Ginebra (Bruselas siempre fue considerada una ciudad de paso), debido a la seguridad y a la gran libertad de la que gozaban los exiliados revolucionarios. París lo era, pero debido al gobierno tiránico de Luis Felipe, dejó de serlo por mucho tiempo. Marx llegó a Londres en 1849 y en el barrio de Soho ya funcionaba la “Sociedad Educativa de Trabajadores Alemanes”, Deutsche Bildungs-Gesellschaft für Arbeiter (aunque cambió de nombre muchas veces), desde 1840 (en 
Aunque la primera casa familiar de los Marx fue en King’s Road, Chelsea, por emergencia económica debieron pasar por el “German Hotel” en Leicester Square (un lugar de tránsito de refugiados políticos de todas las revoluciones fallidas en Francia, Italia, Austria y Alemania); finalmente se instalarán en el barrio del Soho, en la calle Dean. Primero en el número 64, luego por seis años en el 28, planta alta (dos cuartos amueblados, subarrendados al escritor irlandés Morgan Kavanagh, quien a su vez se lo alquilaba a un rico comerciante en encajes judío), una vivienda ya desaparecida (en la planta baja existe hoy un restaurante muy conocido, el “Leoni’s Quo Vadis”). Era una casa “Georgian style”, construida en 1735, bajo un contrato por 65 años hecho por la familia Portland a John Nolloth, carpintero. Según testimonio de Wilhelm Liebknecht (padre de Karl, el espartaquista), Dean Street era “una pequeña vivienda que en realidad estaba formada sólo por dos habitaciones: la antesala o recibidor, que hacía las veces de sala de visitas y trabajo, y el cuarto posterior, que servía para todos los demás menesteres”. Allí desde 1967 figura una placa azul conmemorativa colocada por el Greater London Council con una inscripción incorrecta: “Karl Marx, 1818-1883, lived here 1851-
De su casa en la calle Dean (el "viejo Cuartel General", como le llamaban) en el Soho Quarter, Marx tenía un corto recorrido hasta el barrio de Bloomsbury (si, el del famoso grupo de intelectuales del siglo XX: Woolf, Strachey, Keynes), donde se encontraba el British Museum (hoy British Library). Seguramente caminaría por la calle Dean hasta girar por la calle Oxford, en aquellos momentos adornada de largas lámparas instaladas en la década de los ’40 en las tiendas más importantes (lámparas que apedreaba en sus salidas con Edgar Bauer). En seguida llegaría a 
El resultado, que Marx pudo ver y usar, fue la sala de lectura más famosa de Occidente, que llegó a tener casi un millón de lectores por año. La nueva librería fue inaugurada en 1857, cuando la familia Marx ya estaba en mudándose a los suburbios londinenses. Uno de los primeros lectores ilustres del British fue Étienne Cabet, quién leyó y anotó como base a su famoso ensayo utópico “Voyage en Icarie” (el libro que contenía las máximas de "a cada cual según sus necesidades") en 1834. Carlyle (que irónicamente decía que el British Museum estaba lleno de personas en estado de imbecilidad leyendo), Thackeray, Dickens, Mazzini, Ruskin, pasaron por sus escritorios y al propio Marx, uno de sus lectores más diligentes, le siguieron Gladstone, Shaw, Kropotkin, Gandhi, poetas como Swinburne o Yeats e incluso Chesterton y Lenin (“la sección de economía es particularmente completa… porque son comerciantes. Tienen que negociar con Rusia y, para ello, tienen que conocerla”, confesaba Ulianov).  Una impresión duradera de la nueva Reading Room es la opinión de Hippolyte Taine, el escritor e historiador francés, que trabajó en 1859: “la librería contiene más de 600.000 libros: se encuentra una descomunal Reading Room, circular y coronada por una cúpula, de tal forma que ningún lector le falta luz en sus ojos. Las estanterías en su alrededor están llenas de libros de referencia, diccionarios, colecciones de biografías, clásicos de todos los campos, muy bien acomodados , en las cuales uno puede consultarlas en el momento. Además, en cada mesa, hay un pequeño mapa o plano para mostrar el orden y posición de estos libros. Cada escritorio está aislado. No tienes nada sólo la madera de tu escritorio sobre tus ojos… las sillas son de cuero, y los escritorios están cubiertos de cuero también; todo en muy buen estado y limpio. Dos plumas en cada escritorio, un tintero y un repuesto de acero… hay un lugar para señoritas muy bien pensado…”. La única luz natural para leer provenía del domo. Es posible que ya a partir de las cuatro de la tarde faltara la luz con suficiente claridad para leer. Más temprano en invierno o si se presentaba niebla, cosa muy común en 
¿Cómo era su método de trabajo en esa época? Tenemos el relato de un auténtico englishman, el socialista Hyndman: “…ya estaba en el British Museum cuando éste abría sus puertas por las mañanas, y no salía de él hasta la noche, cuando cerraba sus puertas. De nuevo en casa, sólo se permitía unos breves instantes para descansar y cenar, y seguir trabajando luego hasta las primeras horas de la madrugada. Dieciséis horas diarias de trabajo era su ritmo habitual, y en no pocas ocasiones todavía añadía una o dos horas más. ¡Y qué trabajos realizaba!”.
