lunes, julio 31, 2006

Céline en la URSS. Destouches en el País de los Soviets

I. El panfleto es un género literario muy moderno, además de periodístico. Libelo difamatorio u opúsculo de carácter agresivo, nos avisan los guardianes de la ideología lingüística. Es el arte de manipular y subvertir. Estamos en el mundo de la baja literatura: el brulote difamatorio, la sátira antirreligiosa, el Flyer político, la estampa licenciosa; todos ellos circulan haciendo malabares con los pseudónimos, las falsas atribuciones y las firmas paródicas. El libelo pertenece a los pertrechos básicos de la literatura de combate; su lema es: “Nihil inultum!”, nada sin castigo. ¿Ha sido la antorcha del abrazo revolucionario de la modernidad? Sin duda. Generalmente es corto y virulento, ataca el orden de las cosas, el “status quo” establecido. Según la clasificación burocrática de la UNESCO no debe ser menor a las 5 ni exceder las 48 páginas. La etimología es incierta y nebulosa. Proviene según unos del antiguo griego: así Saint-Laurent en su Dictionnaire encyclopédique usuel descubre su empleo nada más ni nada menos que por Sófocles, incluso por el gramático y retórico Ateneo de Naucratis, quienes utilizan la palabra “pamphlectos”, de “pan”: todo y de “phlégo”, quemar o arder. Ojo que también pamphilus del griego quería significar bondadoso, calmoso, lento para pagar deudas. Metáforas incendiarias. Otros buscan su partida de nacimiento en un origen latino lejano: Pamflette será citado por Dirk van Asenede en su traducción neerlandesa de una comedia en verso latina del siglo XII titulada “Pamphilus seu de Amore”. Los italianos lo derivan del inglés, del vocablo pamphilet o panflet (de la forma anglolatina: panfletus), diminutivo del personaje del poema popular Pamphilus (con lo que volvemos al punto de partida). Si en las lenguas romances hay tanta duda y oscuridad, si a los ingleses no les molesta su origen, para clarificar las palabras está el alemán con su relación exacta entre cosa y concepto. Panfleto es “Flugblatt” o “Flugschrift”, algo así como un escrito volador (en Austria se le llama wittgenstianamente “Flugzettel”) y se lo define como un medio de protesta primario. Ya existía como tal en 1488. La sabia y complicada lengua alemana prefiere destacar la volatilidad de la escritura que la temperatura pasional de quién lo forjó. Además panfleto no debe confundirse ni con la sátira, ni con la polémica. El término “pamphlet” aparece por primera vez oficialmente como tal en Francia en 1824 por el panfletario par excellence: Paul-Louis Courier : Le Pamphlet des pamphlets. El panfleto está determinado (fatalmente) entonces por su carácter temporal, intencional, estilístico y circunstancial. Yves Avril lo dice con claridad: “Escrito de circunstancia, que ataca, más o menos violentamente, unilateralmente a un individuo, una idea o un sistema ideológico, del cual el escritor revela, bajo una presión urgente y liberadora, la impostura”. El panfletista declama una evidencia o una carencia; se ve obligado a usar un lenguaje maximalista, patético e hiperbolizado, ya que anuncia una catástrofe o la muerte de cualquier cosa (una noción, un valor, una moral…); el panfletista no necesita argumentos, ni aporta pruebas, pues busca la acción sin mediaciones. El motor inmóvil del “Flugblatt” es, dicho de otra manera, el desenmascaramiento cínico.

II. En sus clarividentes “Strahlungen”, los diarios de guerra del nacionalbolchevique, entomólogo y fumador de opio Ernst Jünger (memorias de la ocupación alemana de Francia en la cual participaba como capitán en el Estado Mayor de von Stülpnagel y Speidel) en la entrada correspondiente a París del día 7 de diciembre de 1941 anota: “Por la tarde en el ‘Instituto Alemán’. Allí, entre otros, Merline, alto, huesudo, robusto, un poco tosco; pero vivaz en la discusión, mejor dicho, en el monólogo. Habla con el gesto concentrado del maníaco y los ojos hundidos y brillantes… se tiene la impresión de que este hombre camina hacia una meta desconocida… (me dice) ‘si los bolcheviques estuvieran en París les enseñarían cómo se hace, cómo se depura a la población barrio por barrio, cómo se peina casa por casa’…” Jünger se sorprende de este escritor francés que le exige a los propios alemanes más dureza de la voluntad en su guerra de exterminio en el Ostfront. Y no le parecía suficiente la brutalidad de la Ordenanza de los Comisarios (la infame “Richtlinien für die Behandlung der politischen Kommissare”) que había sacado a las tropas soviéticas de la Convención de Ginebra. ¿Pero quién era este antibolchevique iracundo? El “Merline” jüngeriano no es otro que Louis-Ferdinand Destouches, (nom de plume Louis-Ferdinand Céline), simplemente Céline, el médico-escritor más revulsivo del siglo XX. Revulsivo no sólo por su primera formidable anti-novela, “Voyage au bout de la nuit” de 1932 (¡112.000 ejemplares vendidos!), sino por el uso y abuso de sus propios y peculiares “Flugblatt”, panfletos que todavía hoy no han sido re-impresos ni siquiera en Francia (por interdicción en vida del propio Céline y luego de su viuda, Lucie Almansor-Destouches). Uno de ellos se titula “Mea culpa suivi de La Vie et il'œuvre de Semmelweis”, técnicamente un “pamphlet” de acuerdo a la Bibliographiei dei la France. El editor Denoël et Steele (una novel editorial creada en 1930) declara que se imprimieron 180 ejemplares numerados y una tirada normal de 28.435 ejemplares. El formato es de 19 cm. y pertenece a una colección, “Communisme”, dirigida por André Bernot. El registro editorial es de 1936, y es puesto a la venta el 2 de enero de 1937. Tendrá traducciones casi simultáneas en inglés, alemán y español (en la editorial Sur). “Mea Culpa” ocupa las primeras 27 páginas, pero antes nos enteramos que del mismo autor se anuncia “Casse-Pipe. Honny Soit”. El primer insert nos informa que Céline ha hecho un viaje a Rusia, que su espíritu trágico revelará las realizaciones comunistas en la URSS, y que sus blasfemias hacia los nuevos dioses no son distintas a las que les aplicó a los antiguos. Seguramente se ha hecho de nuevos enemigos, pero Céline jamás busca amigos. Un Témoignagei de resonancia mundial, concluye el publicista de solapas. La editorial edita sin cortapisas a Mussolini (un éxito de ventas) o al Néstor de la extrema derecha, Leon Daudet junto con el freudismo más ortodoxo de la princesse Marie Bonaparte, al propio Freud y Stalin, o al stalinista Louis Aragon y a nuestro comisario de la Policía Federal, Don Julio Alsogaray, narrando una historia de la prostitución en Argentina. El editor, Robert Denoël, será asesinado misteriosamente en Paris en 1945 por un desconocido de la Resistencia.

III. En la década de los años ’30 estaba de moda el Grand Tour a la URSS, ya no como visita diplomática sino como turismo revolucionario que servía de propaganda y reforzamiento ideológico. Entre 1934-1938 llega al final este curioso sistema de visitas autoritariamente guiadas: aunque los que vuelven ya no son tan dóciles ni ingenuos como Welles o Benjamín (hablamos de Barbusse, Rolland, Bloch, Friedmann quien denuncia el maquinismo y la explotación stakhanovista). ¡Hasta el mismo Tintin tuvo su viaje iniciático desde la extrema derecha! El punto de no retorno lo marcó André Gide con su “Retour de l'U.R.S.S.” (1936), a quien le corresponde el honor de ser el primer escritor de izquierdas que denuncia al capitalismo de estado de Stalin. Su libro explota ya en medio de la Guerra Civil española. Es un “¡Yo acuso!” que hará época.

El viaje de Céline a la Rusia de Stalin es bien conocido en los círculos “destouchianos” (y en la gran biografía de Gibault): su amistad con Aragon y su mujer, Elsa Kagan Triolet (la hermana de Lily Brik, el gran amor de Maiakovsky). Elsa había logrado que Aragon se afiliara al PCF además de traducir por primera vez los poemas del gran poeta ruso en Occidente y tenía gran ascendiente en la burocracia cultural de la Nomenklatura. Logró que se proyectara una traducción al ruso de “Voyage…”, traducción que nunca finalizó. En Rusia (y no sólo) había una especie de malentendido con respecto a Céline: en el Iº Congreso de Escritores Soviéticos, celebrado en agosto-septiembre de 1934, donde participaron entre otros Malraux y el propio Aragon, se debatió el enigma Céline y se leyeron ¡siete! comunicaciones sobre su obra (de figuras de la época y del régimen, como Andrei Jdanov, Maxime Gorkii, Iourii Olecha, Vera Inber). Sin duda la recepción de “Voyage…” fue un enorme error ideológico, un equívoco de magnitud: Leon Trotsky le había hecho una recensión muy positiva; incluso Sartre elegirá dos frases de “L’Eglise” como obertura a “La Nauseé”… ¡en 1938!

