lunes, marzo 31, 2008

Intelectuales y Nazismo: mi último encuentro con Heidegger

Mi último encuentro con Heidegger:

La vignette es un género muerto pero al mismo tiempo de lento renacer. En su definición de diccionario es la representación literaria de un "instante" o breve momento sin continuidad ni pasado. Tienen mucho de impresión, de pintar el momento. Es casi lo mismo que los franceses llaman anecdote y los alemanes Collage. Trata de captar emociones, gestos, colores y sonidos narrados, en lugar de una historia con planteamiento, nudo y desenlace. Puede considerársela como representación pictográfica del mínimo espacio y/o tiempo significativo y que constituye la unidad mínima del montaje del texto. En algunas épocas tuvo gran prestigio y uso literario, en el periodismo demócrata se acercó en peligrosidad política al brulote. Los alemanes, siempre precisos en los conceptos, llamarían a este texto un Charakterskizzen. Aquí presentamos una anecdote, una viñeta filosófico-política que pintará de cuerpo entero al filósofo más importante del siglo XX, hablamos de Martin Heidegger. La escribe-relata otro filósofo importante, discípulo y fiel seguidor del Mago de Messkirch, Karl Löwith. Con la humildad del discípulo ante el gran maestro el recuerdo proyecta de manera más preciosa e intuitiva la adhesión de uno de los filósofos más grandes del siglo XX al nacionalsocialismo.

Nacido en Munich en 1897 y fallecido en Heildelberg en 1973, este filósofo de la historia alemán se formó intelectualmente en el círculo de Husserl y perteneció al grupo de colaboradores íntimos de Heidegger. Nació en el seno de una familia judía asimilada, convertidos al protestantismo. Uno más del entorno de la llamada Bildungsbürgertum, la burguesía judía de alta cultura. Su padre, Wilhem, era un artista de éxito y estimulo en interés de su hijo por la cultura europea. Löwith sucumbió al patrioterismo de 1914, se presentó voluntario en el ejército del Kaiser, Kriegsfreiwilliger, y fue gravemente herido en el frente italiano de Isonzo en 1915. Fue hecho prisionero cerca de Génova, una experiencia existencial que cambiaría su vida. Los italianos (latinos en general) le inspirarían un afecto que le habría de durar toda la vida así como su admiración por lo que él llamaba la “sensibilidad mediterránea”. Löwith regresaría a Italia dos veces como estudiante y finalmente la última escapando de la dictadura nacionalsocialista (1935-1936). Volvió a Munich en 1917 y estudió biología y filosofía. Se trasladó a Freiburg para estudiar fenomenología, la filosofía de moda, y allí fue seducido por un joven y místico ayudante de Husserl, Martín Heidegger, a quién siguió a Marburg en 1924. En él creyó encontrar “la palpable intensidad e impenetrable profundidad del impulso espiritual” y una alternativa revolucionaria al mandarinado mundo académico alemán. La “Habilitationsschrift” (tesina de habilitación) de Löwith, presentada en 1928 con el título de Das Individuum in der Rolle de Mitmenschen, fue dirigida por el mismo Heidegger. La tesis, subtitulada “Una contribución al fundamente antropológico de los problemas éticos”, proponía desde la filosofía la teoría moderna de los roles. Ya aquí entre líneas polemizaba con la interpretación egoísta-solipcista del “Ser-con” (Mitsein) desarrollado por Heidegger en Sein und Zeit. El ascenso legal de Hitler al poder en enero de 1933, la “Deutschland Erwatch!”, el despertar del nacionalsocialismo, lo encontró como Lektor de la Universidad de Marburg. Por supuesto su vida y la de su familia se hicieron imposibles. Abandonó Alemania en 1934 para embarcarse en un largo y tortuoso circuito de emigración: estuvo primero en Italia, casi cuatro años en Japón y, finalmente, arribó a los Estados Unidos en 1941, donde accedió a un cargo en el Hartford Theological Seminary; más tarde enseñó en la New School for Social Research (donde grandes exiliados europeos dieron clases: Hanna Arendt y Hans Jonas, hijos espirituales de Heidegger, Erich Fromm, Claude Levi-Strauss, Roman Jakobson entre otros) por dos años (1949-1951), aceptando entonces un ofrecimiento (gracias a las recomendaciones de un conservador filonazi: Hans-George Gadamer) de una cátedra de Filosofía en la Universidad de Heildelberg, cargo que ejerció desde 1964 hasta su muerte. Como dato curioso, Löwith fue invitado al Congreso de Filosofía realizado en 1949 en la provincia de Mendoza, Argentina, donde seguramente escuchó el discurso del Coronel Juan D. Perón sobre la relación entre la filosofía y la comunidad organizada. Nos podemos imaginar su sorpresa al ver a un militar con estilo mussolinianne clausurar un congreso de filosofía en uniforme, hablar de “movimiento” y de “tercera vía” o el renacimiento temático de la “Volksgemeinschaft” nacionalsocialista-heideggeriana en un exótico lugar del Tercer Mundo. Su ponencia, titulada “Background and Problem of Existentialism”, versaba sobre al concepto de “existencia” tal como era definido por Heidegger en Sein und Zeit y adoptado por Sartre con gran resonancia mundial. Parece que Löwith se maravilló y aterró al cruzar en avión la cordillera de los Andes. Además Löwith fue uno de lo primeros en desatar la “Heidegger Wars”, la larga serie de discusiones en Francia con motivo de su adhesión al nacionalsocilismo, al publicar en la revista de Sartre, “Les Temps Modernes”, (traducido por Joseph Rovan, noviembre 1946, p. 343.) el artículo todavía insuperado “Les implications politiques de la philosophie de l’existence chez Heidegger”. El texto había sido escrito en 1939, como parte de su proyecto “Europäische Nihilismus”, pero Löwith deseó su traducción y publicación en francés al ver atónito cómo Heidegger se transformaba en una moda parisina mal asimilada. En el postscriptum de la edición alemana su esposa Ada no recuerda en qué circunstancias Karl conoció las bases del concurso de Cambridge: “mi marido se puso enseguida a escribir el relato que, aunque con mucha rapidez, lo pudo concluir a tiempo. Para redactar el texto le resulto muy útil su costumbre de anotar en cartas y diarios sus encuentros y entrevistas y los sucesos diarios, acontecimientos que acompañaba con ilustraciones: fotografías, postales o recortes de periódicos adecuados. Hizo toda una selección de esas imágenes en el anexo ilustrado del manuscrito original.” El llamado “Harvard Paper” quedó olvidado hasta que su esposa al ordenar sus papeles después de la muerte de Karl “saltó a mis manos”. Impresionada por su lectura y por la significación de suceso y personalidades tan relevantes se lo entregó a el editor quién no dudó en publicarlo con un apéndice fotográfico. Junto con los testimonios de K. Jaspers, H. Arendt, H. Marcuse y Georg F. Jünger sería difícil descubrir un alegato más esclarecedor y obligado de este antiguo estudiante que se formó e intimó con Martin Heidegger. Según muchos críticos es “una obra maestra de concisión intelectual y descripción inteligente” (Wolin), donde Löwith no sólo hable de Heidegger y su círculo aúlico, sino dedica penetrantes bosquejos al Kreis de Stefan George, a los herederos de Nietzsche, a Spengler, a Husserl y a los seducidos por el sonámbulo y vegetariano Hitler. Löwith sí sabía de lo que hablaba, por eso recriminaba las lecturas hagigráficas que separaban obra y hombre: “No es Heidegger el que al optar por Hitler se ‘comprendió mal’ a sí mismo; antes bien son los que no pueden entender por qué actuó de esta manera los que no lo han comprendido”.

