lunes, noviembre 26, 2007

Heidegger como educador político


Heidegger, el educador nacionalsocialista: Los discursos, conferencias y proclamaciones políticas del filósofo más influyente e importante del siglo XX, Martin Heidegger, pronunciados entre los años 1933 y 1934 han sido editadas por primera vez en alemán en el tomo 16, Band 16 Reden und andere Zeugnisse eines Lebensweges (1910-1976) de las obras completas, las Gesamtausgabe, llamadas “integrales”. Constituyen un brulote de prosa ultranazi. Las lecturas de estos textos nos revelan no sólo el compromiso radical del filósofo con Hitler, sino que ni la brutalidad policial, ni los campos de concentración, ni la quema pública de libros, ni la persecución a judíos y comunistas, ni la instauración de una dictadura de partido único, ni siquiera la matanza ilegal y atroz de los militantes de las SA en junio de 1934, hicieron mella en sus creencias políticas. Hace falta evocar estos textos (inéditos en español) para penetrar en este período negro y distinguir hasta qué punto está comprometida la filosofía heideggeriana con el nacionalsocialismo. Es más: Heidegger no duda en ir más allá del centro de oscilación ideológico del nacionalsocialismo: es un entusiasta radical de los nuevos campos de trabajo forzados, exalta a la raza endurecida, alaba a la guerra como única salvación posible, está convencido de la sanidad racial del pueblo alemán a través de la eugenesia, es un antimarxista rabioso. El semestre del invierno europeo 1933-1934 es el período más activo del filósofo y ahora Rektor-Führer Martín Heidegger: de mayo de 1933 a noviembre de 1934, a lo largo de cuatro cursos universitarios, realiza más de veinte discursos y conferencias donde pone su filosofía al servicio de la consolidación del NS-Staat.

¿Quiénes conformaban el “equipo” de trabajo académico de Heidegger? Erik Wolf (1902-1977): amigo y persona de confianza de Heidegger, fue nombrado por él decano el 1 de octubre de 1933, tenía entonces 31 años y se destacaba como un teórico extremista en la filosofía del derecho del “totalle Staat”; fiel seguidor de Carl Schmitt habría de escribir dos obras seminales para la legitimación jurídica del “SS-Staat”: El verdadero derecho en el Estado Nacionalsocialista (1933) y El ideal jurídico del Estado Nacionalsocialista (1934); después de 1945 se arrepintió, (al contrario del silencio de Heidegger) de su adhesión política al nazismo públicamente. Graecist Wolfgang Schadewaldt (1900-1974): amigo personal de Heidegger y catedrático titular de Filología Clásica, un adepto fanático a las SA y miembro del NDSAP, fue la cabeza visible de la intriga exitosa del cuadro de profesores nazis de la Universidad de Freiburg contra el rector socialdemócrata Von Möllendorf. Después de 1945 se refugió en el ostracismo y el silencio.

No nos sorprende entonces el entusiasmo y el amor militante de Heidegger en este discurso por no sólo militarizar la vida universitaria, sino transformar el concepto de trabajo en la versión nacionalsocialista. Si el trabajo era para Marx esa mercancía especial que permitía, a través de su doble carácter, explicar el secreto de la explotación bajo el capitalismo, para el fascismo en general el plusvalor no es histórico sino eterno, y lo que debe modificarse es el principio de organización social basado en lazos formales y reorganizarlo bajo la identidad de la Tierra y la Sangre. Heidegger fue en este sentido siempre coherente: en el transcurso del primer interrogatorio ante el comité de depuración de actividades nazis dirigido por las tropas de ocupación francesas, el 23 de junio de 1945, bajo juramento, confesó “que su adhesión al NSDAP era la única y suprema posibilidad de evitar el avance del marxismo en Alemania”.

Ahora sí tiene sentido ese lema que se presentaba como una broma siniestra, El trabajo a la comunidad nacional nos hace libres, “Arbeit macht frei”. Y justificar el universo de los campos, en sus diferentes versiones, como instituciones no sólo legítimas sino necesarias para la existencia del pueblo alemán como tal. El semestre de invierno de 1933-1934 es el período más activo del filósofo Martin Heidegger como rector de la Universidad de Freiburg. Recordemos brevemente que su nombramiento fue a pedido de las instancias organizativas nazis y que con pomposidad el 1º de mayo de 1933 se afilió públicamente al NSDAP. El número de carnet de partido de Heidegger era el 3125894, del Gau Baden. Heidegger pagó escrupulosamente sus cuotas de militante hasta marzo de 1945, además de estar suscripto a los dos diarios nazis más ignominiosos: el Völkischer Beobachter y Der Alemanne de Freiburg. Informes de inteligencia del SD (Sicherheitsdienst, el Servicio de Seguridad de las SS dirigido por Heydrich) confirman a lo largo de los doce años del IIIº Reich su apoyo incondicional al NS-Staat. Como hemos podido ver en otros textos el filósofo participó activamente en el apoyo radical al dominio del NSDAP, incluso tomando posiciones que lo hacían un radical de la nueva derecha. En este caso Heidegger realiza un discurso institucional a trabajadores desempleados ahora en actividad en los múltiples programas de trabajo forzoso en el ReichsArbeitsDienst (RAD, Servicio de Trabajo Imperial). El régimen nazi había declarado la “batalla del trabajo”, construido la ideología de la “nobleza del trabajo alemán” y la ilusión de una nueva revolución que igualaría a todos en una comunidad nacional-racial, la Volksgemeinschaft. Entre el 1º y el 27 de junio de 1933 se encauzan la ley para la reducción del paro y la ley para la formación de la empresa que construirá las famosas autopistas del Reich. A fines de ese año ya trabajaban en obras principales o accesorias más de dos millones de ex parados, una tercera parte de los desocupados que había en 1932. El mismo mes que empezó la batalla del trabajo se prohibió el SPD, el partido socialdemócrata y se autodisolvió el de los conservadores. La nueva nación alemana debía ser una totalidad eterna enraizada en el espíritu ario y todos sus miembros se consideraban iguales en categoría, aunque no en función. Después de la Machtergreifung se creó el “Frente Alemán del Trabajo” (DAF, Deutsche arbeitsFront), nombre de reminiscencias bélicas, que ocupaba el lugar de los sindicatos marxistas y liberales disueltos a la fuerza el 2 de mayo de 1933. Todos los trabajadores asalariados fueron obligados a afiliarse, organizándose según fábrica e industria en círculos nazis. El DAF controlaba los contratos y los despidos, el salario, los seguros, el cuidado de los ancianos jubilados y los trabajadores incapacitados. Se deseaba una entrega militante, así que el DAF asumió, como en el stajanovismo de la URSS o la battaglia del grano de Mussolini, la fraseología de la guerra buscando incrementar la explotación y aumentar la productividad. El DAF quería producir un nuevo tipo de trabajador, alejado del modelo de consciencia de clase del marxismo o del apático holgazán. Gran parte de esta ideología y su consecuente legislación era el miedo del NS-Staat a las huelgas. El tipo ideal del nuevo trabajador racialmente consciente era el Volksgenosse Müller, un personaje literario creado por Walter Dach (un escritor muy prolífico que escribió la mayoría de sus obras para el DAF), que representaba al verdadero proletario. Como tantos otros trabajadores, Müller había sido ganado por el marxismo apátrida y cosmopolita pero su naturaleza verdaderamente aria se rebela cuando descubre que los marxistas son traidores a la Patria y además son un instrumento de los patrones. Müller también se ilumina con la idea que el verdadero patriota debe negar la primacía de las consideraciones económicas en la ordenación de la estructura social de Alemania. Honradez contra hipocresía, la idea es que el pueblo alemán puro es tan derecho como un tronco. Sólo hay que sincronizarlo, despertarlo y hacerlo decidido en su decisión.