IV. Pero por lo pronto Céline está en Leningrado vía Estocolmo, aunque no se conoce con precisión el momento de su llegada, sus recorridos (¿viajó a Moscú?). Ya se sabe con los viajes: “El viaje es la búsqueda de esa nada, de ese pequeño vértigo para bobos…”. La única pista es una postal enviada a sus amigos (J. Bonvilliers y G. Paul) fechada 4 de septiembre de 1936 en Leningrado, la cual comenzó con “¡Merde!”, y termina con su firma misteriosa “Louis F.”. Céline posiblemente llegó a Rusia a fines de agosto, a título privado, sin invitación oficial. Se hospeda en el “Grand Hotel Europe”, el más lujoso de la ciudad, ayer y hoy. Céline lo recuerda: “en Leningrado, alrededor de los hoteles, si uno va como turista, se empujan para comprarle a uno de los pies a la cabeza”. No hay notas de prensa, ni noticias de su llegada en las revistas literarias. Con visado especial, le colocan una guía de INTOURIST, Natalie, dócil, educada y espía, sin dudas: entregaba un informe diario de la jornada. Aparecerá en “Bagatelles…”: “Quand je dis que leur came aux Soviets c'est de la pauvre ordure, je sais ce que j'avance. Je les ai faites toutes leurs boutiques, des grandes rues, avec Nathalie ... C'est pas croyable comme immondice le genre qu'ils exposent ...”. Se puede desplazar libremente por la ciudad y los alrededores, lo que implica encontrarse con trabajadores, campesinos, beber y comer fuera del circuito oficial, encontrarse con el populismo lírico de los bajos fondos. Preguntarse metodológicamente, como Bardamu en “Voyage…”, por el suplicio del pobre: “¿es así de interminable? ¿es más tenaz que su hambre?” Yezhov, nuevo jefe de la NKVD no sabe a quién ha dejado entrar en la madriguera. No son buenos tiempos: entre el 19 y el 24 de julio Zinoviev, Kamenev, Smirnov y otros trece cuadros son juzgados por traición en Moscú. Es el llamado “Primer Proceso de Moscú”, se les acusa de formar parte de un “centro trotskista-zinovievista”, haber asesinado a Kirov en 1934, planear atentados contra Stalin y toda la troika y colaborar con la GeStaPo. Los condenados son ejecutados una hora después de la sentencia. Además 160 personas serán detenidas y ejecutadas en relación con este juicio mientras Céline recorre la ciudad rumiando (“¡Las coaliciones aviesas! ¡Las conspiraciones repugnantes! ¡Los procesos apocalípticos! ¡Hay que encontrar demonios! ¡Chivos emisarios!... Sofocar la dura verdad: que no resulta el ‘hombre nuevo’… a los que no comprenden: se los fusila”). Volverá frenético. Abordará un barco, el “Meknes”, el 21 de septiembre, ahora por Copenhague, llegará al puerto de El Havre el 25. Desaforado le escribe a sus amigos. Sus juicios son terminantes: “J'ai ete a Leningrad pendant un mois. Tout cela est abject, effroyable, inconcevablement infect. Il faut voir pour croire. Une horreur. Sale, pauvre, hideux. Une prison de larves. Tout police, bureaucratie et infect chaos. Tout bluff et tyrannie”. ¿El paraíso socialista? ¿La aurora de la humanidad? Todo no es más que un bluff y tiranía en estado puro. Su testimonio será inolvidable e insoportable: vomitará su punto de vista en un mes.

V. “Mea Culpa” lleva a cabo el programa de investigación científica de Bardamu: desenmascarar. No le cuesta mucho hacer un acto de fe en su confrontación con la URSS. La tonalidad emotiva la da el exergo del libro: “Todavía me faltan algunos odios. Tengo la certidumbre de que existen”. El odio es el leit-motiv del pamphlet. ¿No fue antes el odio contra la guerra absurda, las jerarquías y el ejército, los ricos y el dinero, contra el cinismo de la vida burguesa, contra el falso amor burgués, contra el colonialismo y los pueblos sin historia, contra el americanismo y el fordismo? ¿este odio no abría brecha a la vida? El explícito referente del odio à lá Bardamu es el stalinismo (el antijudaísmo está latente esperando otra ocasión). Pero el stalinismo es, sans phrase, comunismo desplegado. Se denuncia una culpa, aquella de la mentira institucional y tal la tarea: destruir sin consideraciones todo esquema que se alimente de ella. El inicio, como decía Heidegger, es significativo: “Lo que seduce del Comunismo, la inmensa ventaja, a decir verdad, es que va a desenmascararnos al Hombre, ¡por fin!” Desenmascarar al hombre, re-ligar la separación entre ser y apariencia, tema muy cercano a Schopenhauer (filósofo celiniano, si lo hay). El mundo como Mayá, pura ilusión, la liberación de la apariencia. Esta era la promesa del marxismo, su crítica materialista a Hegel, la que fracasa miserablemente en Rusia. No es lo común: es la impostura de “individualismos coaligados, no fundidos en una existencia social”. El fracaso del comunismo es que cree ser completamente materialista y no lo es en profundidad. Ignora el último individualismo, el esencial que lleva todo a la farsa, a pesar de todo: “el egoísmo rabioso, de hiel, gruñón, invencible, satura, penetra, corrompe ya esa atroz miseria, exuda a través, la hace más hedionda todavía”. No se puede decir que Céline se desilusionó en el viaje, como sostienen muchos biógrafos; ya en 1934 en una carta se autodefinía así: “Je suis anarchiste depuis toujours, je n'ai jamais vote, je ne voterai jamais pour rien ni pour personne. Je ne crois pas aux hommes [ ...]. Je n'ai rien de commun avec tous ces chatres - qui vociferent leurs suppositions balourdes et ne comprennent rien. Vous voyez-vous penser et travailler sous la ferule du supercon Aragon par exemple ?”. No es un anarquista, sino un Anarka, al decir de Jünger. Ni droit, ni gauche: allí está la tentación fascista de los literatos franceses del ’30.

El optimismo antropológico de la ideología stalinista hace a la mentira mucho más colosal todavía: “El hombre es todavía muy otra cosa, mucho más turbia y vomitiva que la cuestión de la olla”. Es la otra parte del método: una “no-doctrina”, como Dostoievski. No hay ni debe haber presupuestos espirituales, pero el stalinismo sigue enmascarando tanto al hombre como a la vida. Pero es un enmascaramiento más peligroso, como dirá en una entrevista en 1933, porque si la locura es peligrosa, la locura como ideología de estado colectivista es inmensamente destructiva. El comunismo en 1936 se le presenta como una variante, la penúltima, de mistificación materialista, que no alcanza a aprehender la complejidad de la totalidad, y mucho menos de la vida. “La miseria persigue implacable y minuciosamente al altruismo y las más gentiles iniciativas son impíamente castigadas”, es el mensaje de Céline-Bardamu que resuena en la bóveda injuriosa del “Mea Culpa”. Pero la URSS tiene otra mentira aplicada: el maquinismo, el taylorismo (la versión leninista: el stakhanovismo) más feroz y explotador que en las propias usinas Ford de Detroit (en la cual trabajó). “Para el espíritu, para la alegría, en Rusia, hay la mecánica… La máquina es la infección misma ¡La derrota suprema!... Yo he sido médico en la Ford y sé lo que digo ¡Todos los Fords se parecen, soviéticos o no!”. Se ríe a carcajadas de la figura del mito soviético al trabajo: el minero Aleksei Grigorievich Stakhanov (“¡Minero! ¡La mina es tuya! ¡Desciende! ¡Ya no harás más huelga! ¡Ya no te quejarás nunca más!”). Concluye: “un sistema comunista sin comunistas. ¡Tanto peor! ¡Pero que nadie de afuera se de cuenta! ¡El que lo diga será ahorcado!”. El hombre está derrotado en toda la línea: “toda la Rusia vive al décimo de un presupuesto normal, menos Policía, Propaganda y Ejército”. La injusticia disimulada bajo una nueva nariz, más poética, “mucho más terrible que la antigua, mucho más anónima, perfeccionada, intratable”. La dictadura del partido único con la ideología de legitimación del DiaMat produce un régimen totalitario más perfecto: la capacidad industrial de legitimación de masas privando a la multitud de la voluntad de rebelión. Y la burocracia, ya insolente, autoritaria, mortal y prepotente: “El Hombre… ve pasar al Comisario en su Packard no muy nuevo… ¡Ah! ¡ha sido reemplazado el patrón! ¡Han subido al estrado nuevos rufianes! ¡No se ha precisado mucho tiempo!... ¡He aquí los nuevos apóstoles!”. Celine concluye: “una Revolución sólo hay que juzgarla veinte años más tarde”, pero el diagnóstico es certero: “¡Mirad… en esa URSS como la guita se ha rehabilitado rápido! ¡Cómo el dinero ha readquirido inmediatamente toda su tiranía! ¡Y todavía al cubo!”. La violencia verbal, inaudita, sin medida, sólo es una via regia para demostrar la decadencia histórica. Ayer del capitalismo; hoy del stalinismo. Ninguna diferencia, nada ha cambiado desde la perspectiva celiniana…