Heidegger en Roma y la “Aktion Ritterbusch”: en los inicios del año 1936 el filósofo Heidegger y su mujer Elfride Petri viajan a Roma. No es un viaje de placer sino una misión diplomático-cultural semioficial. Tampoco es la primera vez, han estado en 1935 dando la misma conferencia con el título Hölderlin und das Wesen der Dichtung” (“Hölderlin y la esencia de la poesía”). El lugar es el mismo: una bella villa, la Sciarra-Wurts, donde funciona un organismo cultural del fascismo italiano. Era (es, sigue funcionando) el “Istituto Italiano di Studi Germanici”, creado por Mussolini y dirigido por el filósofo “oficial” del fascismo, Giovanni Gentile. El 3 de abril de 1932, con ocasión de la celebración del centenario de la muerte de Goethe y paralelamente a la inauguración de la casa de cultura fascista “Petrarca-Haus” (que editará la traducción alemana de “Origini e dottrina del fascismo” de Gentile) en Colonia, se inaugura el instituto con gran pompa estatal con la presencia de Il Duce en persona, de elegante etiqueta, y se nombra presidente honorario a Gentile. En el instituto estaba prohibida la entrada a los judíos, por lo que Löwith no pudo estar entre la audiencia que escuchó la lectura de Heidegger dada el 2 de abril de 1936. Este instituto llevó a Italia a lo más selecto de la Intelligentsia orgánica del NSDAP hasta 1940. Algunos de los intelectuales orgánicos del NS-Staat fueron Carl Schmitt (amigo de Heidegger), Hans Heyse (uno de los filósofos más importantes del estado nazi), Hans Carossa, Karl Haushofer, entre otros. Los que viajaban a Italia, pasaban una semana amena y daban una conferencia, pasaban una semana idílica y propagandizaban la nueva Weltanschauung nacionalsocialista a los primos italianos. El instituto tuvo un papel destacado en la empresa propagandística nacionalsocialista y difusión de su Weltanschauung a través de las ciencias humanas, llamada “Aktion Ritterbusch”. La Aktion, cuyo nombre deriva de un intelectual nazi, profesor de jurisprudencia Paul Ritterbusch, que dirigía el programa, era el esfuerzo de las humanidades a la guerra, “Kriegseinsatz der Geisteswissenschaften”, que el IIº Reich proyectaba tarde o temprano. El ministerio de educación de Hitler estableció un grupo de trabajo, con el pomposo título de “Arbeitsgemeinschaft für den Kriegseinsatz der Geisteswissenschaften”. El grupo integraba una sociedad paraestatal, la “Reichsarbeitsgemeinschaft für Raumforschung” (Sociedad Imperial para la Investigación del Espacio Vital), que incluía más de 500 científicos de todas las áreas. El objetivo era crear un “neue geistige Ordnung Europas”, un Nuevo Orden espiritual en Europa, guiado por la ideología nacionalsocialista y el rol de Alemania como pueblo superior y guía. Toda la parafernalia de las ciencias del espíritu, historia y ciencia antigua, geografía y geopolítica, literatura germánica, orientalismo, historia, arte, filosofía, literatura, derecho privado y público, fueron aplicados a reforzar la ideología de una Europa comunitaria basada en el dominio racial alemán. El motto de la sociedad lo dice casi todo: “Neben dem besten Soldaten der Welt muß der beste Wissenschaftler der Welt stehen” (“No sólo tenemos los mejores soldados del mundo, sino a los mejores científicos”). Entre los intelectuales que fueron famosos después de 1945 y que participaron activamente en la Aktion figuran, además de Heidegger, el filósofo Nicolai Hartmann, el hermenuta Hans-Georg Gadamer, el antropólogo Arnold Gehlen, el historiador Joachim Ritter, el historiador de la antigüedad Wolfgang Schadewaldt. Heidegger fue invitado personalmente por Gentile, en una invitación con su firma y contó con el aval del Ministerio de Relaciones Exteriores del Reich. En estos viajes Heidegger se hizo de importantes amistades en la cúpula fascista: Giuseppe Bottai, entonces ministro de educación del fascismo; el filósofo Ernesto Grassi (íntimo de Bottai) y Dino Edoardo Alfieri, entonces ministro de propaganda y a partir de 1940 embajador italiano en Berlin. La conferencia, titulada: Hölderlin und das Wesen der Dichtung, ahora en GA4, fue publicada originalmente en diciembre de 1936 por la revista “Das innere Reich” (El Imperio interior) un órgano racial-popular, völkische político-esotérico, que pretendía realzar el valor de una Alemania aria, eterna e invisible, escondida en el “Geist” histórico, una publicación totalmente sumisa de la figura de Hitler; después efectivamente fue publicada, por segunda vez, en la revista de las juventudes hitlerianas Wille und Macht” (“Voluntad y Poder”). Aunque Heidegger no lo señala en sus recuerdos, en su paso por la Italia fascista sostuvo una segunda conferencia en Roma, el 8 de abril de 1936, cuyo título era: Europa und der deutsche Philosophie”, en el marco del “Kaiser-Wilhem Institut”, “Bibliotheca Hertziana”. En cuanto a la revista Wille und Macht, de nombre con reminiscencias nietzscheanas, era el órgano central y rector de la “RJ”, la “ReichsJugend”. las “Juventudes del Reich”, la organización nacionalsocialista dirigida por Baldur Von Schirach desde 1931, organización que llegó a encuadrar a ocho millones de jóvenes entre 10 y 21 años. En esos medios de agitprop nacionalsocialista se publicaban (y leían) los textos de Heidegger.

“Mi último encuentro con Heidegger en Roma en 1936: El texto que le ofrecemos al lector tiene un inusual origen. Fue escrito en Japón alrededor de 1939, como parte de un concurso apadrinado por la Harvard’s Widener Library de Cambridge. Este concurso era exclusivamente para emigrados alemanes, quienes debían presentar ensayos que no excedieran las 20.000 palabras con el tema: “Mein Leben in Deutschland vor und nach dem 30 Januar 1933”. El jurado estaba compuesto por el psicólogo Gordon W. Allport, el historiador Sidney B. Fay y el sociólogo Edwars Y. Hartsshorne. Dada la precaria situación financiera de Löwith, debida a las circunstancias de su forzosa huida de Alemania, los quinientos dólares del primer premio o los doscientos cincuenta del segundo (que era el equivalente a alrededor de seis o siete salarios de la época) se presentaban como muy atractivos. Por supuesto: Löwith no recibió ninguno de los premios, sus fascinantes anotaciones autobiográfico-filosóficas, indudablemente demasiado sustanciales para el paladar pragmático del jurado americano. El comité de premios de Harvard había dejado en claro que no le interesaban las “reflexiones filosóficas sobre el pasado” sino un “testimonio factual” (Wahreitstreu). El manuscrito quedó en el olvido. Recién fueron re-descubiertas por su viuda y publicadas en 1986 bajo el mismo título del concurso por la Metzlersche und Poeschel Verlag de Stuttgart en 1986. Al darnos a conocer su última reunión con Heidegger, acaecida en Roma durante abril de 1936, esta vignette nos pinta un Heidegger de carne y hueso, tozudo, políticamente decidido, con una desfachatada desenvoltura, luciendo la “Swastika” en su solapa o aclarando su opinión respecto a la relación integral de su pensamiento con la doctrina del NDSAP.