Ascenso y consolidación de Hitler: A lo largo del año 1933, el “año de la decisión” como lo presentaba la ideología nazi, Baden y en especial su capital, Freiburg, fueron la avanzada del fanatismo y la nivelación (“Gleichschaltung”) racial de toda Alemania. Hay que señalar que ya en las elecciones de 1932 el NSDAP era el partido mayoritario de la región y tras el éxito en las elecciones (las últimas semilibres) en marzo de 1933, se rompió todo formalismo constitucional. El ministro del Interior de Hitler, Frick, nombró Reichskommissar al temible Wagner, quien disolvió el gobierno provincial y creó un cuerpo paramilitar de apoyo formado por 500 miembros de las SS, SA y los Stahlhelm, persiguiendo todo forma de oposición o protesta. La “Casa del Pueblo” de Freiburg, sede de los sindicatos, fue violentamente atacada hasta su cierre definitivo. Al poco tiempo fue asesinado por dos policías el muy conocido diputado socialdemócrata de origen judío Nussbaum. En la plaza de la catedral de Freiburg, el NSDAP organizo un mitin multitudinario bajo el lema “Manifestación contra el marxismo”. Todos los parlamentarios y concejales comunistas y socialdemócratas fueron encarcelados sin más, prohibidos los partidos políticos, disueltas las organizaciones que no respondieran al NSDAP y los órganos de la prensa independiente cerrados o censurados. En esa época ya existían dos campos de concentración muy conocidos en Baden, ambos ubicados en el pueblito de Heuberg, una aldea cercana al pueblo natal de Heidegger, Messkirch. Los campos quedaron chicos y fueron cerrados en 1935, trasladándose a los presos (en su mayoría comunistas, anarquistas, socialdemócratas y “pacifistas”) al temible KZ Dachau. En 1933 el alcalde nazi de Freiburg, el Doktor Franz Anton Josef Kerber, dirigió un boicot público contra los comercios judíos y se publicó una lista desde el Ayuntamiento con los nombres de abogados, médicos y otros profesionales judíos para que también se los boicoteara. Kerber no sólo era miembro del NSDAP sino de las SS (en 1937 Heidegger publicará un artículo sobre Francia y Alemania en un libro editado por Kerber). En abril de 1933 se promulgó para toda la provincia una ley de “re-estructuración de la función pública”, pionera en la limpieza racial, que notificaba la expulsión de todos los judíos de la administración pública y, por supuesto, de las universidades. La depuración étnica en Baden se completaría recién en 1940, cuando los últimos 5.617 judíos fueron enviados al KZ Gurs (Pirineos franceses), el lugar donde estuvo internado Jean Améry, para luego desaparecer en los infiernos de los campos de exterminio del Este. Es en este contexto que hay que interpretar y sopesar las palabras de Heidegger.

Ciencia, universidad y nazismo: las transformaciones administrativas adoptadas por el Führer Heidegger en la universidad se completaron con una serie de medidas tendientes a modificar el tipo de intelectual liberal (=marxista) aborrecido por el nacionalsocialismo. “Nada confirma más la certidumbre de la victoria de nuestras ideas que nuestro éxito en las universidades” afirmaba no sin razón Adolf Hitler en 1930. Los nacionalsocialistas habían tenido un éxito asombroso en los estudiantes universitarios, llegando a poseer la mayoría absoluta y la presidencia del Congreso de Estudiantes Alemanes dos años antes del ascenso de Hitler a la cancillería. En el cuerpo de profesores la simpatía no era menor, aunque no se hacía pública. Gerhard Krüger, el líder de la asociación nacionalsocialista universitaria, la Nationalsozialistischer Deutscher Studentenbund (NSDStB) que había organizado la quema pública de libros en toda Alemania en la noche del 10 de mayo de 1933. Krüger era un estudiante de las SA, cuadro político militar, que inició su militancia política en el Bund Oberland, agrupación paramilitar freikorps, que se formó en 1919 para combatir la RäterRepublik roja de Münich y apoyó al fallido putsch de Hitler en 1923; en 1928 ingresó al NSDAP y entre 1931 y 1933 fue nombrado Führer der Studentenschaft Geschichsstudium; desde 1936 asume como Reichsamtsleiter; entre otros libros escribió: Student und Revolution(1934) y Adolf Hitler(1938); en la década del ’50 continuó su militancia como Leader indiscutido de las agrupaciones neonazis, como el DRP (Deutsche Reichspartei). En esa noche de mayo, siendo Heidegger rector, fueron incinerados en una hoguera gigantesca, en la plaza frente al edificio de la biblioteca de la Universidad de Freiburg, libros con espíritu “anti-alemán”; la única oposición que encontró el acto organizado por las SA, SS y Stahlhelm fue una noche lluviosa, impropia para un auto de fe ario. Uno de los cuadros nazis que organizó la quema, Hans Karl Leistritz, director del Servicio Informativo Científico Universitario y del tenebroso SD. Ambos, Krüger y Leistritz, eran muy conocidos de Heidegger, de hecho les envío ejemplares dedicados de puño y letra de su infame “Discurso de asunción del rectorado”. Krüger precisamente reclamaba una nueva comunidad universitaria que liquidase para siempre la herencia liberal y judía, promoviendo un anti intelectualismo visceral que intentaba acabara con los universitarios como casta privilegiada en una sociedad que buscaba la igualdad racial-popular: “La universidad durante el período del liberalismo clásico era desarrollar tantos individuos educados para diversas cosas como fuera posible. El ideal de hombre armonioso, según lo concebía el liberalismo clásico, fue degenerando gradualmente en un unilateralismo de especialistas, sin ninguna verdadera conexión con la comunidad. La casta universitaria, ‘el hombre cerebro’, el ‘formador’, la universidad misma y con ella sus profesores e incluso en parte los estudiantes perdieron toda relación con el Pueblo alemán y su Estado… ese ideal burgués carecía de toda relación a la Sangre y al Suelo”. Pero ya Hitler había marcado la pauta en 1923: “Se necesita un amplio cambio en la educación. Hoy sufrimos de supereducación. Los ‘sabelotodo’ son enemigos de la acción. Sólo se estiman los conocimientos. Lo que se necesita es instinto y voluntad”.