VI. Céline también fue malentendido durante la guerra. Y después de ella. Imbuido de la Kriegsideologie (que había vislumbrado un materialismo superior al del marxismo) intentó, como Drieu La Rochelle, encontrar una base popular, fundir lo social en lo nacional. Encontrar “la inspiración popular del fascismo”, un socialismo fasciste. No hablaremos aquí de sus años negros en la Francia de Petain, del contrabando de ideas eugenistas y racistas a través de la medicina, del racismo higienista y pasteurienne, de su candidatura con Pierre Laval como Comisario aux affaires juives, etc. Fue huyendo a través de Francia hasta establecerse con el gobierno de Vichy en el exilio en Sigmaringen. Víctima principal de la rabiosa Épuration, junto con Brasillach, Drieu de la Rochelle, Giono, Maurras, Morand, De Montherlant y otros. Se le acusó de colaboracionista con la ocupación nazi. Algunos serían fusilados. Otros buscarán la salida en el suicidio. Céline se refugiará en Dinamarca. El ministerio público lo juzgó no por convivencia con el enemigo, sino por el delito menos grave de “actos de naturaleza que perjudicaban la defensa nacional”. El proceso se celebró por contumacia en febrero de 1950; Céline en su exilio lo llamó “un caso Dreyfus al revés”. Fue condenado a un año de prisión, multa, confiscación de la mitad de sus bienes y degradación de por vida; al año siguiente fue amnistiado. Parece que el burocrático tribunal no relacionó el Destouches del expediente con el enorme y polémico Céline. Nunca trató de parecer correcto o presentable. En este momento los panfletos de Céline parecen haber sido perdonados: en 1984 el prefecto de París autorizó la colocación de una placa conmemorativa en el domicilio donde vivía durante la ocupación alemana. El mismo departamento que fue incendiado por una turba y en la cual se perdieron varios capítulos de su novela “Casse-Pipe”. En mayo de 2002, el primer manuscrito de “Voyage…” fue subastado en París por casi un millón ochocientos mil dólares. Las 876 páginas del original –llenas de tachaduras y correcciones– quedaron en Francia ya que la Bibliotèque Nationale interpuso su derecho prioritario para que el texto no salga del país. La suma superó el monto en que fue subastado el manuscrito “En busca del tiempo perdido”, de Proust, otro clásico, rematado en 2001 por Christie’s en poco más de un millón de dólares. Se pagó con parte de los fondos públicos más la donación de… un comerciante de armas millonario saudita llamado Akram Ojjeh. El enigma Céline es simplemente la revelación de que la verdad es un agonía que nunca acaba. En su retiro voluntario en Meudon, Céline sabía que realizaba ad litteram la extraña profecía de Bardamu: “Amamos nuestro infortunio… Yo había partido en una dirección de inquietud. Uno toma su papel y su destino muy en serio, sin darse cuenta, y luego, cuando te vuelves, es demasiado tarde para cambiar. Te has vuelto inquieto y es así para el resto de la vida”.

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jueves, julio 27, 2006

Marx, del Soho a Bloomsbury

“El jefe de ese partido (de los comunistas) es Karl Marx. Como esposo y padre de familia, y, a pesar de su carácter generalmente indómito e intranquilo, Marx resulta el hombre más dulce y pacífico. Vive en una de las casas más miserables, y en consecuencia también más baratas de Londres. La vivienda consta de dos habitaciones; el salón tiene vista a la calle, mientras el dormitorio da a la parte trasera. En todo el piso no puede encontrarse el menor rastro de mueble limpio y bueno; todo está gastado, roto y deshecho. Por doquier se acumula polvo y reina el máximo desorden. En el centro del salón se encuentra una enorme mesa, como la de nuestros abuelos, cubierta con un mantel de hule. Sobre él se encuentran sus manuscritos, libros, diarios, así como los juguetes de sus niños, los trapos de la costura de su esposa, luego algunas tazas de té con los bordes desportillados, cucharas, tenedores y cuchillos sucios, lámparas, tinteros, vasos, pipas de barro holandesas, cenizas de tabaco; en resumidas cuentas: toda esta diversidad de objetos bien mezclada y en una sola mesa… Cuando se penetra en el domicilio de Marx, los ojos se le nublan a uno de tal forma por el humo del tabaco y la antracita, que en los primeros momentos se ve obligado a caminar a tientas, como si se entrara en una cueva, hasta que la vista se va acostumbrando paulatinamente a la oscuridad y va adivinando los objetos a través de la neblina… Siempre reciben al visitante con la máxima amabilidad, ofreciendo con cariño pipa, tabaco y lo que haya. Una ingeniosa y agradable conversación suple todos los defectos hogareños y hace soportables todas esas molestias De esta forma uno se reconcilia con las citadas personas, encuentra interesante su círculo, incluso original. Ésta es la imagen fiel de la vida familiar en el barrio del Soho del jefe comunista Marx”. Tal era el informe sobre el domicilio en el Soho londinense de un espía de la policía secreta de Prusia confeccionado en 1852, seguramente por un coronel de origen húngaro, un tal Bangya. Hasta la Gran Bretaña llegaban los largos brazos de los servicios secretos de Alemania, más o menos cuando se realizaba el juicio público contra los comunistas en Köln. Así describía la dura vida de los exiliados políticos arrojados por la reacción.

Londres en la década de 1840 era, con Bruselas y Ginebra, la capital por defecto del exilio político después del fracaso de las revoluciones europeas de 1848. Se la consideraba un santuario, superior a Ginebra (Bruselas siempre fue considerada una ciudad de paso), debido a la seguridad y a la gran libertad de la que gozaban los exiliados revolucionarios. París lo era, pero debido al gobierno tiránico de Luis Felipe, dejó de serlo por mucho tiempo. Marx llegó a Londres en 1849 y en el barrio de Soho ya funcionaba la “Sociedad Educativa de Trabajadores Alemanes”, Deutsche Bildungs-Gesellschaft für Arbeiter (aunque cambió de nombre muchas veces), desde 1840 (en la Great Windmill Street, no lejos de Piccadilly Circus), fundada y dirigida por Karl Schapper para organizar y ayudar a los emigrantes y además cubrir el trabajo de la secretísima “Liga de los Justos” hasta 1847 y luego la famosa “Der Bund der Kommunisten”. Schapper llegó a Londres también expulsado de Francia (allí editaba el periódico “Vörwarts¡”, donde escribió Marx) y por medio de la asociación intentó reunir a todas las agrupaciones existentes, tratando de internacionalizarla incluyendo a otras nacionalidades de trabajadores emigrantes. Los “Justos” de Londres tenían excelentes relaciones con el Chartism agrupado en torno a Owen y su órgano masivo de prensa, “The New Moral World” (en el cual escribió Engels), al igual que con las organizaciones francesas (la mayoría “cabetistas”). En el local se leyó el “Manifiesto Comunista”; allí Marx realizó un Curso de Economía Política como conferenciante; allí también se partió la unidad de los emigrantes alemanes por diferencias políticas entre el grupo Willich y el de Marx y Engels (el Comité de Bruselas).

Aunque la primera casa familiar de los Marx fue en King’s Road, Chelsea, por emergencia económica debieron pasar por el “German Hotel” en Leicester Square (un lugar de tránsito de refugiados políticos de todas las revoluciones fallidas en Francia, Italia, Austria y Alemania); finalmente se instalarán en el barrio del Soho, en la calle Dean. Primero en el número 64, luego por seis años en el 28, planta alta (dos cuartos amueblados, subarrendados al escritor irlandés Morgan Kavanagh, quien a su vez se lo alquilaba a un rico comerciante en encajes judío), una vivienda ya desaparecida (en la planta baja existe hoy un restaurante muy conocido, el “Leoni’s Quo Vadis”). Era una casa “Georgian style”, construida en 1735, bajo un contrato por 65 años hecho por la familia Portland a John Nolloth, carpintero. Según testimonio de Wilhelm Liebknecht (padre de Karl, el espartaquista), Dean Street era “una pequeña vivienda que en realidad estaba formada sólo por dos habitaciones: la antesala o recibidor, que hacía las veces de sala de visitas y trabajo, y el cuarto posterior, que servía para todos los demás menesteres”. Allí desde 1967 figura una placa azul conmemorativa colocada por el Greater London Council con una inscripción incorrecta: “Karl Marx, 1818-1883, lived here 1851-1856”. En realidad debería decir 1850-1856. Éste es el único lugar en todo Londres donde se recuerda los treinta cuatro años de vida londinense de Marx. Según el censo de 1851 había en total viviendo 13 personas (aparte de Marx y Kavanagh, un sastre italiano), una cifra que para ese tiempo y lugar no era extrema. En el mismo censo aparecía como “Charles Mark, Doctor (Philosophical Autor)”. El Soho era un distrito cosmopolita, el favorito de los exiliados franceses, italianos, húngaros, alemanes y polacos, las cinco nacionalidades que formaban la Grande Armée de los refugiados. Entre los italianos era Mazzini el jefe reconocido y sin rival. Los húngaros reconocían la jefatura de Kossuth Lajos; los polacos la de Worcell. Los franceses estaban divididos entre Louis Blanc (que visitó a Marx en Dean Street) y Ledru-Rollin. Los alemanes, dispersos y desunidos en la patria como en la diáspora, no tenían ningún líder aceptado para su numerosa colonia. La mayoría trabajaba en la industria del “Catering”, como camareros, cocineros y empleados de los muchos pub’s y locales gastronómicos de la zona.