Nuestra traducción se basa en la edición alemana (p. 56-59). Donde el texto apareció por primera vez, “Mein Leben in Deutschland vor und nach 1933. Ein Bericht” (Sttutgart; Metzler, 1986) y en la primera traducción al inglés hecha por Richard Wolin con el título “My Last Meeting with Heidegger in Rome, 1936” aparecida en la revista New German Critique, N° 45, fall 1988, pag. 115-116; luego aparecida en el volumen colectivo “The Heidegger Controversy. A Critical Reader” (Massachussets, MIT Press, 1993; pág. 140-143). Existe traducción española: “Mi vida en Alemania antes y después de 1933. Un testimonio” (Madrid, Visor Libros, 1992). Le hemos agregado notas que no existen en las versiones para la mejor comprensión del contexto o cuando lo requiera el texto. (Nicolás González Varela)

Mi último encuentro con Heidegger

Por Karl Löwith

En 1936, durante mi estadía en Roma, Heidegger dio una lectura sobre el poeta Hölderlin en el Instituto Ítalo-Alemán de Cultura.(1) Después de la conferencia él nos acompañó a nuestro apartamento y se mostró visiblemente afectado por la pobreza de nuestro amoblamiento. Advirtió que no tenía mi biblioteca, que aún estaba en Alemania. Por la noche fui con él hasta su habitación en el Instituto Hertziano donde su mujer, Elfride Petri, me recibió con una discreta amabilidad. Es casi seguro que le resultaba comprometida la situación, al recordar la gran cantidad de veces que yo había sido invitado a su casa. El director del Instituto nos invitó a cenar en el restaurante “Osso Buco” y durante el desarrollo del encuentro se eludieron los temas políticos.

Al día siguiente, mi esposa y yo, junto con Heidegger, su esposa y sus dos pequeños hijos, a los cuales yo había cuidado cuando ellos eran más pequeños, realizamos una excursión a Frascati y Tusculum.(2) Era una tarde radiante, y yo estaba muy feliz a causa del encuentro entre nosotros, a pesar de las reservas inevitables del caso. Heidegger no se quitó el emblema con la insignia del NSDAP que lucía en la solapa, ni siquiera en esa ocasión. El símbolo lo lució durante toda su estadía en Roma y, por lo visto, no se le ocurría ni siquiera pensar que la “Swastika” estaba fuera de lugar mientras pasaba el día a mi lado.

Hablamos de Italia, de Freiburg y Marburg, y también de tópicos filosóficos. Fue amistoso y atento, pero eludió toda alusión a la situación de Alemania y a sus puntos de vista sobre ella, tal como había hecho su esposa.

Cuando volvíamos, yo intenté que me diera su opinión sincera en torno a la situación en Alemania. Llevé la conversación hacia la controversia en el diario Neue Züricher Zeitung y le expliqué que no estaba de acuerdo con el ataque político de Barth(3) ni con la defensa de Staiger,(4) puesto que yo era de la opinión de que su participación en el nacionalsocialismo se encontraba en la esencia de su filosofía. Heidegger asintió a mi afirmación sin reservas, y agregó que en su concepto de “historicidad” (“Geschichtlichkeit”) se encontraba el fundamento (“Grund”) de su engagament político. Heidegger también afirmó que no existía ninguna duda en su creencia en Adolf Hitler, pero que el Führer había subestimado solamente dos cosas: la vitalidad de las iglesias cristianas y los obstáculos de la anexión, el “Anschluss” con Austria. Seguía convencido de que ahora, como antes, el nacionalsocialismo era el curso correcto para Alemania, sólo había que tratar de mantenerse y perseverar en este largo camino. El único aspecto que le parecía problemático era el desmesurado crecimiento de la organización a expensas de las fuerzas vitales. Heidegger no se daba cuenta del destructivo radicalismo de todo el movimiento y del carácter pequeño-burgués de todas esas instituciones, como la “Krafte durch Freude” (KdF), “Fuerza de alegría”(,5) porque él mismo era un pequeño-burgués radicalizado.

En mi respuesta le remarqué que yo podía comprender algunos aspectos de su actitud, excepto que él se pudiera sentar en la misma mesa, en la Akädemie fur deutsche Recht (Academia del Derecho Alemán) (6), con un individuo tal como Julius Streicher (7), a lo que Heidegger se mantuvo en silencio primero y sin respuesta después. Luego, de alguna manera incómodo, me dio la siguiente justificación, que Karl Barth recoge de manera magistral en su libro Theologische Existenz Heute(8), de que todo hubiera resultado “mucho peor” si ninguno de los intelectuales (“Wissenden”) se hubiera comprometido en actitudes como la suya. Y con evidente resentimiento contra la “Intelligentsia”, Heidegger concluyó su explicación diciendo “...si esos ‘gentlemen’ no se hubieran considerado demasiado refinados para comprometerse, todo hubiera sido diferente; pero yo estoy ahora en total soledad...” A mi respuesta que no había que ser demasiado “refinado” para renunciar a trabajar con gente como Streicher, Heidegger contestó “no se necesita gastar palabra sobre Streicher, Der Stürmer(9)no es otra cosa que pornografía...”. Él no podía comprender cómo Hitler no se sacaba de encima a ese sujeto, que según la opinión de Heidegger podía ser por miedo.

Estas respuestas eran típicas; puesto que no hay nada más fácil para los alemanes que ser radicales en las ideas e indiferentes ante los hechos prácticos. Ellos consiguen ignorar todos los “individual Fakta” para poder seguir aferrándose más decisivamente a su concepto de totalidad y separar “materia de hechos” de “personas”. En verdad, el programa de la “pornografía” fue totalmente realizado y era una realidad en Alemania en 1938.(10) Y no hay nadie que pueda negar la identificación entre Streicher y Hitler sobre esta materia.

Cuando le envié a Heidegger mi libro sobre Burckhardt(11) no recibí ningún tipo de contestación, al igual que había sucedido el año anterior cuando apareció mi libro sobre Nietzsche.(12) No he recibido de Heidegger ni una línea de agradecimiento y menos aun algún tipo de comentario objetivo. Volví a escribir dos veces más a Heidegger desde Japón. La primera vez cuando apareció Sein und Zeit traducido al japonés. La segunda vez con motivo de unos manuscritos que yo le había entregado en Freiburg y que necesitaba transitoriamente. Su contestación a ambas cartas fue el silencio total. Así terminó mi relación con aquel hombre que me había distinguido en 1928, en Marburg, como su “primer y único alumno”.

En 1938 Husserl falleció en Freiburg. Heidegger demostró su “admiración y amistad”,(12) esos eran los términos con los cuales le había dedicado Sein und Zeit en 1927, no gastando palabras de recuerdo o simpatía, no lo hizo ni de manera pública o privada, ni de palabra ni por escrito. Lo mismo hizo otro intelectual, B.,(13) quien debía a Husserl toda su “existencia” filosófica, desde su puesto de trabajo en la universidad de Bonn: se libraron de su situación no dándose por aludidos, todo porque su profesor era de origen judío, un despedido y ellos funcionarios arios.

Desde el ascenso de Hitler al poder tal era el heroísmo habitual, la actitud normal entre aquellos alemanes que le debían su posición a un judío.

Seguramente tanto Heidegger como B.(13) consideraron su actitud “honrada” y “lógica”: ¿qué otra actitud podían tomar dada su superioridad racial?

Notas del Editor (NGV):

1.
Era el “Istituto Italiano di Studi Germanici”, creado por Mussolini y dirigido por el filósofo “oficial” del fascismo, Giovanni Gentile. En el instituto estaba prohibida la entrada a los judíos, por lo que Löwith no pudo estar entre la audiencia que escuchó la lectura de Heidegger dada el 2 de abril de 1936. Este instituto llevó a Italia a lo más selecto de la “Intelligentsia” orgánica del NSDAP hasta 1940.

2. Se trataba de la antigua ciudad romana de Túsculo o Tusculum, muy cerca de Roma, y famosa por sus vinos artesanales. Allí Cicerón escribió sus famosas Disputas tusculanas hacia el año 45 a.C..

3. Se trata del hermano de Karl Barth, el gran teólogo; se puede consultar referncias al suceso en el reportaje de Heidegger a Der Spiegel.