El 30 de octubre de 1933 dentro del programa municipal de la ciudad de Freiburg desfilaron frente al portal de la universidad 600 Erwerbslose, ex desempleados que ahora cumplían con trabajos y servicios comunitarios, a quienes se dirigió Heidegger con este discurso titulado “Educación Nacionalsocialista”, que luego sería publicado por “Der Alemanne. Kampfblatt der Nationalsozialistischen Oberbadens”, el diario oficial nazi de Baden, en su número 33, el 1º de febrero de 1934. El encarnizamiento de Heidegger contra las metas burguesas-marxistas, contra el materialismo americano, la búsqueda fácil de cargos y honores, contra todo el tinglado del mandarinazo alemán es sorprendente. Veía en la transformación del mundo universitario la realización de los puntos más radicales del movimiento de la nueva derecha. Sus topoi son todos derivados de “Ser y Tiempo”: Dasein, Mit-Sein, Decisión, Destino colectivo, Autenticidad, Voluntad, Saber… todo aderezado, como recordaba el filólogo Klemperer, con la saturación de la palabra pueblo en el discurso nazi “’Pueblo’ Se emplea tantas veces al hablar y escribir por los nacionalsocialistas como la sal en la comida; a todo se le agrega una pizca de pueblo: fiesta del pueblo, camarada del pueblo, comunidad del pueblo, cercano al pueblo, extraño al pueblo, surgido del pueblo…” Heidegger decide entonces, en una medida inédita en toda la Alemania ya nazificada, vincular el trabajo universitario con el servicio de trabajo forzado emprendido por el alcalde Kerber, con el objeto de crear un “puente vivo” entre trabajadores intelectuales y manuales. El plan especial de la ciudad de Freiburg para los desempleados era trasladarlos a labores en campos y minas y la creación de una nueva población campesina en la provincia. La Universidad de Freiburg, con Heidegger a la cabeza, participó activamente en el plan, una iniciativa que no tiene equivalente en ninguna universidad de la época. No sólo se trataba de llevar a los estudiantes universitarios del claustro al mundo del trabajo sino de adoctrinar al proletario alemán en cursos de adoctrinamiento nacionalsocialista en el área de extensión universitaria. Los estudiantes de las SA, SS y Stahlhelm asumían la “educación política” de los trabajadores manuales en paro. El diario de la Nationalsozialistischer Deutscher Studentenbund (NSDStB), “Der Deutsche Student”, se hizo eco de este esfuerzo señalando que “bajo la protección del profesor Heidegger, rector de la Universidad de Freiburg, los estudiantes friburgueses y el Departamento de Trabajo han suscrito un acuerdo importante según el cual la universidad y el conjunto de estudiantes, en el curso del semestre de invierno, asumirán la educación política de una gran parte de los desocupados de Freiburg. Las lecciones serán dadas por las fuerzas vivas nacionalsocialistas del mundo estudiantil y universitario. Este acuerdo constituye un gran aporte a la lucha por la reconstrucción de la universidad” ¿En qué consistía la educación política? El primer ciclo de conferencias llevaba el título de “Socialismo alemán”, estaba a cargo de Wolf (“Socialismo y Derecho”); Maximilien Back (“Socialismo y Economía”); Hans Mortensen (“Socialismo y Paisaje”); Kart Bauch (“Socialismo y Arte”); Walter Müller-Guiscard (“Socialismo y Asistencia Pública”); el médico psiquiatra Heinz Riedel (“Problemas de la Cuestión Racial”); el médico Helmut Haubold (“Socialismo y Servicio del Trabajo”). Mientras Heidel terminará sus días experimentando con vacunas en los campos de la muerte de las SS, Haubold será el Kommissär del RAD (Servicio del Trabajo) y de los campos de trabajo para toda la zona sur de Alemania.

El discurso de Heidegger marcó la apertura solemne y protocolar de los cursos de educación política nacionalsocialista para los trabajadores comprendidos en el plan municipal de Freiburg. Las traducciones en italiano y francés, coordinadas por el filósofo heideggeriano François Fédier tratan de ocultar en el maremagnum de la traducción el léxico nazi de Heidegger: el título es modificado (ya no es “Educación científica nacionalsocialista” sino una inocente ¡¡¡“Allocution aux travailleurs”!!!); conceptos-faro de la Lingua Tertii Imperii se metamorfosean y se edulcoran: “camaradas de raza” es compatriotas, “nacionalsocialismo” es socialismo nacional, “comunidad racial” es sociedad sin clases… y si hay dudas no manipulables lexicográficamente unas citas vergonzosas confunden todavía más al despistado lector. Nuestra traducción se basa en el artículo original, rescatado del olvido por un alumno de Heidegger, Guido Schneeberger en una compilación de documentos de y sobre Heidegger titulada “Nachlesse zu Heidegger” (Bern, 1962).

Nationalsozialistische Wissensschulung

(“Educación Científica Nacionalsocialista”)

¡Alemanes camaradas de raza! (Volksgenossen!), ¡Trabajadores Alemanes!

Como Rector de la Universidad os doy cordialmente la bienvenida a esta casa. Esta bienvenida será, al mismo tiempo, el inicio de nuestro trabajo conjunto. Permitid que comencemos, antes que nada, reconociendo la importancia y el significado del hecho que vosotros, trabajadores desocupados (Notstandarbeiter) de la ciudad de Freiburg, estéis junto a nosotros en el mayor Salón de Conferencias de la Universidad.

Pero: ¿qué significa este hecho?

Debido a medidas de gran envergadura y del nuevo carácter de los Servicios de Distribución de trabajo (Arbeitsbeschaffung) de la ciudad de Freiburg, se os ha dado trabajo y se ha puesto pan en vuestras mesas. Es por esta razón que vosotros disfrutáis de una posición privilegiada entre el resto de los trabajadores sin sustento de la ciudad. Pero este tratamiento preferencial significa, al mismo tiempo, una obligación (Verpflichtung).

Vuestro deber es comprender que la creación de trabajo y la aceptación del trabajo por el que se os paga, es la manera como el Führer nos exige en nuestro nuevo Estado. Por creación de trabajo entendemos no sólo el alivio de las necesidades externas, no exclusivamente la eliminación del desaliento interno o, de hecho, la desesperación; la creación de trabajo significa no únicamente el protegerlos de todas esas cargas. La creación de trabajo es, en realidad y al mismo tiempo, un acto de elevar y construir (Aufbau und Bau) dentro del nuevo futuro de nuestro Pueblo (“der neuen Zukunft unseres Volkes”).

La creación de trabajo debe, antes que nada, hacer al camarada de raza (Volksgenosse), desempleado y sin ocupación, ser de nuevo capaz de Existencia (daseinsfähig) en y por el Estado y ser capaz de existir en la totalidad del Pueblo (Volksganze). El camarada de raza (Volksgenosse) que ha encontrado trabajo debe aprender por eso que no ha sido dejado de lado y abandonado, que tiene un lugar en el orden popular (Volksordnung), y que cada servicio y cada cumplimiento poseen su propio valor que es fungible por otros servicios y cumplimientos. Esta experiencia (Erfahrung) puede devolverle su propia dignidad y auto-convencerse ante sus propios ojos y adquirir por sí mismo la verdadera convicción y resolución (Entschiedenheit) ante los ojos de los otros camaradas de raza (Volksgenossen).

El objetivo es: fortalecerse para una Existencia (Dasein) total y plenamente valiosa como camarada de raza en una comunidad racial-popular alemana (deutschen Volksgemeinschaft).

Para esto, sin embargo, es necesario:

Saber, qué posición se ocupa en tanto integrante de este Pueblo;

Saber, cómo este Pueblo renace y cómo se renueva a sí mismo en esta reorganización;

Saber, qué es lo que está aconteciendo con el Pueblo Alemán en este Estado Nacional-Socialista (nationalsozialistischen Staat);

Saber, en qué fiera lucha (schweren Kampf) esta nueva realidad fue ganada y creada;

Saber, lo que significa el futuro saneamiento (Gesundung) del cuerpo del pueblo (Volkskörpers) y qué demanda de cada individuo en particular;

Saber, cuáles han sido las consecuencias que ha traído a los hombres alemanes la urbanización, y cómo ellos deben retornar al suelo y a la tierra (Boden und Land) a través de la distribución de suelo,

Saber, qué significó el hecho que 18 millones de alemanes que pertenecían al pueblo pero, porque vivían fuera de las fronteras del Imperio (Reichsgrenzen), no pertenecían todavía al Imperio;

Todos los trabajadores de nuestro pueblo deben saber por qué razón y por qué propósito ellos están donde están. Es solamente por este saber (Wissen) viviente y siempre presente que sus vidas pueden ser enraizadas en el pueblo como una totalidad (Volksganzen) y en su destino popular (Volksschicksal). Proporcionar este saber es así una parte necesaria de la creación del trabajo; y éste es también vuestro derecho, pero por consiguiente también vuestra obligación, demandar este saber y el esfuerzo para adquirirlo.