Marx obtuvo su ticket de lector Nº 1833 en junio de 1850 (una tarea dificultosa, ahora como antes según dicen) comenzando a leer números atrasados de “The Economist” durante tres meses, seguido de periódicos y pamphlets. Al final de su vida, Marx sabrá más de economía política de 
Pero no era sólo una tarea individual sino colectiva (cuando podía). Liebknecht recuerda estos días: “por aquella época se construyó las fastuosa ‘Reading Room’ del British Museum, con sus inagotables tesoros de libros. Y allí, donde Marx pasaba todo el día, nos llevaba continuamente. ¡Estudiar! ¡Estudiar! Éste era el imperativo categórico que a menudo nos gritaba en voz alta, y que ya se hallaba presente en su propio ejemplo, incluso en la mera visión de ese espíritu de continuo entregado al trabajo. Mientras los demás emigrantes forjaban planes para la revolución universal y se embriagaban día tras día y noche tras noche con sueños como ‘Mañana será el día señalado’, nosotros, hatajos de bribones, los bandidos, la escoria de la humanidad, pasamos el tiempo en el British Museum para aumentar nuestros conocimientos y preparar las armas y la munición para las batallas del futuro… En ocasiones no teníamos ningún alimento que llevarnos a la boca, circunstancia que, sin embargo, no nos impedía acudir al British Museum, pues allí se podía disfrutar de cómodas sillas para tomar asiento y en invierno una agradable calefacción, comodidades que faltaban en casa, si es que podía hablarse de un ‘domicilio’ u ‘hogar’”. Ya en 1863 Marx había tomado a su hija Laura como asistente en su trabajo en el British Museum y lo acompañaba a la biblioteca diariamente, a cuyo efecto le había conseguido una credencial de “Reader”. La edad mínima para entrar al “Reading Room” fue elevada en 1863 de 
Marx no se contentaba con los libros que hallaba en el British: la novedades que tardaban en llegar a sus anaqueles trataba de adquirirlas y si el costo era muy alto, recurría a una práctica bien victoriana, ahora inusual: alquilaba los libros en la conocida biblioteca de renta de libros “Mudy” (fundada en 1842  y que quebró en 1937). El Soho no sólo fue una pequeña patria, también fue un secreto Gólgota familiar. Tres de los hijos de Marx murieron miserablemente en Dean Street: Henry, Franziska y Edgar (Mouche), muerto en brazos del propio Marx; allí también Marx tuvo a su hija preferida, Jenny (todas las hijas de Marx llevaban el nombre de su madre) Julia Eleanor, “Tussy”; y a un hijo ilegítimo con la fiel sirvienta Helene Demuth (Linchen), nacido en 1851 y bautizado como Henry Frederick Demuth, el único hijo varón que le sobrevivió, del cual Engels reconoció su paternidad. 
Herzen, él mismo un exiliado político romántico que llegó a Londres en el verano de 1852, describía que en el Soho se encontraban “elementos incongruentes arrebatados del continente y depositados por las resacas y los flujos de la revolución en los barrios de Leicester Square y en sus calles traseras… una desgarrada población que usaba sombreros como nadie lo hacía, y pelambre donde no debería haber, una población miserable, golpeada por la pobreza… de los émigrés nada puede esperarse: son muertos que entierran a sus muertos” Fue precisamente lo que no esperaba Herzen (ni nadie): que de esta dialéctica material entre emigración política, pobreza extrema, alta cultura y la biblioteca más sofisticada del mundo, un desarrapado doctor en filosofía sin trabajo elaborara la teoría más revolucionaria a que se enfrentó el mundo bourgeois. ¿Habría podido ser de otra manera?
 
 
 









 
3 Comments:
Buen texto, podría publicar las fuentes que sirvieron de base para escribirlo?.
Gracias
Gracias por tu lectura. Es parte de un libro inconcluso sobre Marx:
Bibliografía básica:
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Saludos
muy interesante, caí acá porque fue mencionado en otro lugar, mas precisamente en TARINGA, de la siguiente forma -http://www.taringa.net/posts/info/10964609/Marx_-del-Soho-a-Bloomsbury.html- pero como asi no me dejo entrar (no se porque), googlié "Marx-del-Soho-a-Bloomsbury html"
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