4. Heinrich Barth en su información sobre la conferencia de Heidegger sobra La obra de arte del 20 de enero de 1936, introdujo el texto en el diario Neue Züricher Zeitung con la siguiente observación: “...sin duda hemos de sentirnos honrados por el hecho que Heidegger tome la palabra en un estado democrático, pues, por lo menos, durante cierto tiempo, pasó por ser uno de los portavoces filosóficos de la nueva Alemania. Muchos todavía guardan en su memoria el detalle que Heidegger dedicó Sein und Zeit en testimonio de veneración y amistad al judío Edmund Husserl, igualmente, que había unido para siempre su interpretación de Kant con la memoria del semijudío Max Scheler. Sucedía lo primero en 1927, y lo segundo en 1929. Los hombres por lo regular no son héroes, y tampoco lo son los filósofos, por más que existan excepciones. Apenas puede exigirse, entonces, que uno nade contra la corriente; sin embargo, cierta obligación frente al propio pasado eleva el prestigio de la filosofía, que no sólo es saber, sino que en otros tiempos fue sabiduría...”. Emil Staiger, que entonces era un Privatdozent en Zürich y estaba muy influenciado por Heidegger (con quién tenía intercambio epistolar fluido), reaccionó indignado contra el artículo. En su respuesta decía: “...Barth, que por otro lado no sabe qué hacer ni adonde ir con Heidegger, ha confeccionado una carta en tono de requisitoria política para denunciar a su filosofía...pero Heidegger está junto a Kant, Hegel, Aristóteles y Heráclito. Y una vez que se le ha reconocido esto, ciertamente seguirá lamentándose el hecho de que Heidegger no se mezclara en absoluto con los asuntos cotidianos , lo mismo que continua siendo trágico el que se confundan ambas esferas; pero todo esto no debe condenar al error la admiración por él, en la misma medida en que no se torna errónea la veneración ante la Fenomenología del Espíritu por causa de Hegel y su imagen de reaccionario prusiano...”. A esto respondió nuevamente Barth, afirmando que no era procedente “...separar a través de abismos lo filosófico y lo humano, el pensamiento y el ser...”. En la conversación con Heidegger, Löwith le explica que el no puede identificarse ni con el ataque puramente político y “externo” de Barth, ni con la defensa de Steiger.

5. “Kraft durch Freude” (“K.d.F.”): literalmente “fuerza por la alegría”; era una agencia del NSDAP dependiente del “D.A.F.” (“Deutsche ArbeitsFront”), la organización única de trabajadores del “SS-Staat”, dedicada a la recreación y el turismo de masas de sus afiliados. Se creó por decreto el 27 de noviembre de 1933 y era de inscripción obligatoria.

6. Akademie für Deutsches Recht: conocido por el acrónimo “AkDR”, era una institución estatal clave del NS-Staat creada el 26 de junio de 1933 por inspiración del abogado Hans Frank. Una ley del 11 de junio de 1934 la transformó en órgano del estado dependiendo del tétrico ministerio de Justicia e Interior. Era un “think thank” de la ideología nazi y la generadora del nuevo derecho racial y responsable, según los juicios de Nüremberg, de “the whole of Nazi legislation”. Su misión era elaborar un nuevo derecho ario para sustituir a los defectos del derecho romano y a todo derecho “extranjero”. Además debía fundamentarlo desde la filosofía del derecho alemana “fundando en el plano filosófico la idea de Comunidad del Pueblo, el nacionalsocialismo como acontecimiento histórico, el derecho germánico y la cuestión del derecho racial y el derecho a la vida”. La comisión de notables que debían elaborar la nueva filosofía del derecho alemán fue elegida personalmente por Frank y uno de sus preferidos fue el filósofo Heidegger.

7. Julius Streicher (1885-1946): político y periodista, participó como soldado en la guerra durante 1914-1918 en el frente italiano, luego fundó el Partido Socialista Alemán (SD) y se unió al NSDAP en 1921. Desde 1923 editó la revista antisemita: Der Stürmer (“El soldado de Asalto”), participando en el “Putsch” liderado por Hitler en 1923; desde 1928 “Gauleiter” en Franken; después de 1933 se transformó en uno de los protegidos del “Führer”, encargándose del “Comité de Vigilancia y Boicot a los Judíos”, organizando el primer boicot a los comercios judíos el 1 de abril de 1933. Después de 1945 fue enjuiciado en Nürnberg y condenado a muerte. En mayo de 1934 Heidegger fue llamado por el “SS-Staat” para integrar la comisión de filosofía de la “Academia para un Derecho Alemán”, cuyo presidente era Hans Frank, comisario del “Reich” de justicia y futuro gobernador militar de Polonia, esta comisión, que se reunía simbólicamente en el “Archiv-Nietzsche” en Weimar, Heidegger trabajó hasta 1936. En 1935 ingresó como miembro pleno Julius Streicher.

7. El libro era: Theologische Existenz Heute, Basel, 1933.

8. Der Stürmer: revista de extrema derecha, antijudía y semipornográfica, editada por Julius Streicher desde 1923 en Nürnberg; en sus primeros años vendía entre 2.000 y 3.000 ejemplares, llegando en 1933 a los 30.000 y en 1940 a los 600.000 ; entre sus columnistas se encontraban el propio Streicher, K. Holz, E. Hiemer, E. Kellinek. Su único tema era la cuestión judía y su último número se editó el 1 de febrero de 1945. El lema impreso en el frente del tabloide era: “Revista alemana para la lucha y la verdad”.

9. La referencia de Löwith al año 1938 es a la tristemente célebre “Kristallnacht” o “Noche de los cristales rotos”; se trató de el más grande “Pogrom” organizado desde el aparato del “SS-Staat”, durante los días 10 y 11 de septiembre de ese año. La excusa externa fue el asesinato del secretario del consulado alemán en París por un judío polaco de nombre Grynszpan. Durante esa noche murieron 91 judíos, se saquearon 7.550 comercios y se quemaron 171 sinagogas, encarcelándose a alrededor de 26.000 personas, en su mayoría judíos, homosexuales, comunistas o socialdemócratas.

10. Es el libro sobre el historiador Jakob Burkhardt.

11. El libro sobre Nietzsche había sido editado en 1935.

12. La dedicatoria original rezaba: “A Edmund Husserl, con admiración y amistad, Todtnauberg, Selva Negra de Baden, 8 de abril de 1926”.

13. El pudor y la vergüenza le impidieron a Löwith colocar el nombre completo de Oskar Becker, que fue junto con él, uno de los más talentosos ayudantes de cátedra de Heidegger en los años ’20. Mantuvo una amplia correspondencia con Heidegger, todavía inédita. Becker, nacionalsocialista convencido, fue ayudado por el judío Husserl en su carrerismo académico y hacia 1933 tenía afinidades y amistad con el teórico racial Ludwig Clauss. Heidegger lo promocionó, fue el sucesor de su cátedra en Marburg, mientras dejaba de lado e ignoraba a todos sus discípulos judíos. Becker trató de desarrollar una metafísica nórdica-racial, Nordische Metaphysik, a través de artículos publicados en la revista pseudocientífica “Rasse” (“Raza”) utilizando la arquitectura heideggeriana. Una verdadera ontología racista. Becker después de la guerra siguió siendo docente universitario sin problemas y tuvo alumnos distinguidos como Otto Pöggeler o Jürgen Habermas.