Y ahora, vuestros jóvenes camaradas (jüngere Kameraden) de la universidad están preparados para auxiliarlos a adquirir ese saber. Ellos han resuelto ayudar para que ese saber reviva en ustedes, para ayudarlos a desarrollar y a crecer vigorosamente y que jamás vuelva a adormecerse. Ellos están de pie y preparados, no como ‘estudiantes’ (Gschtudierten) que son los ‘mejores’ (Besseren) de su clase, sino como camaradas de raza (Volksgenossen) que han reconocido su deber.

Ellos están de pie y preparados, no como personas con ‘formación’ (Gebildeten) enfrentadas a una ‘clase baja’, de individuos ‘incultos’, sino como camaradas (Kameraden). Se preparan a escuchar vuestras preguntas, atender vuestros problemas, vuestras dificultades y dudas, pensar con vosotros con conciencia, en un esfuerzo compartido, para conducirlos a la claridad (Klärung), a la solución (Lösung) y a la decisión (Entscheidung). ¿Qué es, por consiguiente, el significado del hecho de que os congreguéis aquí, en la Salón de Conferencias de la Universidad con nosotros?.

Este hecho es el signo (Zeichen) que la nueva voluntad colectiva (neuer, gemeinsamer Wille) construye un ‘puente viviente’ entre el trabajador de la ‘mano’ (Arbeiter der Faust) y el trabajador de la ‘cabeza’ (Arbeiter der Stirn). Hoy, la voluntad que cubre esta escisión ya no es un proyecto condenado al fracaso. ¿Y por qué no? Porque la totalidad de nuestra realidad alemana (deutsche Wirklichkeit) ha sido modificada, cambiada por el Estado Nacional-Socialista (nationalsozialistischen Staat), con el resultado de que toda nuestra comprensión (Vorstellen) y pensamiento (Denken) deben también transmutarse.

Lo que nosotros pensamos hasta ahora, cuando usamos las palabras ‘Saber’ (Wissen) y ‘Ciencia’ (Wissenschaft), han sumido y adquirido otro sentido (Bedeutung).

Lo que significaban hasta ahora las palabras ‘trabajador’ (Arbeiter) y trabajo (Arbeit) han tomado otra sentido (Sinn).

‘Ciencia’ (Wissenschaft) ya no es la posesión de una clase privilegiada de ciudadanos (Klasse der Bürguer), que abusa de esta posesión como medio de lucha en la explotación (Ausbeutung) del pueblo trabajador (werktätigen Volkes). Más bien, Ciencia es meramente la forma más rigurosa y más responsable de ese conocimiento en que el Pueblo Alemán en su totalidad debe buscar y demandar por su propia existencia histórica como Estado (seines eigenes geschichtlit-staatliches Dasein) necesario para afianzar y asegurar su continuidad y grandeza y preservarla en el futuro. El saber de la verdadera ciencia no difiere en nada en su esencia (Wesen) con los saberes del campesino, del leñador, del minero, del artesano. Porque saber significa: reconocerse en el mundo en el cual hemos sido arrojados, como comunidad e individuo.

Saber (Wissen) significa: en todas nuestras decisiones (Entscheidung) y procederes (Vorgehen) estar a la altura de la tarea que nos ha sido asignada, tanto si esa tarea es cultivar la tierra o talar un árbol o excavar en un canal de riego o inquirir en las leyes de la Naturaleza o iluminar la historia en su poder de destino colectivo (Geschichte in ihrer Schicksalsmacht).

Saber (Wissen) significa: ser amos de la situación (Herr sein der Lage) en la que nosotros estamos situados.

Qué es decisivo no es tanto cuán variado es nuestro conocimiento y la cantidad de cosas que nosotros conocemos, pero sí lo es si nuestro conocimiento ha crecido naturalmente por fuera y si se dirige directamente hacia nuestro círculo de existencia (ein ursprünglich gewachsenes und auf unseren Daseinskreis ausgerichtetes) y si, por nuestra acción (Tat) y conducta (Verhalten), tomamos responsabilidad por lo que sabemos. Nosotros ya no distinguimos entre el ‘educado’ (Gebildeten) y el ‘inculto’ (Ungebildeten); y no porque ambos son lo mismo, sino por que ya no atamos nuestra estimación de una persona a esta distinción. Hacemos, en cambio, diferencia entre saber genuino (echtem Wissen) y saber aparente (Scheinwissen). Saber genuino es algo que ambos, el campesino y el trabajador manual (Bauer und Handarbeiter), poseen, cada uno de su propia manera y en su propio campo de trabajo, lo mismo que el estudiante tiene su propio campo. Pero, en cambio, a lo largo de su aprendizaje, el estudiante puede simplemente gastar su tiempo en la persecución ociosa del saber aparente.

Si vosotros que estáis aquí sabéis convertiros en personas sabias, nosotros no os daremos migajas o fragmentos de una ‘cultura general’ (allgemeinen Bildung) de cualquier tipo, menos aún una limosna. Es más: es en vosotros donde debe despertar ese saber, por medio del cual cada uno de vosotros, en su estamento y en su círculo de trabajo (Stand und Arbeitskreis), podrá llegar a ser un hombre alemán duro y decidido (klare und entschlossene deutsche Menschen).

Saber y posesión del saber (Wissensbesitz), tal como el Nacionalsocialismo entiende estas palabras, no divide en clases (Klassen), sino otorga lazos y unidad a los camaradas de raza (Volksgenossen) y a los estamentos (Stände) en una única y grandiosa voluntad (Will) del Estado.

Tal como ‘saber’ y ‘ciencia’, las palabras ‘trabajador’ (Arbeiter) y ‘trabajo’ (Arbeit) adquieren un sentido transformado y una nueva sonoridad. El trabajador no es más, como reclamaba el marxismo (Marxismus), un mero objeto de explotación (blosse Gegenstand der Ausbeutung). El estamento de los trabajadores (Arbeiterstand) no son la clase de los deseheredados (“Klasse der Enterbten”) que se lanzan a la lucha de clases generalizada (“allgemeine Klassenkampf”). Pero tampoco el trabajo es simplemente la producción de bienes (Erzeugung von Gütern) para otros. Ni es el trabajo simplemente la ocasión y el medio para ganar un salario (Lohn). Más bien:

Para Nosotros trabajo (“Arbeit”) es el título de toda actividad y acción (Tun und Handeln) bien ordenadas determinadas por la responsabilidad de los individuos, los grupos y el Estado y que está así al servicio del Pueblo.

Trabajo nos nada más, ni nada menos, que la libre fuerza de decisión (Entschlusskraft) y la perseverancia de los hombres (Ausaduer des Menschen) son libremente unidas en al conformación de la voluntad (Will) y el éxito en el cumplimiento de una tarea.

Por consiguiente, todo trabajo es, como trabajo, algo espiritual (Geistiges), porque esta fundado en el libre ejercicio de la competencia (Sachkenntnis) y en el entendimiento sobre trabajo (Werkverständnis) de la tarea; y ésta debe estar fundamentada en el saber auténtico (eigentliches Wissen). El cumplimiento de un trabajador de las minas no es básicamente menos espiritual (geistig) que la actividad de un estudiante.