De su casa en la calle Dean (el "viejo Cuartel General", como le llamaban) en el Soho Quarter, Marx tenía un corto recorrido hasta el barrio de Bloomsbury (si, el del famoso grupo de intelectuales del siglo XX: Woolf, Strachey, Keynes), donde se encontraba el British Museum (hoy British Library). Seguramente caminaría por la calle Dean hasta girar por la calle Oxford, en aquellos momentos adornada de largas lámparas instaladas en la década de los ’40 en las tiendas más importantes (lámparas que apedreaba en sus salidas con Edgar Bauer). En seguida llegaría a la Great Russell Street, donde se encontraba la vieja entrada, la Montagu House. Era la sede del British Museum, institución creada en 1753, nombrada museo en 1759 y que, en sus inicios, fue sede de la librería de los Reyes de Inglaterra. Thomas Carlyle dijo en un raro elogio que era “una biblioteca realmente excelente, donde uno puede leer”. Como muchas instituciones anglosajonas se desarrolló gracias al azar. Un acaudalado médico londinense, Sir Hans Sloane, ofreció en su testamento en 1753 su inmensa biblioteca privada sobre botánica y zoología a precio de costo para la Nación. En realidad, eran 80.000 objetos, su herbario y su biblioteca para el rey George II, para el British People, a cambio de la suma de 20.000 libras para sus hijas. El parlamento empobrecido realizó una rifa y los recursos obtenidos fueron para comprar la biblioteca privada de Sloane y fundar una institución que albergara esa colección y otras donaciones que provenían de los monasterios suprimidos en la Reforma. En sus comienzos el British Museum no era un lugar agradable y sus fondos dependían de regalos. Los originales bibliotecarios, médicos y clérigos, consideraban a los lectores profanos una molestia necesaria. La primitiva Montagu House tenía pequeñas salas de lectura para escolares, pero con la adquisición en 1823 de la gigantesca colección libresca del rey George III (a George IV le interesaban más las mujeres) y en 1824 de una inmensa colección de pinturas y restos arqueológicos. Las autoridades acometieron una ampliación majestuosa y colosal, que tardó en completarse treinta y cuatro años. Por la Copyright Act de 1842 cada copia de libro, revista, diario, panfleto publicado en Gran Bretaña debía ser depositada en el British Museum. El Keeper de los libros impresos, un italiano revolucionario exiliado, Antonio Genesio Maria Panizzi, nombrado en 1837, expresó una meta ideal para la biblioteca: “esta biblioteca, esencialmente británica, debe orientarse especialmente a coleccionar trabajos británicos y relacionados con el Imperio Británico, su historia religiosa, política, literaria y científica, sus leyes, instituciones, comercio, artes, etc. Cuanto más raro y costoso sea un trabajo de este tipo, mayores esfuerzos deben hacerse para conseguirlo para la biblioteca”. Panizzi insistió en cumplir las leyes de depósito que los editores esquivaban con descaro. Consiguió del parlamento diez mil libras al año para la compra de libros. Usó la idea del “Scout”, utilizando a Vermonter Stevens, un norteamericano que había viajado a Londres para comprar libros destinados a bibliotecas de los Estados Unidos, lo contrató para regresar y “barrer América para nosotros, tal como has barrido Londres para América”. El italiano mejoró las instalaciones físicas y el personal, de modo que fueran adecuadas a la colección que pensaba reunir: una que no sólo poseyera todos los libros impresos por ingleses o en inglés o relacionados con Inglaterra, sino que incluyera también “la mejor colección de cada lengua fuera del país original de esa lengua”. También fue idea de Panizzi la de una ampliación, el famoso Reading Room en forma de cúpula luminosa. Y poseer un catálogo actualizado y de fácil uso. Thackery le escribió a Antonio Panizzi desde París a propósito de su experiencia en la Bibliothèque Nationale en 1850: “las instalaciones son de una calidad tan inferior a las del British Museum que la comparación está fuera de lugar. El catálogo que se consulta es el bibliotecario, a quien, por más conocedor que sea, no se le pueden hacer muchas preguntas… Si quisiera escribir sobre un tema francés, por ejemplo la Revolución Francesa, iría a Londres a buscar información en vez de buscarla aquí, donde en lugar de un catálogo debo confiar en la memoria y accesibilidad (ambas muy buenas) del bibliotecario”.

El resultado, que Marx pudo ver y usar, fue la sala de lectura más famosa de Occidente, que llegó a tener casi un millón de lectores por año. La nueva librería fue inaugurada en 1857, cuando la familia Marx ya estaba en mudándose a los suburbios londinenses. Uno de los primeros lectores ilustres del British fue Étienne Cabet, quién leyó y anotó como base a su famoso ensayo utópico “Voyage en Icarie” (el libro que contenía las máximas de "a cada cual según sus necesidades") en 1834. Carlyle (que irónicamente decía que el British Museum estaba lleno de personas en estado de imbecilidad leyendo), Thackeray, Dickens, Mazzini, Ruskin, pasaron por sus escritorios y al propio Marx, uno de sus lectores más diligentes, le siguieron Gladstone, Shaw, Kropotkin, Gandhi, poetas como Swinburne o Yeats e incluso Chesterton y Lenin (“la sección de economía es particularmente completa… porque son comerciantes. Tienen que negociar con Rusia y, para ello, tienen que conocerla”, confesaba Ulianov). Una impresión duradera de la nueva Reading Room es la opinión de Hippolyte Taine, el escritor e historiador francés, que trabajó en 1859: “la librería contiene más de 600.000 libros: se encuentra una descomunal Reading Room, circular y coronada por una cúpula, de tal forma que ningún lector le falta luz en sus ojos. Las estanterías en su alrededor están llenas de libros de referencia, diccionarios, colecciones de biografías, clásicos de todos los campos, muy bien acomodados , en las cuales uno puede consultarlas en el momento. Además, en cada mesa, hay un pequeño mapa o plano para mostrar el orden y posición de estos libros. Cada escritorio está aislado. No tienes nada sólo la madera de tu escritorio sobre tus ojos… las sillas son de cuero, y los escritorios están cubiertos de cuero también; todo en muy buen estado y limpio. Dos plumas en cada escritorio, un tintero y un repuesto de acero… hay un lugar para señoritas muy bien pensado…”. La única luz natural para leer provenía del domo. Es posible que ya a partir de las cuatro de la tarde faltara la luz con suficiente claridad para leer. Más temprano en invierno o si se presentaba niebla, cosa muy común en la Londres victoriana, como nos lo recuerda Dickens en su “Bleak House”: “Nieblas por todas partes… Niebla en los ojos y en la garganta… aquí y allá asoma en las calles la luz del gas por entre la niebla, como pudiera ver asomar el sol desde los campos esponjosos el labrador y el peón del arado… pero la cruda tarde es aún más cruda, la densa niebla es aún más densa”. En 1880 fue instalada una iluminación eléctrica, pero fallaba con frecuencia.

¿Cómo era su método de trabajo en esa época? Tenemos el relato de un auténtico englishman, el socialista Hyndman: “…ya estaba en el British Museum cuando éste abría sus puertas por las mañanas, y no salía de él hasta la noche, cuando cerraba sus puertas. De nuevo en casa, sólo se permitía unos breves instantes para descansar y cenar, y seguir trabajando luego hasta las primeras horas de la madrugada. Dieciséis horas diarias de trabajo era su ritmo habitual, y en no pocas ocasiones todavía añadía una o dos horas más. ¡Y qué trabajos realizaba!”.