(Imagen: Karl Löwith en Florencia, circa 1936, con al imagen del pin del NSDAP que usaba Heidegger)

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domingo, marzo 09, 2008

Ezra Pound: Vanguardia y Fascismo (entre Confucio y Mussolini)



“La ‘Edad pedía’ sobre todo una impresión en yeso,
hecha sin pérdida de tiempo,
Un cine en prosa, no, no ciertamente el alabastro
ni la escultura de la rima”

(“Ode pour l’élection de son sépulcre”, 1918)

¿Por qué leer a Pound? Fascista recalcitrante, antisemita rubicundo, traidor a su patria además de desequilibrado mental (psicótico). Como Heidegger, como Céline, como Paul de Man, como Blanchot, como Cioran, como Elíade como Pessoa, como Michels y como tantos otros el problema en cualquier esbozo biográfico de estos intelectuales son los años que transcurren entre el fin de la Primera Guerra Mundial (1918) y la derrota del Tercer Reich (1945). Todos abrazaron con fascinación el naciente fascismo. Pero Pound no sólo merece estar en la galería de los sospechosos de siempre de la historia intelectual: revolucionó la literatura directa e indirectamente. Además de ser el más grande de los poetas del siglo XX fue editor, corrector y artífice de la publicación de “No Man’s Land” de T. S. Eliot, el primer poema realmente modernista que formateó todo lo que venía del pasado, haciéndolo caduco y ridículo. Sin embargo, mientras que Eliot pasó a convertirse en el principal crítico y poeta de su tiempo, a pesar de su carga teológica, la posición de Pound ha sido empañada por su apoyo incondicional a Mussolini y Hitler, sus programas radiofónicos de agitprop fascista en Roma durante la Segunda Guerra Mundial y por su antisemitismo visceral. Como en los debates sobre autores hechizados por el fascismo, en el caso de Pound tenemos también interpretaciones opuestas, una herradura hermenéutica que oscila entre separar artificial y absolutamente la obra del hombre (el clásico es Julia Kristeva) o directamente hacer preceder a la poesía de su adhesión política al fascismo (Massimo Bacigalupo). La conclusión es un silogismo ridículo: Pound no fue fascista (cuando efectivamente lo fue); Pound no fue realmente un poeta (cuando lo fue y cómo). O, profundizando un poco, Pound fue fascista sui generis pero su poesía no. Habría un Pound bueno, el enhebrador de stanzas y rimas libres, un essential Pound y un Pound malo, demente, irracional, loco de atar, un pobre desequilibrado que creía ser fascista aunque no era fascista en el fondo. Por supuesto, la mayoría de los estudiosos, en ambas márgenes de la interpretación, no tienen idea de qué era el fascismo en su versión italiana. Al no comprender la originalidad no entienden proyectan su propia ignorancia en Pound. Para muchos sigue siendo impensable que el fascismo haya atraído verdaderamente a ilustrados de la magnitud de Pound. Como señalaba Connor Cruise O’Brien sobre Yeats ¿cómo se puede conciliar la poesía que más amas con la idea política que más odias? Éste es el dilema Pound. Hay una tercera variante de hagiografía clínica, que intenta exculpar a Pound por su supuesta demencia durante al Segunda Guerra Mundial. Incluso lo sostienen autores progresistas o de izquierdas. Esta vía de exoneración está clausurada hace tiempo, tenemos las declaraciones del Dr. Jerome Kavka, que examinó a Pound en el psiquiátrico de St. Elizabeth’s, quién a repetido que no sufría de psicosis y que la internación se debió a los temores de Pound a ser ahorcado por traidor durante la èpuration. La puesta en escena célinnianne de Pound fue idea de su círculo de amigos para evitar un juicio catastrófico. La discusión sobre la deriva fascista en torno a Pound se reaviva en Inglaterra por la edición de unas cartas inéditas a intelectuales chinos, algunas de la cuales hablan no sólo de su trabajo como escritor, poeta, guionista y editor sino además de su afinidades políticas y de su decisión de apoyar el fascismo (Pound no diferenciaba entre fascismo y nacionalsocialismo). Las 162 cartas, escritas en un raro acento fonético, fueron rastreadas y localizadas a lo largo de 15 años por el profesor Zhaoming Qian, de la Universidad de Nueva Orleáns. Abarcan un período de cuarenta años y nos dejan ver su adhesión a formas políticas del confucianismo, comentarios sobre cómo se recibía en Occidente su opera magna “The Cantos” (“Cantares” en español) y opiniones sobre poetas y escritores de la época, incluido por supuesto, su alter ego T. S. Eliot. Uno de los biógrafos más profundos de Pound, David Moody, señala que estas cartas nos permiten explicar el distanciamiento entre los dos grandes poetas, separación marcada por criterios políticos. Eliot, a través de su revista “The Criterion”, aplicaba su mandarinesca Kulturkritik contra el capitalismo y su bárbaro modernismo. El escalpelo eliotenne se afilaba con piedra de amolar católica y sus parámetros pueden calificarse de “reaccionarios”. Nunca llega a desembocar en la decisión por el fascismo. Eliot era un Edmund Burke revivido y redimido. Clamaba por una nueva tercera vía, ni bolchevique ni capitalista, pero su modelo era un renacimiento del corporativismo con espíritu latino. Era esto, y no ninguna lucha dialéctica por la estética, lo que enfurecía a Pound. En sus cartas llama a Eliot “Elephant”, “Buzzard”, que tiene “Head full of Mouldy Old Christianity”. La correspondencia además nos explica la tensión ideológica y el intento de sincretismo entre la teoría fascista y Confucio. Por supuesto, una síntesis para nada absurda o producto de una locura en ciernes, que en realidad nunca existió. Y de cómo se producía la retroalimentación con su proyecto subversivo de escritura poética.

Un “poeta economista” en la Italia fascista: “Mussolini es un macho de la especie y autor de la consegna de este año” escribía Pound en “Make it New”, una colección de su mejor prosa literaria de 1934. Los diarios fascistas, como el reconvertido “Gazzetta del Popolo”, lo llamaban “el poeta economista”. En su último domicilio en Venecia, donde murió, sito en la calle Querini, 252, figura una plaqueta en mármol blanco en la que reza “Titano della Poesia”. Nunca tan bien dicho. Es uno de los poetas más revulsivos y decisivos del siglo XX. Y lo sabía. Su fiel Penélope fue Gustav Flaubert, como le gustaba repetir. Hay una imagen curiosa donde se lo ve, una foto en blanco y negro, como un símbolo futurista encarnado: hiperactivo, atlético, vigoroso. Juega al tenis en su residencia en Rapallo, Italia. El país está gobernado por el Il Duce Benito Mussolini, el líder que tenía “sentido del tiempo”. Sabe que el “juego con el arte” ha cambiado. Pero Pound, pese al New Criticism que ve artistas inmaculados dedicados en alma y vida a la causa literaria en impolutas torres marfilescas, no era un poeta en sentido estricto y débil. No era simplemente un jugador de estilo más. No era un Mallarmé. No lo permitía su propia gigantez. La escritura para Pound debía ajustar cuentas con el terremoto de la guerra, con la matanza colectiva y con la crisis de las democracias liberales. El estilo debe hacer un control de daños para remover de la bancarrota a la Kultur occidental. La poesía, “esa vieja puta desdentada” es parte de la decadencia sin fin. AL liberalismo lo llama sin pudor “a running sore”. Su poesía es una toma de postura política, es la “impresión en yeso” que la edad del modernismo reaccionario exigía. Pound, artífice del Imagismo primero, del Vorticismo después, experimentador rabioso, critico furibundo del Futurismo. El diagnóstico del vaciamiento del sujeto de la cultura humanista y la disolución del lenguaje también son hiperpolíticas. Igual de políticas son las de sus compañeros de viaje Yeats y Eliot. Y no podría ser de otra manera. Se trata de atravesar transversalmente todos (y “todos” no es retórica) los modelos de formalización del lenguaje literario antes que la cultura occidental se diera una forma económica basada en el plusvalor (con el paso del valor de uso al valor de cambio). Si Pound bucea incansablemente en el vers libre de los poeta mélicos, en los clasicistas isabelinos o en los trovadores franceses, en los haikus de la poesía provenzal o los juglares bretones, es que busca un lenguaje, en forma y ritmo, que supere la irreversible reificación capitalista y la lenta fragmentación-alienación del material por medio del cual la literatura (y la poesía) trabaja. El retorno a los orígenes “que fortifica, porque implica un retorno a la naturaleza y a la razón”, no es romanticismo banal (¡para eso esta Filippo Tommaso Marinetti!), sino el intento de buscar el inicio auténtico fuera de las mediaciones del capital. El hombre de la nueva era “no quiere hacer lo que debe donde no debe”. Tradición no significa ataduras que nos liguen al pasado: es algo bello que conservamos y que se mantiene inmune al circuito dinero-mercancía-dinero. El fetichismo del dinero es el que ha hecho mercancía al propio lenguaje. Para entender a Pound y su revolución poética debe comprendérselo como un pensador en toda la extensión del término. Pound es como la Quimera homérica: poeta por delante; economista por detrás y en el medio el político. Pound, como Heidegger, como Blanchot, como Céline, como tantos, abrazó la solución fascista no como residuo de una fantástica psicosis, no cómo un error por inexperiencia política sino como resultado coherente de sus propias reflexiones sobre la economía y la política de su tiempo. En el siglo XX la rebelión ideológica anti liberal precedió a la política, la voluntad de purificar el mundo burgués de las hipotecas del siglo XVIII, así como el rechazo al “malestar” liberal y burgués se unen en un mismo impulso en las más importantes vanguardias literarias y artísticas de Europa.