Trabajador y Trabajo (Arbeiter und Arbeit), tal como el Nacionalsocialismo entiende a estas palabras, ya no dividen en clases (Klassen), sino que crean lazos y unen a los Camaradas de Raza (Volksgenossen) y a los estamentos (Stände) en una única y grandiosa voluntad del Estado (grossen Willen des Staates).

‘Los trabajadores’ y “los académicos’ (die wissenschaftlich Wissenden) no están en una situación opuesta. Cada trabajador está, a su propia manera, como uno que sabe; y sólo porque es una persona que sabe posee la habilidad de trabajar sobre cualquier cosa. El privilegio del trabajo se le niega al animal; al contrario cada persona que realiza actos guiada científicamente y que decide en función de una ciencia (wissenschaftlich Entscheidender) es un trabajador.

Por esta razón, la voluntad (Will) de tender un puente vivo entre nosotros y vosotros no puede seguir siendo un deseo vacío y sin perspectiva de éxito. Esta voluntad de transformar esta adquisición de trabajo (Arbeitsbeschaffung) en una adecuada adquisición de saber (rechten Wissensbeschaffung) debe ser para nosotros una íntima certeza (innerste Gewissheit) y una fe que jamás será vacilante (nie wankender Glaube). Al sostener esta voluntad, no hacemos otra cosa más que seguir la voluntad superior de nuestro Líder (überragenden Wollen unseres Führers). Ser su comunidad de fieles (Gefolgschaft) significa: desear de forma inquebrantable y en todo momento que el Pueblo alemán reencuentre su unidad orgánica (gewachsene Einheit), su simple dignidad (einfache Würde) y su auténtica fuerza (echte Kraft) y que como Estado del Trabajo (Arbeitstaat) adquiera continuidad y grandeza.

Al hombre de esta voluntad sin precedentes (unerhörten Willens), a nuestro Führer Adolf Hitler un triple saludo:

¡Sieg Heil!

(Traducción de Nicolás González Varela)

Etiquetas: , , , ,

sábado, noviembre 03, 2007

Stalin en la biblioteca


¿Es necesario vigilar las lecturas de los dictadores? Habitualmente se les exige no confesarlas. Esto es en cierto sentido perjudicial, pues el conocimiento primero de que leen y en segundo lugar qué es lo que leen facilitaría a menudo explicarnos lo que dicen y hacen. A veces un capricho sorprendente, un guiño en un discurso, un dejo retórico conocido, un acento ideológico nos hace sospechar que, sin prevenir, está retomando la palabra de otro. Al ser transpuesta, transmutada, la lectura se convierte en un eco quebrado, en un enigma indescifrable. El enigma de la fórmulas sólo puede despejarse si conocemos la materia de la piedra filosofal. Tenemos varios prejuicios a la hora de imaginarnos a los dictadores en pantuflas tomando un libro de la biblioteca y gozando de lectura profunda. El primero es que como mecanismo de reducción de la disonancia que se produce en nuestras mentes, es mejor engañarnos y sostener que los dictadores más déspotas, totalitarios y sangrientos son incultos o ágrafos. Nos da la tranquilidad bienpensante que las dictaduras son abortos antinaturales de la sociedad, desviaciones históricas o dérapages aberrantes. En segundo lugar para nuestra ideología humanista occidental es impensable que un dictador (o cualquier asesino político de masas) sea una persona culta y erudita: como en el caso de los nazis tendemos a creer que la alta cultura es un antídoto absoluto contra la barbarie. Los monstruos no leen. En realidad una hipoteca no reconocida del iluminismo tardío. La barbarie repudia la cultura y viceversa. Pero nada es más falso. No podemos creer que Hitler era un gran lector, que devoraba de niño las novelas de aventuras de Karl May “a la luz de una vela”, que a los quince años escribía obras de teatro, que era considerado por sus vecinos una rata de biblioteca o que su único equipaje al llegar a Viena eran cuatro cajas llenas de libros. Un amigo íntimo de Hitler de aquella época romántica, August Kubizek, no podía imaginar a su amigo sin libros: “Los libros eran su mundo”. Hitler había sido socio de tres bibliotecas en su Linz natal (pagando una suscripción bastante alta para la época) y era usuario habitual en la impresionante Hofbibliothek de Viena. En su habitación de Stumpergasse 29, segundo piso, puerta 17 los libros se acumulaban por el piso en filas verticales. Era un asiduo lector de Schopenhauer y, por supuesto, Nietzsche. La hermana de Hitler, Paula, recordaba que siempre le recomendaba libros y que incluso le había enviado un ejemplar del Quijote de la Mancha. En “Mein Kampf” confesaba “he procurado leer de la forma correcta desde mi primera juventud y me he visto felizmente apoyado en esta conducta por mi memoria e inteligencia”. Mussolini, debajo de su disfraz de tosco italiano arquetípico, latía un lector voraz y un intelectual erudito. “Il Duce” había sido líder juvenil socialista (admirado por Gramsci), ex director del principal diario del Partido Socialista Italiano “Avanti!”, gran lector de Marx (“el más grande de los teóricos socialistas”), de Lasalle y Labriola, de los socialistas franceses neojacobinos como Jaurés y Guesde, la nueva sociología de Michels y Pareto, Schopenhauer, Nietzsche, Bergson, anarquistas como Faure y Sorel, además del nuevo marxismo crítico de Rosa Luxemburg. ¿Y Stalin?

Distorsionando un famoso aforismo filosófico se podría afirmar que “Soy lo que leo”. Si de alguna manera el estilo es el hombre, también lo es por sus lecturas. Para conocer a un personaje bastaría hipotéticamente con espiar de reojo los libros que le rodean, pero ¿valdría este método para los dictadores? ¿Habría que vigilar las lecturas, no sólo de los filósofos, sino de los hombres con poder absoluto? ¿Tendría alguna utilidad político-arqueológica? En la Unión Soviética existió un tiempo donde el nombre de Stalin se había situado no sólo junto al de Lenin, sino al de Engels y Marx. Stalin era una de las fuentes seminales y autorizadas del ya maduro pensamiento comunista. Además era un intérprete autorizado del sentido histórico y universal de la doctrina bolchevique. Se editaron sus obras completas en dieciséis volúmenes bajo el prestigio y la cobertura filológica del Instituto Marx-Engels-Lenin de Moscú. Se imprimieron trece hasta el día de su muerte. Se tradujeron en casi todos los idiomas importantes. Sin embargo ha sido habitual entre los enemigos faccionales y detractores de Stalin (una contrahagiografía inaugurada por Trotski: “no es un filósofo, ni un escritor, ni un orador”) hablar con desprecio de su talento como teórico, subestimar su talento literario. Como un mecanismo psicológico de reducción de disonancia es más fácil creer que un hombre gris, un profesional de la política, provinciano llano (“ignorante semianalfabeto”, le llama Souvarine), semiculto asiático, un mero vulgarizador de Lenin, una “mancha gris” fue el que torció la maravillosa alborada del socialismo nacida en octubre de 1917. Pero no sólo la literatura política subestima la dimensión intelectual de Stalin, sino incluso historiadores modernos (como Laqueur que afirma que como pensador fue mediocre y sus ideas carecieron de carisma, un “líder inverosímil”). Coincidimos con historiador moderno Robert Service: “Era un asesino de Estado mucho antes de instigar el Gran Terror. El hecho de que no se prestara atención a sus inclinaciones parece inexplicable a menos que se tenga en cuenta la complejidad del hombre y del político oculto detrás de «la borrosa figura gris» que ofrecía a una multitud de observadores. Stalin fue un asesino. Fue también un intelectual, un administrador, un estadista y un líder político; fue escritor, editor y estadista. En privado fue, a su modo, un marido y padre tan atento como malhumorado. Pero estaba enfermo de cuerpo y de mente. Tenía muchas cualidades y utilizó su inteligencia para desempeñar el papel que pensó que se ajustaba a sus intereses en un momento dado. Desconcertaba, aterrorizaba, enfurecía, atraía y cautivaba a sus contemporáneos. La mayoría de los hombres y mujeres de su época subestimaron a Stalin. Es tarea del historiador examinar sus complejidades y sugerir el modo de entender mejor su vida y su época”.