Marx obtuvo su ticket de lector Nº 1833 en junio de 1850 (una tarea dificultosa, ahora como antes según dicen) comenzando a leer números atrasados de “The Economist” durante tres meses, seguido de periódicos y pamphlets. Al final de su vida, Marx sabrá más de economía política de la Gran Bretaña que los propios profesionales de la materia. En la década del ’60, cuando comenzó a alterarse su salud y la de Jenny (seguida de la muerte de varios de sus hijos), comienza a leer manuales de medicina, prescribiéndose curas a sí mismo, incluyendo dosis de creosota, opio y arsénico, los que tomó regularmente durante largo tiempo. En el viejo salón de lectura de la Montagu House Marx trabajó en textos tan famosos como “Address of the Central Comité to the Communist League” (1850), “Klassenkampf in Frankreich” y “Der Achtzehnte Brumaire des Louis Bonaparte” o “Lord Palmerston”. También de aquí salieron los malogrados artículos periodísticos (alrededor de trescientos) para el “New York Tribune” de Charles Dana, durante un cierto tiempo su único ingreso regular. En el nuevo Reading Room y su mítico escritorio “07”, Marx trabajó incansablemente en los famosos “Grundrisse”(acicateado por la crisis financiera de 1857), en la “Kritik” del ‘59 y por supuesto en “Das Kapital” (1867). En la desordenada mesa antigua que vio el espía prusiano fue donde anotaba con su grafía ininteligible en sus Citanhefte y Grundrisse, cuadernos de citas y resúmenes, para luego redactar en la noche, ya en su casa, la obra que maduraría para su publicación final. Versión para la imprenta que anotaba con letra clara su mujer Jenny (copista invaluable) o un ocasional secretario (un tal Pieper según la propia Jenny).

Pero no era sólo una tarea individual sino colectiva (cuando podía). Liebknecht recuerda estos días: “por aquella época se construyó las fastuosa ‘Reading Room’ del British Museum, con sus inagotables tesoros de libros. Y allí, donde Marx pasaba todo el día, nos llevaba continuamente. ¡Estudiar! ¡Estudiar! Éste era el imperativo categórico que a menudo nos gritaba en voz alta, y que ya se hallaba presente en su propio ejemplo, incluso en la mera visión de ese espíritu de continuo entregado al trabajo. Mientras los demás emigrantes forjaban planes para la revolución universal y se embriagaban día tras día y noche tras noche con sueños como ‘Mañana será el día señalado’, nosotros, hatajos de bribones, los bandidos, la escoria de la humanidad, pasamos el tiempo en el British Museum para aumentar nuestros conocimientos y preparar las armas y la munición para las batallas del futuro… En ocasiones no teníamos ningún alimento que llevarnos a la boca, circunstancia que, sin embargo, no nos impedía acudir al British Museum, pues allí se podía disfrutar de cómodas sillas para tomar asiento y en invierno una agradable calefacción, comodidades que faltaban en casa, si es que podía hablarse de un ‘domicilio’ u ‘hogar’”. Ya en 1863 Marx había tomado a su hija Laura como asistente en su trabajo en el British Museum y lo acompañaba a la biblioteca diariamente, a cuyo efecto le había conseguido una credencial de “Reader”. La edad mínima para entrar al “Reading Room” fue elevada en 1863 de 18 a 21 años y la credencial de Laura está fechada el 18 de mayo de 1863; fue obtenida por la recomendación de un empleado de la biblioteca y admirador de Marx, un tal A. Deutsch. Desgraciadamente, pues Laura no cumpliría los 18 años hasta septiembre siguiente, tuvo que firmar en la declaración jurada que era mayor de 21 años.

Marx no se contentaba con los libros que hallaba en el British: la novedades que tardaban en llegar a sus anaqueles trataba de adquirirlas y si el costo era muy alto, recurría a una práctica bien victoriana, ahora inusual: alquilaba los libros en la conocida biblioteca de renta de libros “Mudy” (fundada en 1842 y que quebró en 1937). El Soho no sólo fue una pequeña patria, también fue un secreto Gólgota familiar. Tres de los hijos de Marx murieron miserablemente en Dean Street: Henry, Franziska y Edgar (Mouche), muerto en brazos del propio Marx; allí también Marx tuvo a su hija preferida, Jenny (todas las hijas de Marx llevaban el nombre de su madre) Julia Eleanor, “Tussy”; y a un hijo ilegítimo con la fiel sirvienta Helene Demuth (Linchen), nacido en 1851 y bautizado como Henry Frederick Demuth, el único hijo varón que le sobrevivió, del cual Engels reconoció su paternidad.

Herzen, él mismo un exiliado político romántico que llegó a Londres en el verano de 1852, describía que en el Soho se encontraban “elementos incongruentes arrebatados del continente y depositados por las resacas y los flujos de la revolución en los barrios de Leicester Square y en sus calles traseras… una desgarrada población que usaba sombreros como nadie lo hacía, y pelambre donde no debería haber, una población miserable, golpeada por la pobreza… de los émigrés nada puede esperarse: son muertos que entierran a sus muertos” Fue precisamente lo que no esperaba Herzen (ni nadie): que de esta dialéctica material entre emigración política, pobreza extrema, alta cultura y la biblioteca más sofisticada del mundo, un desarrapado doctor en filosofía sin trabajo elaborara la teoría más revolucionaria a que se enfrentó el mundo bourgeois. ¿Habría podido ser de otra manera?

jueves, julio 13, 2006

No hay humo sin fuego. El "Affair Dreyfus"

El espía tiene la emoción mortal que sólo puede experimentar un jugador excitado, sentenciaba Balzac. Francia recordó de nuevo el famoso caso Dreyfus, uno de los episodios más relevantes del proceso de configuración de las sociedades burguesas modernas. El centenario del escándalo público más famoso permitió nuevas investigaciones y libros revisionistas. Se trata también de la imposición de la prensa periódica industrial de masas como Poder. El presidente Chirac rindió homenaje, celebró la victoria de los valores democráticos, convocando a ser "extremadamente vigilantes frente a las fuerzas oscuras". Chirac sabe de lo que habla: l’antidreyfusisme de l’extrême droite sigue vivo y muy activo. Ya en 1985 Mitterrand había comisionado una estatua de Dreyfus, Hommage au Capitaine Dreyfus, encargada por Jack Lang (ministro de cultura) al escultor Louis Mitelberg (Tim), que debía erigirse en el mismo patio de la École Militaire donde fue humillado públicamente. Pero el ejército se opuso, poniendo peros y excusas, por lo que el monumento estuvo tres años en depósito, otros seis en un rincón olvidado de los jardines de la Tuileries, para terminar en el Boulevard Raspail, en la orilla izquierda del Sena. Alfred Dreyfus, que procedía de una familia de judíos alsacianos, fue condenado a prisión de por vida por traición a la patria, tras verse acusado falsamente de ser un espía alemán en un proceso manipulado con una historia banal y absurda. La Francia de la IIIº República (fruto de una doble derrota: la militar y la de la Comuna proletaria) temblaba en su estabilidad por tres sucesivas crisis: la del boulangisme, la llamada "de Panamá" y el fantasma insurreccional del anarco-comunismo. Indiferencia por la cuestión social y una obsesión chauvinista por revanchismo contra Alemania por la derrota de 1870, era la ideología oficial de la coyuntura. Una inestabilidad política que fue cerrada por la dinámica del primer escándalo político-mediático de la modernidad. En 1894 una agente secreta francesa, Marie Bastian (empleada como sirvienta) "recupera" del portfolio del agregado militar en la Embajada de Paris, Conde Schwartzkoppen, una carta de un oficial francés de logística, sin firma, donde afirma enviarle información militar estratégica. En octubre Dreyfus comparece a una convocatoria para someterse a una inspección general de los oficiales en prácticas, en la sede del Ministerio de Guerra. Allí le espera el comandante Du Paty Clam oficial delegado de la Policía Judicial (antisemita recalcitrante) que le pide, con la excusa de que le duelen los dedos, que le escriba una carta que le dictará. El contenido esta basado en un documento descubierto en la embajada de Alemania por el Servicio de Información. Contiene importantes datos militares secretos que un desconocido, y traidor a Francia, ha enviado a Schwartzkoppen. Este documento será una pieza clave en el juicio entablado contra Dreyfus que recibe habitualmente el nombre de lista o Bordereau. Tras copiar el encabezado de la carta, se le dicta el contenido de la carta escrita por el espía, consistente en una lista de información militar. La escritura de Dreyfus, regular en sus inicios, parece más temblorosa, se ensancha. Du Paty de Clam, aficionado a la grafología, se convence de que Dreyfus se ha puesto nervioso con la lectura de lo que el oficial cree que es su traición, lo interrumpe de repente para decirle que está temblando. Dreyfus le responde que lo único que le pasa es que tiene frío pues en la calle hace una temperatura muy baja y aún no ha conseguido entrar en calor. Evidentemente no le creen, y más adelante el propio Du Paty afirmará que el tiempo era bueno y que Dreyfus mentía. El comandante le sigue dictando la lista, pero de repente se detiene y de una forma brusca le dice a Dreyfus: "Queda detenido en nombre de la ley. Se le acusa del delito de alta traición". El primer consejo de guerra se reúne el 19 de diciembre de 1894. El primer día, durante la lectura del auto de acusación, los miembros del jurado se muestran escépticos. Los cargos que se le imputan a Dreyfus resultan muy flojos. El tercer día interviene el experto en escrituras Bertillon, jefe del servicio de identidad judicial de la prefectura. Antisemita de primer orden, que ha elaborado un método al que ha llamado la antropología métrica, que permite, a través de los trazos de la letra identificar a los delincuentes, anarquistas y comunistas. Desarrolla su teoría de la autoforgerie: compara las escrituras del bordereau y del dictado, y concluye que Dreyfus ha imitado su propia letra queriendo desvirtuarla y tomando préstamos de otras escrituras de allegados suyos. Una argumentación que deja a los jueces absolutamente perplejos, hasta el punto de que el Presidente de la República acabó diciendo que el individuo estaba completamente loco. Al día siguiente de ser condenado a la deportación perpetua y a la degradación pública Dreyfus firma un recurso ante el consejo de revisión, que es rechazado. El 5 de enero de 1895 Dreyfus fue degradado en el Patio de Honor de l'Ecole Militaire à Paris (como lo muestran las ilustraciones de la época). Le arrancaron botones, las bandas de los pantalones, insignias de grado y partieron su sable. Unas 20.000 personas siguieron el acto en actitud febril. Tras ser deportado a la Isla del Diablo (Guyana Francesa), Mathieu, hermano del acusado, comienza a preparar su defensa y su rehabilitación. El comandante Picquart, nuevo jefe de la sección de estadística, y, en principio posicionado contra Dreyfus hace un descubrimiento: Le petit bleu o el pequeño azul, que consiste en un papel de telegrama color azul y que tiene que ser reconstruido porque había sido roto por los predecesores. El telegrama es de una importancia capital, es una copia no sellada en correos que, en realidad, es el primer duplicado de un texto final que sí fue enviado y que firmado por un tal "C" está dirigido al Comandante Esterhazy y en el que se le implica a este último como espía. Con posterioridad se consigue el indulto para Dreyfus y siete años más tarde, tras un largo proceso de revisión del juicio, en el cual Esterhazy declara desde Londres confesando finalmente su delito, y en el que el presidente de la Cámara penal confía a Darboux, a Appel y a Poincaré una pericia sobre la teoría de Bertillon, en la que concluyen que Bertillón encontró lo que iba buscando porque para ello realizó medidas falsas, construyó y manipuló las reproducciones, y eligió de forma totalmente parcial muestras. Dreyfus es declarado inocente y reintegrado al ejército con todos los honores. Concediéndosele incluso la Legión de Honor. Émile Zola, autor del famoso artículo J'accuse (Yo acuso), una carta al entonces presidente de la República, Félix Faure, publicado en la primera página del diario L'Aurore el 13 de enero de 1898, donde denunciaba "un crimen de lesa humanidad". Por ello, Zola fue condenado a un año de prisión.