Modernismo y proto fascismo: “La revolución fascista fue hecha PARA la preservación de determinadas libertades y PARA el mantenimiento de un cierto nivel de cultura, de ciertos estándares vida, pero NO fue hecha para hacer descender un nivel de riquezas o de pobreza, sino que es una denegación a entregar ciertas prerrogativas inmateriales, una denegación de entregar una gran porción de nuestro patrimonio cultural… Es posible que todas las demás revoluciones se han producido sólo después, es decir, muy considerablemente DESPUÉS de un cambio en las condiciones materiales, pero la ‘revolución continua’ de Mussolini es la primera revolución que ocurren simultáneamente con el cambio de las bases materiales de la vida.” (“Jefferson and/or Mussolini”, escrito en 1933, publicado en 1935) Así resumía Pound la positividad del fascismo como fenómeno epocal y, en sus propias palabras en el prefacio de la edición norteamericana del phamplet, nos explicaría a sus lectores “la idea statale del fascismo tal como yo la he visto”. Estas ideas no se las contagió al ver la rivoluzione continua en vivo en Italia: siempre confesó que su Turn hacia la nueva derecha había ocurrido en Inglaterra. Pound fue un intelectual comprometido con su tiempo. Como tantos intelectuales del ‘900 y como su futuro héroe, Mussolini, Pound también comenzó su deriva fascista desde el socialismo. Su lugar fue el diario “New Age”, en el que escribió sin interrupciones diez años: de 1911 a 1921. El diario pertenecía a las Fabian Arts Society y portaba como motto “An Independent Socialist Review of Politics, Literatura and Art”. Antes de la Gran Guerra era considerado el mejor diario de la izquierda británica. Allí escribieron Shaw, Chesterton, Belloc y muchas futuras figuras intelectuales del Labour Party. El diario intentaba realizar una rara síntesis, que ya veremos en otros tipos de fascismos, entre socialismo evolucionista y el sindicalismo. La formación económica de Pound se realizó íntegramente gracias a este diario a través de la difusión de economistas heterodoxos, algunos importantes aún hoy en día, como Jean Silvio Gesell y otros que han pasado al justo olvido, como C. H. Douglas. Ya en pleno fascismo italiano Pound dio conferencias sobre economía planificada y la base histórica de la economía en la Universidad de Milán a lo largo de 1933. Al inicio del ‘900 en sucesivos artículos Pound defiende las reformas socialistas llamadas “Social Credit”, en clave proudhonnistes y su economista de cabecera es siempre Gesell. Como muchos pre fascistas, Pound cree que modificando la esfera de la circulación y la distribución podría nacer una nueva sociedad sin tocar las estructuras sociales y políticas, sin tocar el derecho de propiedad básico. El fascismo es el único, entre el comunismo y el capitalismo liberal, de llevar a buen término, la justicia económica. Paralelamente a su actividad como socialista de la tercera vía (ni bolchevique, ni liberal) Pound inicia otro tipo de actividades político literarias. En diciembre de 1913, Ezra Pound le escribe al poeta William Carlos Williams una carta donde llama a la escena artística literaria de Londres ''The Vortex”, el vértice. Será un término que hará historia. La aparición en Londres de la revista “Blast” en junio de 1914 anuncia públicamente el nacimiento del “Vorticism”, un movimiento vanguardista emparentado con el futurismo pero que rompía con él en lo esencial. Hasta el “New York Times” de la época destacó la ruptura que se avecinaba. Según la definió Pound en carta a sus padres “es la más inteligente revista de Londres. Ustedes la detestarían”. Lewis había tomado la idea de “Blast” de los cubistas. Marinetti estuvo en Londres en 1913 y se encontraron. La revista no sólo destacaba en contenidos sino revolucionaba la forma hasta en los colores (¡rosa chillón en plena época victoriana!) y la tipografía. Su objetivo era “devastar”: devastar la cultura francesa, el humor inglés, la iglesia anglicana, la cultura popular, la prensa tradicional, las autocreídas vanguardias, la burguesía segura y establecida. En la revista escribirán, entre otros, Ford Madox Ford y T. S. Eliot. Más tarde Pound empleará el término “Vortex” para definir la especificidad única del arte de su amigo Wyndham Lewis. Lewis es “un verdadero maestro”, fue él el que redacto el “Vorticist Manifesto”, y para Pound debería estar al lado de Gaudier, Picasso o Joyce en cuanto a su papel revolucionario en el arte y la literatura. A Ernest Hemingway, que lo conoció, le disgustaba, y dijo que tenía los ojos “de un violador fracasado”. Pound se arrepentirá de no haber escrito un libro sobre él toda su vida. De la novela de Lewis “Tarr” (1918, re escrita en 1928), Pound dirá que es “la novela inglesa más vigorosa y vehemente de su tiempo y su autor el fenómeno más excepcional de la época”. El único escritor contemporáneo que puede comparársele es Joyce. El escritor y pintor Wyndham Lewis escribirá un libro en 1931 elogiando a Hitler, editado por Chatto&Windus, aunque nunca llegará al extremo del intelectual fascista comprometido como Marinetti, Drieu, Brasillach o Paul de Man. Lewis considera al nacionalsocialismo (todavía en la oposición) como una respuesta al comunismo, en la que el concepto de raza es un antídoto saludable contra la idea de Klassenkampf, de clase social. El programa hitleriano es un excelente plan para salvar a Europa frente al peligro del bolchevismo asiático. En síntesis: el fascismo, dirá Lewis sin arrepentirse nunca (de manera similar a cómo Heidegger seguía justificando al nacionalsocialismo hasta su muerte) es la expresión revolucionaria más adecuada y más acabada de la oposición al status quo burgués. El modernismo revolucionario qua reaccionario. Curioso o no Lewis fue ampliamente difundido en Argentina a través de la revista “Sur” de Victoria Ocampo. Pero la figura de Lewis personifica perfectamente el intelectual modernista reaccionario atraído por la vitalidad, al energía de lo irracional, la fuerza del instinto, todos fenómenos de esta rebelión contrailuminista, antimaterialista, antiburguesa y antimarxista que representará en un primer momento el fascismo italiano, luego el nacionalsocialismo y los diversos fascismos menores de Europa. El vorticismo contribuirá a ilustrar la naturaleza de las afinidades entre revuelta cultural, modernismo reaccionario y el ascenso irresistible del fascismo. Las raíces del modernismo se encuentran entrelazadas con las afinidades electivas de la derecha revolucionaria, el pasado perfecto del futuro fascismo.