En relación con Stalin, “el hombre que se expresaba con gruñidos” (Trotsky) nos resulta dificultoso ahondar en su faceta como lector, estudioso e intelectual, no existe un archivo comparable al de Lenin o Mussolini, ni tampoco será posible reconstruirlo en el futuro, ya que una parte importante de sus papeles fueron destruidos deliberadamente por sus herederos, incluidos sus objetos personales. Como Stalin se legitimaba políticamente considerándose a sí mismo como fiel continuador del leninismo, todos aquellos documentos o actividades autónomas del propio Stalin fueron ocultados, silenciados o eliminados físicamente. La idea de que era un cero a la izquierda, la ideología doméstica de ser una mancha gris era vital para que su régimen fuera considerado a los ojos de las masas un apéndice natural de las enseñanzas eternas de Lenin. Que consideremos a Stalin un vulgarizador, un campesino georgiano semiculto es otra de las grandes victorias de Stalin sobre la posteridad. Ocultar que Stalin era un erudito, con ideas independientes y originales de Lenin, fue una razón de estado. Stalin sabía jugar ese juego, cuando el mediocre biógrafo Emil Ludwig le preguntó si se consideraba un heredero del zar Pedro El Grande, Stalin simplemente le contestó: “soy simplemente un discípulo de Lenin”.

Cuando los archivos secretos del Partido Comunista de la URSS y del estado soviético comenzaron a hacerse accesibles en 1989 (proceso que se aceleró después del colapso y que se detuvo con la ascensión de Putin) los historiadores descubrieron una verdadera cueva de Alí Ba Bá. Se presentó una oportunidad única para arrojar luz sobre todos los aspectos de la experiencia soviética, sobre sus líderes y sus víctimas, explicaciones sobre sucesos que aun forman parte de nuestra memoria viva. Con los archivos y manuscritos de Stalin la NKVD (luego MVD) realizó un trabajo prolijo de destrucción y dispersión. De esta labor no se salvó su enorme biblioteca personal. Hasta 1918 Stalin no tuvo domicilio fijo, luego vivó en el Kremlin en un piso muy estrecho y luego a la llegada de su hijo Yakov se mudó a otro más espacioso. Es en este apartamento donde puede vérsele leyendo (debajo de un enorme retrato de Marx) y fue allí donde empezó a reunir una gran cantidad de libros y su propia hemeroteca. La mayoría de sus visitantes se quedaban sorprendidos de la amplitud y tamaño de su biblioteca. Su piso era, según una bibliotecaria del Instituto Marx-Engels-Lenin llamada Zolotujina “una suite de habitaciones abovedadas con una escalera de caracol que conducía al estudio de Stalin…la biblioteca se amuebló con gran cantidad de estantes pasados de moda que se llenaban con libros de todo tipo. Todos los escritores consideraban muy importante enviar sus libros al dirigente y normalmente incluían una dedicatoria personal”.

A partir de 1932 hasta su muerte en 1953 vivió y trabajó mucho tiempo en su residencia campestre en la afueras de Moscú, en la dacha blizhnaya (cercana, en ruso) de Kuntsevo. Especialmente diseñada para Stalin, la dacha tenía alrededor de veinte habitaciones, un invernadero y un solárium, además incorporaba un importante alojamiento auxiliar para la guardia pretoriana de la NKVD (300 soldados) y el servicio doméstico. Tenía un despacho, pero si hacía falta trabajaba en otras habitaciones. Su hija, Svetlana, recuerda que “mi padre habitaba en una sola habitación que le servía para todo. Dormía sobre un diván. Una gran mesa de comedor estaba atestada de papeles, periódicos y libros. En el extremo de esa misma mesa se le servía la comida, cuando comía solo. Una gran alfombra mullida y una chimenea eran los únicos objetos de lujo y de confort de que disfrutaba mi padre…”. La dacha tiene toda una historia simbólica en la historia rusa. Sus orígenes son aristocráticos: “dacha” en ruso significa “algo que ha sido otorgado” y al costumbre se inició en el siglo XVIII cuando Pedro El Grande otorgaba lotes de tierra a sus nobles más fieles en el camino a San Petersburg (donde se había construido su residencia de verano en Peterhof) con la obligación de construir hermosos chales de campo que debían poseer jardín y construcción de material durable. Pero este fenómeno burgués del período tardío del imperio zarista se impuso como moda en la pequeña burguesía rusa de las ciudades, lifestyle que se mantuvo entre los cuadros bolcheviques sin interrupciones. La Nomenklatura adoraba las dachas. En la época soviética, dada la vida peligrosa, miserable y sucia en las ciudades, se hizo atractivo para los apparatchikis del partido irse a los extrarradios en dachas expropiadas. Lentamente se transformaron en una gratificación para los burócratas más fieles y las élites culturales (el film “Utomlyonnye solntsem” de 1994, dirigido por Nikita Mikhalkov nos presenta la vida de un cuadro militar en una típica dacha en la década de los años ’30). Stalin desplazó allí una gran parte de su biblioteca personal, la que ubicó en un edificio aparte. Únicamente trabajaba en su oficina del Kremlin por las tardes; tras estudiar los documentos oficiales, ocupaba las horas restantes recibiendo a la gente que había citado, celebrando reuniones y discutiendo asuntos del partido. En la dacha Stalin se sentía más íntimo, mantenía conversaciones confidenciales, leía el correo y, lo que nos interesa, leía profusamente, escribía y redactaba cartas. Había copiado el método epistolar de Lenin: escribir un gran número de cartas y notas a mano en las que se dan órdenes y directrices, sin copia y entregadas al destinatario a través de un mensajero especial asignado por la policía política, la CheKa. No sólo: era además poeta, autor y editor de libros, censor riguroso y crítico de obras de teatro, películas, música y arte en general. Tan insomne como el sonámbulo Hitler, Stalin solía tener varios libros en su mesita de noche y los leía u hojeaba hasta altas horas de la madrugada. Con un lápiz negro en mano realizaba subrayados, abundantes anotaciones y addenda en los márgenes. Escribía muchas reseñas de libros, revistas y de artículos periodísticos, todos sus textos eran gramaticalmente correctos y limpios. Stalin era sin dudas en secreto un hombre culto. Le irritaba profundamente encontrarse con errores tipográficos, ortográficos y gramaticales, que corregía minuciosamente con un lápiz rojo. En cuanto a su propia producción intelectual no utilizaba ni secretario ni copista, como le confesó al director del “Pravda” Shepilov “yo no utilizo taquígrafo nunca. No puedo trabajar con alguien merodeando por ahí”. Stalin escribía a mano, con claridad y siempre cuando estaba solo. Poseía cierto talento creativo, en el sentido de que creaba sus artículos de la nada, trabajándolo en un ritmo bastante lento y con frecuencia realizaba ajustes y correcciones en el producto final. Era fiel a una frase que gustaba de repetir: “El papel acepta todo lo que se escribe en él”. Sus manuscritos originales los guardaba en su famosa caja fuerte personal, de la que nadie tenía copia de su llave. Pocos de estos manuscritos se han encontrado: han desaparecido con todo lo demás. Stalin era muy ordenado, minucioso y obsesivo cuando preparaba las reuniones a las que asistía, allí también empleaba su oficio de lector y escritor: preparaba metódicamente en cuadernos de notas comentarios para las reuniones del Buró del Comité Central, con bosquejos de los asuntos a tratar, citas de libros y diarios, e incluso pequeñas biografías de sus eventuales oponentes. Según testigos, Stalin tenía una capacidad de lectura impresionante: leía u ojeaba un promedio de doscientos documentos diarios. Hasta la fecha no se sabe nada del destino de sus manuscritos y las anotaciones excepto que a su muerte quedaron en la dacha. Beria, entonces jefe de la NKVD, empaquetó todas las pertenencias, incluidos libros, muebles y la loza, en camiones hacia un depósito secreto de la policía política. Aunque se conservó un parte de la biblioteca personal, todos los manuscritos, cartas y otros documentos desaparecieron. En octubre de 1953 se nombró una comisión especial en el Instituto Marx-Engels-Lenin-Stalin (se añadió el nombre de Stalin justo después de su funeral) con el objeto de establecer sus obras completas y transformar la dacha en un museo. Por supuesto la parcial desestalinización detuvo en seco todos estos proyectos. Debido a la ideología del régimen Stalin puso un enorme interés en cómo se reflejaba su labor en la historia de la Unión Soviética y en especial en los años previos a la revolución (historia del partido bolchevique y la lucha faccional) y en su relación con Lenin. Permitió a los historiadores utilizar material de su archivo y biblioteca, aunque únicamente a través de un permiso especial; incluso los ayudaba enviándole una gran cantidad de documentos, material supersensible que se guardaba en ficheros especiales lacrados, la mayoría originales (como el pacto Molotov-Ribbentrop de 1939).