El caso Dreyfus generó una auténtica batalla en la opinión pública, que trascendió incluso las fronteras de Francia. El proceso fue revisado varias veces y el condenado logró la amnistía en 1899 pese a no conseguir que se reconociera su inocencia. Pero ello no le impidió proseguir su combate judicial hasta que el Tribunal Supremo le restituyó sus honores militares el 12 de julio de 1906. En la ceremonia militar en la que se le reintegraba en el Ejército con grado de comandante Dreyfus gritó: "¡Viva la verdad, viva la República!". Poco después recibió la Legión de honor y aún tuvo tiempo de combatir en la Gran Guerra. Murió en 1935.
"La tragedia del capitán Dreyfus sigue resonando fuertemente en nuestros corazones. Tras haber dividido al país, ha contribuido a fortificar la República", dijo Chirac en el mismo lugar en el que Dreyfus fue degradado y rehabilitado. "Su rehabilitación es la victoria de la República, de la unidad de Francia, del rechazo del racismo y del antisemitismo, de la defensa de los derechos humanos y la primacía de la justicia", añadió. El mito Dreyfus viene aquí a intentar curar las heridas de la rebelión permanente de las "Banlieues" de precarios e inmigrantes. El llamado "Affair Dreyfus" fue durante un tiempo el paradigma de un problema de opinión pública donde los "mass media" burgueses (por primera vez) ocuparon un rol central. No sólo reemplazando los platillos desbalanceados de la justicia, al mismo parlamento y a la policía, sino que además es la propia prensa la que construye el mito Dreyfus. El caso también representó la coronación del escritor profesional como "estamento" y de los medios de comunicación como cuarto poder, un poder que podía ser igual o mayor al dinero. El autor simboliza una posición filosófica y política (l'ecrivain), los medios son ya gabinetes cuasi-ministeriales. La prensa de gran tirada es paralela a la revolución "Charpentier" en los libros: aparece el primer diario moderno, La Presse (1836), criatura de esa figura inclasificable llamada Émile de Girardin. También empiezan a aparecer formas de distorsión: la manipulación de la opinión pública, los despachos comienzan a ser "formadores de opinión" y se deslizan ya como agencias del estado. En Francia el gobierno puede regular sin problemas a la prensa a través del control financiero de su distribución o favoreciendo la diseminación de noticias importantes arbitrariamente (por medio de una agencia oficial, Havas). Ya en 1830, Carlos X vislumbró la importancia decisiva de controlar los nacientes "mass media": "La prensa periódica no ha sido, y no está en su naturaleza ser, más que un instrumento de desorden y sedición... Ella se ocupa de aflojar todas las líneas de obediencia y de subordinación, de destruir todos los resortes de la autoridad pública y de crearle obstáculos en todas partes..." Casi podrían ser palabras del presidente argentino Kirchner en sus embates contra la prensa escrita. Los medios se asumen como raison d'etat, como reconoce la brutal fórmula de Bismarck, que financiaba con lo que él llamaba Reptilienfond ("fondos para reptiles") diarios y campañas favorables al poder. Ni más ni menos que lo que sucede hoy con las pautas publicitarias estatales, noble mecanismo que ahorra el viejo gabinete de la censura decimonónica. Un gris funcionario de la Prefectura de París podía confesar en 1874 que "es frecuente dar mensualmente a cada diario una suma en relación con el número de lectores que tiene y de la influencia de que dispone, o mejor dicho: de la influencia que se le atribuye". Incluso muchas Agencias de Inteligencia tienen nóminas mensuales ya no a periódicos sino a periodistas individuales. Dreyfus es también es el nacimiento del "armado-edición" de prensa moderno: los editores profesionales seducen al público otorgando la mayor importancia a la diagramación y a la presentación material de los textos, distanciándose del modelo universal del libro y el folletín. Rápidamente se proponen títulos ilustrativos, litografías, fotografías. Zola y su artículo no hacen más que poner en evidencia esta revolución formal, impresionista, donde el artículo principal aparece organizado, con licencias gráficas y cuidadosa tipografía. Se reúnen varias columnas bajo un título común, estructurar la disposición de la página (en especial: la primera página y el margen derecho de lectura) en función de la importancia del artículo, "jugar" con el surtido de caracteres tipográficos para resaltar o no parte del texto de cuerpo, privilegiar la información (a la cabeza del periódico) en relación con las crónicas o el folletín. Se desarrolla toda una estética burguesa de la recepción. ¿El medio comienza a ser el mensaje? Un tercer elemento es el peso de los medios para fabricar la agenda política, lo que se llama "agenda-setting" (la redundancia que se produce empíricamente debido a la repetición de la misma comunicación). El efecto era movilizar (o desmovilizar, según el caso en el ciclo político) paralizando, o como afirma Enzensberger, los medios posibilitan movilizar manteniendo el feedback con el receptor al mínimo. En Francia, por otro lado, la resolución sobre la inocencia de Dreyfus, permitió que se asentara el "centro" político, el republicanismo moderado, que gobernaría con estabilidad hasta entrado los años '20 y cerrar un nuevo bloque nacional. Y, a su vez, las tendencias "antidreyfusardes" se fueron consolidando a fines de los '30, a través de escritores conservadores o de la nueva droit, como Henry Coston, Jean Drault (autor de
Histoire de l’antisémitisme), Léon Daudet o Louis-Ferdinand Céline. En Bagatelles pour un massacre (1937), Céline escribe: "le capitaine Dreyfus est bien plus grand que le capitaine Bonaparte. Il a conquis la France et l’a gardée" (Denoël, 1937, p. 199). Se cuestiona su inocencia y el proceso de re-habilitación. A la derrota de Francia en 1940, el régimen colaboracionista de Vichy elevará el "Antidreyfusismo" a verdadera Weltanschauung. El nombre de Dreyfus será borrado de libros y manuales escolares, incluso su acusador y cerebro del montaje, Du Paty de Clam, será restituido en su honor en 1944. En el mismo momento que la hija de Dreyfus, Madeleine Lévy, deportada en el ignominioso convoy 62 junto con 83 niños, muere en Auschwitz a la edad de 25 años.
Pero el "Affair" es, en primer lugar, el drama personal de la inocencia de un individuo, el capitán de logística Alfred Dreyfus, acusado de espionaje a favor de Alemania. El militar era un cursillista del Estado mayor francés, tenía en el momento de la acusación 35 años, estaba casado con la hija de un rico empresario joyero y padre de dos hijos. La sociedad francesa se dividió en quienes eran "dreyfusard" y quienes no. Camille Pissarro, Claude Monet, Paul Signac, Mary Cassatt y Marcel Proust (el background de su À la recherche du temps perdu es el conflicto del "Affaire Dreyfus") entre otros, componían el bloque a favor de su inocencia; en los "anti-dreyfusards" aparecían notables como Edgar Degas, Paul Cezanne, Auguste Rodin y Pierre-Auguste Renoir. Al perder su caso toda trascendencia para la prensa y los "dreyfusard" oportunistas, pasó al olvido. Pero Dreyfus continuó siendo el que siempre había sido: un soldado correcto pero muy ambicioso. Jamás se permitió ser manipulado por maniobras de políticos o montajes periodísticos. Después de un breve período de re-incorporación al ejército, renunció y paso a la reserva. Durante la Gran Guerra fue convocado al servicio activo y comandó con eficacia patriótica una columna logística de artillería pesada. Murió apaciblemente anónimo en 1935, siendo un anciano tranquilo, amable y pueblerino. Existe una exquisita anécdota recogida por Graham Greene y su hermano en el libro "The Spy's Bedside Book" (1957) (recomiendo su lectura). Durante los últimos años de su vida lo buscó para entrevistarlo un ex-combatiente y periodista de investigación inglés, Guy Chapman, quien lo encontró fumando pipa y jugando con pasión al Bridge. Sentado en una café, mientras conversaban del ascenso del fascismo en Alemania, se acercó un compañero de taberna quien le comentó a Dreyfus que un tal militar "X" había sido arrestado por espionaje a favor de los nazis, y, en seguida, comprendiendo su falta de tacto, añadió a forma de disculpa que seguramente era todo un montaje sensacionalista de la prensa. Dreyfus, sin dejar de mordisquear la boquilla de la pipa, comentó con mordacidad: "¡Oh, no sé! Después de todo, no hay humo sin fuego".