Derecha revolucionaria y filosofía: el grupo vorticista tenía un ideólogo más profundo, un filósofo en toda línea, una especie de Heidegger o Drieu de la Rochelle inglés. Su nombre era Thomas Ernest Hulme. Su ascendencia sobre Pound, Yeats o T. S. Eliot es incuestionable. Ya el perspicaz Borges lo había notado cuando escribió que Pound “fue discípulo del filósofo Hulme, con el cual inauguró el Imagismo, destinado a purificar la poesía de todo lo sentimental y retórico” (¿habrá influenciado a su vez el reaccionario Hulme a Borges?). Tanta era la admiración de Pound por Hulmes que en su cuarto libro, “Ripostes” (1912), incluye un curioso epílogo, compuesto por los pomposamente calificados Complete Poetical Works of T.E. Hulme. Se trata de cinco poemas, breves, en el estilo de los haikus. Hulme era una personalidad excepcional y el verdadero teórico del clasicismo revolucionario, del que beberán tanto el fascismo como el nazismo. El joven filósofo y crítico de arte reaccionario reunía en el café “Tour Eiffel” del Soho, los jueves por la tarde, a un grupo de escritores que constituían una secesión del tradicional Poet's Club londinense creado por un banquero. El jueves 22 de abril de 1909, Pound llegó por primera vez a ese cenáculo, invitado por su maestro Hulme. Un miembro del grupo, F.S. Flint, quién junto con Hulme y Pound crearán el “Imagism”, recuerda esa primera y memorable ocasión: "(Pound) debe haber olvidado, o nunca se enteró, de la excitación con la que los clientes de las demás mesas le oyeron declamar su Sestina: Altaforte... qué fuerte vibraba la mesa en resonancia con su voz”. Los imagistas editarán una antología que hará época llamada Des Imagistes” (edición española Trieste, Madrid, 1985) será publicada en 1914 en EE.UU. y el Reino Unido. La integraban: Richard Aldington, F.S. Flint, Skipwith Cannell, Amy Lowell, William Carlos Williams, D.H. Lawrence, James Joyce, Ford Madox Hueffer (todavía no era Ford Madox Ford), Allen Upward, John Cournos, y Ezra Pound. Hay allí al menos tres de los mayores escritores en lengua inglesa del siglo (Lawrence, Joyce y Williams) reunidos por mérito exclusivo del cuarto de ellos. El libro fue recibido con desprecio e indiferencia. Pero sigamos con Hulme. El filósofo tomó la iniciativa de traducir al inglés las “Réflexions sur la violence” de Georges Sorel, el teórico sindicalista que revisaba en clave antimaterialista a Marx. Mussolini declaraba que “mis modestas ideas han encontrado confirmación autorizada en la obra de Georges Sorel”. El fascismo consideraba la obra soreliana como una fuente de inspiración y un antídoto saludable contra las perversiones marxistas. Hulme también tradujo al inglés a Henri Bergson y su vitalismo antikantiano, otra de las fuentes filosóficas del futuro fascismo. Hulme se presentó como voluntario entusiasta y murió en la Gran Guerra en septiembre de 1917, en Flandes a la edad de 34 años. En su época, según relatan diversos testimonios, se había transformado en una de las inteligencias más influyentes y uno de los principales protagonistas de la escena intelectual. T. S. Eliot dijo que era “el gran precursor de un estado de ánimo nuevo, el estado de ánimo del siglo XX” y lo definía como “un clásico, un reaccionario y un revolucionario en las antípodas del espíritu eclético, tolerante y democrático del siglo pasado”. La médula del pensamiento de Hulme, todavía no maduro por su edad, es un violento ataque al humanismo, a la perfectibilidad humana, a la empatía artificial y a la idea de progreso. Su objeto de demolición es la idea según la cual la existencia es o debe ser la fuente de la que emana todos los valores. Hulme arremete contra todo el espíritu y el arte del Renacimiento (Donatello, Miguel Angel, Marlowe) y contra la ética y la política derivada de él: Descartes, Hobbes, Spinoza, Rousseau. Su textos declaran la guerra al romanticismo, pero al romanticismo à lá 1789 (el de la Gran Revolución Francesa) ya la concepción rousseauniana del individuo (el hombre es bueno por naturaleza). Hulme adopta el punto de vista del gran reaccionario Burke, las posiciones y definiciones de Charles Maurras (lo dice específicamente), de Laserre y de los proto fascistas de la Acción Francesa. Los románticos creen en la infinidad del hombre, nosotros, dirá Hulme, en sus límites. Es necesaria, sobre la lenta Untergang de Occidente, una estricta disciplina religiosa (o un sustituto a este lazo) que implica, en las formas institucionales, disciplina política (ya no basada en ese invento llamado “contrato social”) y obediencia al estado. Este es el fundamento de la llamada “Anti-Democratic Intelligentszia”: rechazar de plano la tradición iluminista-humanista; criticar con violencia extrema y subversiva la democracia liberal. La tarea del siglo XX, señalaba Hulme, era logra disociar a la clase obrera de la democracia. En este marco es el que hay que entender el trabajo poético y el alcance de la creación literaria de Pound. Hulme, admirador de Sorel, ofreció un retrato del teórico de la violencia y del sindicalismo revolucionario que podría aplicarse a su discípulo Pound: “Un revolucionario que es un antidemócrata, un absolutista en cuestiones de ética, que rechaza todo tipo de racionalismo y de relativismo, que concede la mayor importancia al elemento místico en religión, elemento que está convencido que nunca desaparecerá, que habla con menosprecio del modernismo y del progreso y utiliza un concepto como el honor sin el más mínimo toque de irrealidad”.