Stalin siempre fue un gran aficionado a la lectura y a los libros. Ya en su infancia poco conocida sabemos que Stalin, entonces llamado “Soso” por su madre, era un alumno de gran memoria para lo concreto. Y que antes de ser conocido como revolucionario fue un poeta romántico (en el mejor estilo del joven Marx) que incluso llegó a intentar publicar su poemario. Algunos poemas fueron publicados con el seudónimo de “Soselo” cuando tenía diecisiete años. En su paso por la educación primaria devora la biblioteca de la escuela (cuidadosamente depurada por los jesuitas) e insatisfecho completa sus lecturas con obras no autorizadas de bibliotecas de la ciudad de Gori. A menudo se lo ve con un libro entre las manos, incluso en pleno verano. Ya en el seminario secundario de Tiflis es un curioso intelectual: un guardia le confisca un formulario de abono a la biblioteca municipal. El libro que había tomado prestado, “Les travailleurs de la mer” de Victor Hugo, le cuesta un castigo en una celda. Antes había sido sorprendido leyendo “Quatrevingt-Treize”, también de Hugo. En estos textos se exalta la Convención revolucionaria y se realiza un retrato épico del ficticio revolucionario jacobino Gauvain. Al poco tiempo lo vuelven a castigar por leer la “Evolución literaria de las distintas naciones” de Letourneau. Es la misma época que descubre la novela georgiana nacionalista de Alexandr Kazbegi, “El Parricida”, cuyo héroe es su próximo apodo, Koba. Devora a Goethe y Shakespeare en traducción georgiana. Además por testimonios de compañeros de estudios sabemos que Stalin leía publicaciones prohibidas a grupos de estudiantes. Un día que un tal padre Dimitri entró en el cuarto de Stalin lo encontró leyendo “¿No ves quien está delante de ti?, preguntó el monje… No veo más que una mancha negra delante de mis ojos”. Soso fue finalmente expulsado del seminario. Los escritores al estilo Trotsky que nos presentan a Stalin como un semianalfabeto campesino, ignoran que el seminario representaba una de las mejores instituciones educativas para las clases más bajas y que su currículum pedagógico incluía latín, griego, eslavo así como historia y literaturas universales. Ya en 1905, revolucionario convencido, Stalin comienza a escribir profusamente con su estilo definitivo, haciendo exégesis y utilizando fórmulas cuasireligiosas: “sólo el proletariado puede llevarnos a la Tierra prometida”, “el Gobierno ha pisoteado y ha escarnecido nuestra dignidad humana, lo más sagrado de lo sagrado”. Usa el método del catecismo: preguntas y respuestas: “¿Podéis impedir que salga el Sol? ¡Esta es la cuestión!”. Y utiliza expresiones que no abandonará: “como es sabido”, “como cada uno sabe”, es evidente”. En conceptos claves usará para siempre las cursivas. Sus lecturas y puntos de vista lo hacen un bolchevique no leninista en un principio. En su derrotero de exilio y cárcel siempre se afilia a bibliotecas municipales y se suscribe a periódicos y revistas. Stalin, contra la historiografía filotrotskista, tiene autonomía teórica suficiente para enfrentarse al semidiós Lenin en tres momentos claves. Primero en el Congreso de Estocolmo de 1906 discrepó en la cuestión agraria (Lenin era partidario de la “nacionalización” de la tierra; Plejanov y los mencheviques por la “municipalización”; la tercera posición era la de los bolcheviques no leninistas rechazaban ambas posiciones y se definían por el “reparto de las tierras”), cuestión en la que ganó Stalin y que luego fue confirmada por los hechos en octubre de 1917; fue en el mismo congreso donde recitó entero un poema del radical Nikolay Alexeyevich Nekrasov. Segundo al esquemático Lenín filósofo y su libro “Materialismo y Empiriocriticismo” (1909), un ataque teórico-político a la facción bolchevique de Alexander Aleksandrovich Bogdanov y Maxim Gorki; Stalin califica la intervención como dogmática, bizantina “una tempestad en un vaso de agua”, que su concepción del materialismo es pre-marxista y que detrás de supuestas discrepancias filosóficas sólo hay una pelea de egos. Su última oposición es a la caracterización de Lenin de la revolución de febrero de 1917 y las famosas “Tesis de Abril” en 1917. Stalin, como director del “Pravda” en esa época, rechazo y censuró muchos artículos de Lenin enviados desde su exilio en Suiza. Recordemos que en su mejor trabajo teórico, “El marxismo y la cuestión nacional” (1913), Stalin construye un texto convincente, muy bien escrito, con fuentes en idioma alemán y bien informado de los problemas de las nacionalidades en la Europa Central. En 1918 se le entrega su primer apartamento en el Kremlin, donde pudo empezar a acumular su propia colección de libros, que al final de su vida alcanzó los treinta mil volúmenes. Sabemos que en 1925, en plena lucha de facciones, Stalin encarga a su secretario personal, Iván Tovstuja, que clasifique y complete su biblioteca personal, y con este propósito diseña un esquema de clasificación por temas. Así define treinta y dos secciones, a la cabeza de las cuales figuran la filosofía, la psicología, la sociología y la economía política; no es tonto: “Lenin y el Leninismo” ocupan una paupérrima vigésimo tercera posición. Manda colocar aparte la literatura de los exiliados y autores ligados a la Guardia Blanca, a Marx, Engels, Kautsky, Plejanov, Trotsky, Bujarin, Zinoviev, Kamenev, Lafargue, Luxemburg y Radek. Varios de estos ejemplares profusamente anotados por el lacónico Stalin. Por ejemplo en el libro de Karl Kautsky “Terrorismo y Comunismo” (1919), crítico tanto de la dictadura del partido único como del estado de sitio y la pena de muerte, en el párrafo donde dice que “los líderes del proletariado han comenzado a recurrir a las medidas extremas, a medidas sangrientas, al Terror” Stalin remarca con un círculo éste párrafo y escribe “¡Ja, Ja, Ja!”. En la respuesta bolchevique a Kautsky, el libro de Trotsky “Terrorismo y Comunismo. Anti-Kautsky” (1920), cuando se exalta la necesidad y la justicia de la violencia proletaria soviética “la revolución exige que la clase revolucionaria haga uso de todos los medios posibles para alcanzar sus fines… el terrorismo si es preciso” Stalin agrega una entusiasta nota. “¡Correcto! Bien dicho, así es”. También sabemos que por esa época inicia cursos de filosofía y lógica con un discípulo de Bujarin. Su profesor fue Yan Sten, un filósofo ligado a la corriente del "idealismo menchevizante" (Deborin), que caerá durante la represión a la llamada plataforma de Ryutin. Cuando se mudó después del suicidio de su segunda esposa una gran parte de esta biblioteca se fue con él, se ubicó los libros en estanterías corrientes y se hizo cargo de su funcionamiento un bibliotecario diplomado. Según la bibliotecaria Zolotujina “la única habitación agradable era la biblioteca, donde la sensación era acogedora… los libros estaban almacenados en un edifico contiguo y se le entregaban a Stalin de acuerdo con sus instrucciones”.