lunes, julio 03, 2006

Leggiamo Tronti? "Obreros y Capital" hoy

Había una vez un libro de culto, un libro de destino. Aquí la propia escritura y el texto tienen un carácter divino (como en la Antigüedad, donde había libros "celestiales", "sagrados", "litúrgicos"). Que se prestaba con recelo, que circulaba como un auténtico "Samizdat" entre los jóvenes del '68 italiano (como circulaban los textos de Daniel Guerin entre los franceses). Sólo lo conocíamos por referencias indirectas, citas oscuras o críticas desenfocadas que aumentaban nuestro apetito. Borges dice que las obras maestras suelen ser hijas del azar o de la negligencia. Este libro decisivo y secreto es fruto azaroso de la militancia política. Recuerdo el temblor cuando un editor de la mítica editorial Siglo XXI (que se había exiliado en México debido a la dictadura argentina) me prestó un ejemplar en italiano (¡la edición original de Einaudi de 1966!) para que lo fotocopiara en el día y se lo devolviera. El libro tenía un título enigmático: "Operai e Capitale". Obreros y Capital. No se trataba de una obra íntegra, sino una serie de artículos escritos entre 1962 y 1966. Su autor era un desconocido universitario, militante del PCI en la sección de Ostia (cerca de Roma). Como toda la nuova sinistra italiana de posguerra el libro surgió de una experiencia editorial y de intervención práctica que marco época: los "Quaderni Rossi" (Cuadernos Rojos, con el siguiente motto: "espressione di un lavoro teorico e practico di militanti impegnati nelle lotte sindicali e politiche del movimento operaio"). Producto de la maduración de una generación de militantes (y en especial del extraordinario Raniero Panzieri) el desarrollo de un nuevo marxismo crítico y abierto, capaz de realizar una condensación y síntesis de la rica cultura política del '56, la "altra linea". La nueva crítica se afirmaba en una superación del marxismo tercerointernacionalista (Kritik fuertemente anti-idealista y anti-historicista que intentaba una superación "classista" del estatalismo socialdemócrata y del capitalismo de estado stalinista) y un “ritorno a Marx” serio y filológico (el mismo Panzieri había sido editor en Einaudi y traductor del tomo II de “EL Capital”). La figura liminar de Panzieri amerita un artículo completo pero podemos decir que después de haber participado entre 1956 y 1958 en la experiencia del ala izquierda del PSI (con Rodolfo Morandi) había propuesto reformulaciones sobre una estrategia de controllo operaio en alternativa a las direcciones reformistas sindicales (tesis escritas con Lucio Libertini) para madurar hacia 1960 la necesidad imperiosa de una refundación de la política de organización del nuevo movimiento obrero. Influenciado por Della Volpe (pero también por intentos de sincretismo de la fenomenología con Marx de Giulio Preti) y su idea de reproponer al marxismo como análisis científico de la realidad. El mismo Tronti recordaba la fortuna de haberse topado en la Facultad de Letras de Roma con el marxismo de Della Volpe. No sólo Della Volpe, no sólo Roma: se leían y traducían trabajos de la nueva sociología del trabajo norteamericana, de revistas francesas como "Socialisme ou Barbarie" o "Pouvoir Ouvrier", textos ya canónicos como los de Daniel Mothé y su "Journal d'ouvrier" o experiencias prácticas como las de Cremona (primera co-investigación militante), en las que Danilo Montaldi intentaba desarrollar una nueva cultura política. El espíritu era una paradójica opposizione comunista al comunismo. Pero no era suficiente simplemente constatar la superioridad y autosuficiencia de los clásicos, se trataba de demostrar prácticamente el fundamento del nuevo marxismo no sólo recuperando el discurso del método sino traduciéndolo en intervenciones y conclusiones prácticas coherentes, eficaces. Los Q.R. se proponían no sólo romper totalmente con la ortodoxia, sino además superar los nuevos revisionismos (ideólogos del neocapitalismo, de la neutralidad de la técnica, del fin de la clase obrera) para logra una rilettura de Marx con la reconstrucción de nuevos instrumentos operativos. En la inédita revista colaboran militantes de partidos de toda la izquierda, como Romano Alquati, Alberto Asor Rosa, Dario Lanzardo, Massimo Paci, Antonio Negri (que venía de una experiencia católica), Mario Tronti, además de sindicalistas (Foa, Garavini, Pugno, Alasia). Las primeras divergencias produjeron en 1963, Alquati, Gasparotto y Gobbi fundarán “Gatto Selvaggio”, un volantone que describe las formas de las nuevas luchas y pone en cuestión los modelos sindicales. Una divergencia más profunda surge después del tercer número de la rivista: los miembros del llamado Gruppo Romano (entre ellos Tronti y Asor Rosa) que darán origen a otra publicación y a otro grupo político: "Classe Operaia". Las divergencias centrales eran entre Panzieri y Tronti; para el primero la centralidad es de las relaciones de producción y la crítica a la pretendida neutralidad del desarrollo científico-técnico (l'uso capitalistico delle macchine, como se titulaba uno de sus artículos más destacados que critica tanto al capital como a la URSS). Las relaciones de producción están siempre dentro de las fuerzas productivas. Las relaciones de producción son siempre, según Panzieri, relaciones de poder, por eso se las reclama como clave de lectura del nuevo conflicto social, de las recomposiciones de clase, del nuevo despotismo del capital y de las transformaciones en la forma del estado. ¿Cómo se las lee en su materialidad? Con un viejo método de la encuesta obrera empleado por Marx en 1867: la co-investigación militante (co-ricerca). La muerte imprevista de Panzieri (octubre 1964) acentúa la crisis de los "Q.R.", que sobrevive produciendo una serie de publicaciones (Cronache, Appunti, Lettere) que serán la vigilia del movimiento del '68. Decíamos que el Gruppo Romano lanzará, luego de separarse de los "Q.R.", un "giornale politico mensile degli operai in lotta", desarrollando muchas de las intuiciones panzierianas pero encuadradas en las coordenadas de la divergencia que Tronti tuvo en 1962. Ya en el ensayo "La fabbrica e la societá" está presente el núcleo teórico no sólo de la divergencia con Panzieri sino el alma de toda una corriente del futuro Operaismo: la clase obrera es el motor del desarrollo capitalista. Se invierte así las intuiciones de la metodología de los "Q.R.", mientras en Panzieri es el desarrollo capitalista el que determina la posibilidad de un nuevo nivel de luchas, para Tronti el desarrollo no es otra cosa que una funzione de la lucha obrera dentro del proceso productivo. En la editorial del primer número Tronti, el famosísimo artículo Lenin in Inghilterra, exaltará todavía más esta contraposición. Hemos visto (por la experiencia en "Q.R.") "primero el desarrollo capitalista, después las luchas obreras". Es un error, dice Tronti, el principio è invece le lotta de classe operaia. El desarrollo del capital se halla subordinado a las luchas, se despliega tras ellas y a ellas se debe el mecanismo político de la propia producción. La fuerza-trabajo nace históricamente homogénea sobre el plano internacional y esta homogeneidad es la que constriñe la forma de dominio del capital. El debate, aunque pareciera puramente académico, se daba sobre el intento de intervenir en la propia lucha de clases: la rottura politica en los "Q.R." se superponía sobre la lucha victoriosa de los trabajadores metal mecánicos (el mítico suceso de Piazza Statuto en julio del '62). En el balance del ciclo de luchas que había quebrado el nexo PSI/PCI-sindicato, emergen dos orientaciones: una, la del grupo de Panzieri, el éxito de los trabajadores no sólo confirmaba la incapacidad de la burocracia sindical oficial y sus métodos reformistas, sino señalaba una amplia derrota política de la clase obrera en su conjunto (por ejemplo: la lucha exhibía que ciertos elementos de conciencia política no están implícitos en la combatividad sindical, aún siendo esta altísima y extrema); la del grupo romano (con Tronti y Negri) por el contrario, la derrota sindical de la lucha ha determinado ya en los hechos (en especial en las grandes usinas, la FIAT) un verdadero salto cualitativo de la clase o mejor dicho: de