Confucio & Mussolini: Pound empezó a leer a Confucio de traducciones del francés en 1914-1915. Hizo varias pequeñas traducciones y en 1928 apareció su primera gran versión inglesa de uno de los clásicos “El Gran Compendio”. Ya en sus “The Cantos” se encontraban numerosas citas de “Las Analectas”. En sus cartas recientemente descubiertas se ve la tensión de Pound en su busca de una ética comunitaria que pudiera complementarse con el fascismo sobre el terreno. ¿Cómo intentó realizar Pound una síntesis hegeliana entre confucianismo y fascismo italiano? Confucio “que tenía a su espalda dos mil años de historia documentada, que él condensó de manera que fuera de utilidad a los hombres que ocupan cargos oficiales” permitía una Sittlichkeit, una moralidad estatal basada en salidas pragmáticas, evitando la politiquería y las discusiones abstractas de la burocracia. Confucio además sostenía una antropología pesimista sobre el hombre y un regreso a una época dorada imperial, en la cual los hombres de letras y eruditos gozarían de una posición de clase ventajosa. Los funcionarios superiores del Stato Totale deberían ser instruidos en “Las Analectas” confucianas y como regla general “no se debe permitir que ningún cristiano desempeñe cargos ejecutivos”. A Mussolini, el fondatore dell’Impero que había ya cambiado el gobierno burgués por “algo positivo, por una máquina útil”, le podría ser de enorme ayuda el aporte autoritario, centralista y práctico del confucianismo. Del judaísmo ni hablar, aunque podrían conservarse “unos cuantos judíos serios”. Confucio más Mussolini era la Océana ideal, que superaría el comunismo bolchevique y las plutocracias occidentales. Pound pensaba que el nacionalsocialismo estaba más cerca que el fascismo en los ideales confucianos de su estado. El final ignominioso de Pound es ya conocido. Hay algunas anécdotas que nos pintan qué lejos estaba en su adhesión al fascismo de la esquizofrenia. Un Pound entusiasmado contaba que a Mussolini, “que tiene sentido del tiempo”, le gustaba la música clásica por sobre la música ligera contemporánea (el jazz). El clasicismo revolucionario se encarnaba en una figura: il Duce. Y que il Fascio (como llamaba en su florido lenguaje a la dictadura fascista) era “un fenómeno interesante”, tras el cual “hay perspectiva histórica”. El “estado imperialista capitalista” (sic) no sólo tenía que ser juzgado en comparación con el fascismo desplegado o con las utopías sin realizar sino con las formas pasadas de sociedad. La época no era de pasividad, de espectadores sino de acción: en su entusiasmo reaccionario se puso a preparar un guión cinematográfico en 1932 sobre la historia del fascismo, enviándole un ejemplar a Mussolini con dedicatoria. Finalmente logró el encuentro más deseado: el 30 de enero de 1933 se entrevistó con il Duce en el Palazzo Venecia, presentándole al dictador una lista de propuestas sobre reformas monetarias, económicas y además, como confesó, vislumbrar la grandeza mental de Mussolini. Le regaló un draft de XXX Cantos, el dictador lo hojeó, leyó algunos poemas y le dijo que lo encontraba “divertente”. Pound consideró esa frase un comentario muy serio que indicaba que el gran hombre de estado en un instante había llegado al alma de su obra. Emocionado como Hegel cuando vio a Napoleón en Jena, Pound consideró el hecho como una prueba de la brillantez de Mussolini y el hecho que “The Cantos” sería una obra para Übermenschen, superhombres. Su impresión en yeso para esta época. Desde aquel día Pound no llamaba a Mussolini por su nombre, sino se refería a él como “Muss” o “The Boss” (como le llama en los primeros versos del canto 41). Era el “Artifex”, un genio sin medida. Eliot en “The Criterion” le publicó un artículo titulado “Asesinato por el Capital”, donde presenta a Mussolini como “el primer jefe de estado de los últimos tiempos en percibir y proclamar que la calidad era una dimensión de la producción nacional”. En “Guía de la Cultura” (1937), impresionado por ese encuentro (que será el último) Pound decía que “Mussolini, un gran hombre, demostrablemente en sus efectos sobre los acontecimientos, inadvertidamente en la rapidez mental, en la velocidad con que se expresa su verdadera emoción en su cara, de tal modo que únicamente un hombre retorcido podría malinterpretar lo que quiere decir y cuales son sus intenciones básicas”. Y “The Cantos” tiene sus propios capítulos fascistas: los cantos LXII al LXXII, conocidos como The Adams Cantos. Quiso escribir un libro sobre il Duce que nunca pudo realizar. Cuando viajó por última vez a los Estados Unidos, en 1939, al descender del trasatlántico italiano Rex (por supuesto en una suite de 1ª clase, el "Rex" es el navío inmortalizado por Fellini en "Amarcord" ) declaró a la prensa que “Mussolini y Hitler han hecho más cosas por la paz que todas las democracias liberales”. Ya en esos momentos Hitler se había anexionado Austria y los Sudetes, Mussolini ya había conquistado con sangre Abisinia para su nuevo Imperium romano, y Pound apoyaba la operación colonialista: “Abisinia está mejor bajo el mandato de il Duce que de Negus (el emperador nativo)”. En tan sólo unos meses el IIIº Reich atacaría Polonia, estallando la Segunda Guerra Mundial. Pound utilizaba un papel de diseño propio para escribir, que tenía un dibujo de sí mismo diseñado por Wyndham Lewis y un motto fascista en el encabezado que decía: “La libertad es un deber, no un derecho”. A la vuelta a Rapallo desde los EE.UU. se desató la guerra. Pound ofreció sus servicios al gobierno italiano para montar una serie de emisiones radiales que llevaran a los americanos a apreciar y simpatizar con el fascismo. La primera emisión fue en enero de 1941. La idea general de Pound era que las guerras eran creadas por la codicia de los usureros (por supuesto siempre judíos) y los fabricantes de armamento. Cuando Japón atacó Pearl Harbor, obligando a los EE.UU. a declararle la guerra el Eje (diciembre de 1941) Pound decidió seguir emitiendo con su propio nombre y señaló que “Roosevelt está en manos de los judíos más de lo que el presidente Wilson lo estuvo en 1919”. El 26 de julio de 1943, una corte federal de los Estados Unidos acusó a Ezra Pound de adherir a los enemigos de los Estados Unidos. En otras palabras, traición. La pena iba desde 5 años de prisión y U$S 10.000, a la silla eléctrica o mejor dicho, la horca.

La caída de los dioses: El 10 de julio de 1943, tropas británicas y estadounidenses desembarcan al sur-este de la isla de Sicilia y la ocupan en poco más de un mes. La invasión aliada de territorio italiano provoca que, el 24 de julio, se produzca un putsch palaciego, el rey de Italia Víctor Manuel IIII ordene la detención de Mussolini y nombra al mariscal Badoglio nuevo presidente del país. El gobierno de Badoglio se rindió a los aliados y los alemanes ocuparon toda Italia. Un comando liderado por Otto Skorzeny libera a Mussolini quién establece la Italia fascista en el norte, con capital en Milán. Se la conocerá como la Repubblica Sociale Italiana (RSI), pero su nombre popular será República de Saló, debido a que la residencia de il Duce estaba en Saló, pequeña ciudad en el lago Garda. Pound estaba en ese mes crucial de septiembre de 1943 en Roma. Un empleado del Minculpop (Ministerio de Cultura Popular fascista) recuerda haber visto a Pound deambulando por las desiertas oficinas, buscando los manuscritos de sus charlas radiales. Los días finales fueron un caos, con los fascistas huyendo hacia el norte. Pound también lo hizo, al mejor estilo de Céline: salió de Roma por la vía Salaria, cruzó el municipio de Fara Sabina y durmió bajo las estrellas. Tomo un tren abarrotado y medio a pie logró llegar al Tirol, zona segura. Toda esta experiencia de huída hacia Saló también aparecerán en “The Cantos” 77, 78 y 79. Se reincorporará al movimiento y pone todo su talento para sostener la república de opereta de un Mussolini ya quebrado. Compone canciones para las milicias fascistas, traduce y escribe panfletos, artículos, manifiestos y posters, todo ello en italiano. Los posters fueron impresos con máximas confucianas o slogans fascistas de la época reformados por Pound. Entre 1943 y 1945, fecha en al que es encarcelado, Pound imprimió seis obras en la República de Saló, incluido el testamento de Confucio. Es de notar la importancia que le otorgaba el régimen fascista en pleno racionamiento de papel y tinta. Escribió artículos en la revista propagandística oficial “Gladio”. Pound apoya sin dudas el fascismo de izquierda, una especie de vuelta a los orígenes de Mussolini, aportando ideas y proyectos culturales. Su foto y descripción habían sido distribuidas en el frente y lo buscaba no sólo el ejército, sino un fiscal general y el FBI. Cuando lo atraparon en Sant’ Ambrosio estaba traduciendo el “Libro de Mencio”, el seguidor más fiel de Confucio pero el más populista. Para vergüenza de su etnocentrismo, Pound se rindió en mayo de 1945 a una raza inferior: un soldado negro con una carabina que lo llevó bajo arresto a Lavagna. En una conversación con uno de los ministros de Saló, Pound le explicó la amalgama de fascismo y confucianismo, su valor para elevar la moral del combate: “The Value of Philosophy (or of a Philosophy) is that it Reinforces Courage. Confucius is the Staff to take in the Trenches”. (NGV)

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