Todos los líderes bolcheviques de la vieja generación se hicieron, por las expropiaciones y confiscaciones, con bibliotecas considerables (los mejores provistos habían sido Trotsky, Bujarin, Zinoviev, Kamenev, Molotov, Kirov y Zhdanov). Los emigrados, fusilados y encarcelados entregaban al estado su biblioteca que se almacenaban en locales donde los bibliotecarios estatales podían escoger los ejemplares que necesitaran. Durante los años ’20 con la creciente dictadura del partido único y la creciente censura (el único período en el que no hubo censura fue entre febrero y octubre de 1917) se estableció una nueva práctica llamada eufemísticamente “la entrega” (raznoska). Consistía en entregar ejemplares por adelantado de todos los libros para que se distribuyeran entre los altos cargos del Partido, miembros del Comité Central y funcionarios destacados. Cada editor poseía una lista de cargos públicos claves a quienes tenía la obligación de enviar ejemplares antes de que se vendieran al lector. Se trataba de un tipo de censura especial añadida. El destinatario podía guardar el libro o devolverlo al editor con notas, sugerencias y comentarios críticos. En caso de no devolverse el editor podía suponer que la Nomenclatura no se oponía a su publicación o que le resultaba indiferente. Naturalmente Stalin también recibía ejemplares por adelantado de la mayoría de las editoriales, especialmente en su área de interés: política, economía, historia y arte. Pero lo que más impresiona es que Stalin, como en su juventud, estaba obsesionado por la literatura rusa, en especial por Alexandr Pushkin. En su biblioteca había gran variedad de libros sobre él, todos publicados durante el período soviético, viejas ediciones sueltas además de unos cuantos ejemplares tenían sobrecubiertas de librerías de segunda mano. También le interesaban las obras sobre Pedro El Grande e Iván El Terrible. Poseía libros en alemán, idioma que estudió de joven pero que nunca dominó y leía toda la literatura en ruso de los exiliados, incluyendo las célebres biografías de Voroshilov y otros mariscales militares escritas por Roman Gul. Ya en la posguerra empezó a interesarse por los libros y revistas de arquitectura, lo que debía estar relacionado con la construcción de grandes edificios utópicos en Moscú. Por supuesto, Stalin poseía todas las ediciones de Marx y Engels, tanto la Werke como la primera edición completa inconclusa, la MEGA, emprendida por el ejecutado David Riazanov; todas las ediciones de Lenin que se habían publicado desde 1917. Gracias a sus addendas continuas y subrayados sabemos que leía a Lenin con total dedicación. Tenía la colección completa de las ediciones del renegado Karl Kautsky y del águila Rosa Luxemburg, así como de la mayoría de los escritores de izquierda alemanes. Por supuesto su biblioteca contaba con todas las obras de sus rivales políticos de mayor envergadura: Trotsky, Bujarin, Kamenev, Radek… De los clásicos de la filosofía política poseía un ejemplar anotado de “El Príncipe” de Maquiavelo. Stalin poseía un talento excepcional para la lectura rápida, amén de una memoria, reconocida hasta por sus enemigos, prodigiosa. Durante los conflictivos años ’20 escogía, a través del servicio de la biblioteca del Kremlin, una media anual de quinientos libros que leía u ojeaba. Incluso durante la guerra, en 1940, se las ingenió para leer el primer tomo de al edición rusa de las obras escogidas de Bismarck, haciendo una serie de correcciones y comentarios en los márgenes del prólogo. Se tuvo que postergar la publicación para que se pudiera reescribir el prólogo y añadir la revisión de Stalin. La mayoría de los libros llevaba un ex libris que decía lacónicamente “Biblioteca de Stalin”, y se estamparon alrededor de cinco mil quinientos volúmenes de este modo. Pero muchas ediciones de clásicos rusos y extranjeros, al igual que libros de economía, ciencia y arte, nunca se sellaban y normalmente no tenían nada anotado de su mano. Actualmente de su biblioteca original sólo quedan en el archivo del RTsKhIDNI (Rossiiskii tsentr khraneniya i izucheniya dokumentov noveishei istorii, Centro Ruso para la Conservación y Estudio de Documentos de la Historia Reciente), ahora llamado Archivo Estatal Ruso de Historia Sociopolítica (RGASPI), exactamente 391 libros que contienen apuntes, comentarios, subrayados y correcciones de Stalin. La única prueba de la erudición que nos queda de Yósif Vissariónovich Dzhugashvili.

Una última anécdota literaria. Una noche de 1948 un vehículo de la Seguridad recoge en su domicilio al poeta Arseni Tarkovski, padre del director de Andrei Rublov. Se lo lleva a la sede del Comité central. Allí Alexander Nikolayevich Shelepin, secretario de las Juventudes Comunistas (futuro jefe de la KGB bajo Brezhnev) le explica que con motivo de la celebración del setenta cumpleaños de Stalin se ha tomado la decisión de estado de publicar en ruso los poemas románticos de su juventud. Como estaban escritos originalmente en georgiano se le concede el enorme honor de traducirlos. En el acto le entrega una cartera de cuero que contienen los precisos escritos de puño y letra de Stalin. Ya Lavrentiy Pavlovich Beria había consultado para la traducción a Boris Leonidovich Pasternak. Al llegar a la fecha prevista Tarkovski no ha podido traducir más que los cuatro primeros versos del primer poema. Cuando vuelven a buscarlo está desesperado. Shelepin le introduce en su despacho, cambia su ánimo cuando le informa “con la modestia que le caracteriza, el camarada Stalin ha vetado nuestra decisión”. Le pagan una suma astronómica para la época por su pizca de traducción quién luego recordó: “Eran unos versos absolutamente aceptables, muy correctos, inocentes. Nada de lucha de clases, nada de desigualdades sociales. Hablaba de flores y de pajaritos”. Un año después Stalin realizaba una confesión a un amigo sobre su vocación de poeta perdida: “Perdí interés en la escritura poética porque requiere una atención completa, un infierno colmado de paciencia…en esa época era un tiro al aire”.

Etiquetas: , , , ,