su avanguardie de massa, que no comprende pequeños núcleos de trabajadores, sino la fábrica en su conjunto, con capacidad de guiar en la lucha, como objetivo consciente y organizado, respecto a lo cual elemento sindical es un mero pretexto. Mientras el grupo panzieriano retiene prioritario objetivos de trabajo más cautos y menos optimistas (que apuntaban a una recomposición política de la clase), Tronti retiene "en acto" la recomposición misma de la classe, incluso se ensaya una idea de rotura y revolución a corto plazo. Por supuesto que subyacían a la elaboración de las líneas afinidades políticas (Panzieri con el ala izquierda del PSI; Tronti con su propia militancia en el PCI), modelos teóricos y experiencias de militancia diversa: si el principio de todo es la lucha de clases y, en especial, si la "Arbeitskraft", la fuerza-trabajo es "ya" clase obrera, prescindiendo del lado material de sus organizaciones y del grado de desarrollo del estado y el capital, si el desarrollo político de la classe es el presupuesto teórico del modelo, todo se justifica. Es un círculo vicioso, una hipostatización de un Sujeto ideal: la classe es puesta como sujeto y se excluye todo lado objetivo, todo lo que no sea variable a sí misma, todo está "ya" puesto en el sujeto mismo y todo es como parte de su propia realización. Es un vicio neohegeliano, y ya Panzieri capto este sujeto ideal "ya" puesto como "è molto hegeliano, in senso originale, como modo nuovo di rivivere una filosofia della storia. Ma è appunto una filosofia della storia, una filosofia della classe operaia..." Lo que se extrae del discurso de Tronti es que el capitalismo vive sólo por autosugestión, concluía pesimista Panzieri. "Classe Operaia" inicia su publicación mensual en enero de 1964 con una redacción impresionante: Romano Alquati, Massimo Cacciari, Luciano Ferrari-Bravo, Mario Tronti y Antonio "Toni" Negri. Las colaboraciones son numerosas, con redacciones locales en Milán, Torino, Génova, Firenze, Mestre. Recordemos los nombres de Sergio Bologna, Enzo Grillo (traductor de los Grundrisse de Marx), Adriano Sofri. El propio equipo redactor funciona como centro de agregación política para un trabajo de intervención en la fábrica. Los artículos son en su mayoría anónimos. La atención principal es dedicada a la lucha obrera: análisis de las formas de lucha, categorías de participantes (metalúrgicos, textiles, etc.) participación del estado y de partidos políticos, balance de la lucha sindical, todo en números monográficos. La noción fundamental trontiana (prioridad teórica, histórica y política de la classe) impregna toda la revista, cuya experiencia política hará una parábola que parte de la idea de un conflicto de clase amplio y general para concluir con un repliegue que considera el “uso táctico” realista del viejo PCI. Tronti ya había invertido la vieja fórmula y reclamaba la estrategia como un hecho inmanente a la clase y que el partido es sólo instrumento de la táctica. Si inicialmente servía para justificar y explicar la madurez política de la clase obrera (toda hecha expresión en las luchas), apenas el grupo se encuentra con dificultades políticas en su intervención práctica, la misma sirve ahora para justificar un re-ingreso al PCI legitimado del propio “uso” táctico de los trabajadores comunistas. “C.O.” es una experiencia teórica y política singular, izquierdo-hegeliana, de un lado progresiva y muy de izquierda (con connotaciones de superar el leninismo); por el otro lado, involutiva y reaccionaria. Pero en sus contradicciones es el laboratorio de una elaboración de ruptura, de una creatividad en el retorno a Marx, la trontiana, acta de nacimiento del Operaismo moderno que surge como rara síntesis y punto de cristalización entre la cultura crítica del ’56, las lecciones teóricas de Panzieri, la nueva hermeneútica sobre los textos clásicos e incluso con acento neohegeliano. La experiencia “C.O.” no se reduce a Tronti: allí están los soberbios análisis sociológicos y de co-ricerca en la fábrica de Romano Alquati, primeros análisis de la composición y estratificación interna del proletariado (luego reunidos en otro libro mítico: Sulla FIAT e altri scritti); la serie de análisis sobre al formación de la ideología de la cultura de Alberto Asor Rosa, crítica ácida al inocente populismo de la cultura de izquierda (reunidos en el volumen Intellettuali e classe operaia); incluso Antonio Negri intentando expurgar los vicios ideológicos del trontismo. Alquati, recordando esta etapa, afirmaba que la diferencia fundamental de Tronti respecto al marxismo oficial era la valorización y énfasis cambiado de la más notable fórmula marxiana: el Doppel Charakter del trabajo. Recordemos que para Marx (en el tomo I de Das Kapital) el trabajo bajo el capital tiene un carácter bifacético, que genera movimientos antitéticos. El fetichismo del capital es una caja de Pandora con varias antinomias superpuestas, pero retenía Alquati, Tronti destacaba este doble carácter del trabajo colectivo como estratégico y medular, dándole incluso un énfasis más allá (o acá) de Marx. Era el encuentro inédito entre una nueva clase obrera y una nueva manera de entender la tradición clásica. El discurso sobre la autonomía de la classe nace de esta verificación (aunque sus raíces están en Morandi) de esa mercadería especial llamada “Arbeitskraft” y su potencial negatividad (su no-identificación con los procesos e instituciones del capital, quizá la más grande lección práctica del trontismo).
Lo cierto es que había nacido una nueva Tendenza político-teórica destinada a influenciar a toda la nueva izquierda, italiana o no-italiana. La más importante experiencia política, “Potere Operaio”, tendrá como texto sagrado nada más ni nada menos que el libro de Tronti: “’Operai e Capitale’ era la bibbia di Potere Operaio”, recordaba Greppi. Pero antes la propia “C.O.” sufrirá su propia rotura interna, un hilo rojo que atravesaba el problema de autonomía y nueva organización (=partido). Para Tronti el primer objetivo había sido evitar la socialdemocratizzazione del PCI, para luego recomponer adecuadamente la relación clase-partido, como lo señalaba en un número dedicado al tema del partido de clase (Nº 10-12). El slogan era “l’uso operaio del partito”. Y “C.O.” serviría no como germen de una nueva forma organizacional, sino una experiencia pedagógica de formación en contacto con la lucha real, de un gruppo dirigente, que podría luego fungir en la Gran Política, re-introducirse en el PCI (y la CGIL, la central obrera comunista) para darle sentido revolucionario con su relación material (ontológica) con la nueva vanguardia. Tronti recuerda que el motivo final de la ruptura fue está evolución no-intencional de la rivista, que se estaba transformando en un grupo alternativo, en un esbozo organizativo que enfrentaba y competía con la burocracia stalinista en todos los niveles. Rita Di Leo, la más trontiana con Asor Rosa, explicaba que pujaban dos almas en el grupo: una, que quería ayudar al PCI a recuperar su via regia con las luchas obreras; otros que consideraban a “C.O.” como una posibilidad de golpear y superar al PCI en un nuevo nivel. Sobre esta consigna se consumo la nueva escisión. La identidad entre soggetto sociale y el partido histórico (futura perspectiva de la “Autonomía de lo político” del tardo Tronti) ya estaba presente en la primera editorial. Ya Negri en dos artículos (Il comitati di classe di Porto Marghera; Operai senza alliatti) intentaba poner el peso sobre esta identidad pero apuntando hacía otro lado: sobre el comité de base señalaba sin titubeos que las bases y condiciones materiales de una organización están dadas. En otro artículo de 1965 (Lenin e i Soviet nella rivoluzione), aunque no entra de fondo en el debate demuestra que opone el Lenin “loco” de las tesis de abril al Lenin conservador y jefe de estado de Kronstadt y la NEP: ruptura de las masas frente a continuidad. Su búsqueda era radicalizar hacía la izquierda la hipostatización trontiana, mostrando una resistencia clara al nuevo discurso sobre las instituciones del movimiento que comienza a penetrar en los integrantes provenientes de la experiencia comunista. Para Negri la cuestión será otra: “¿Cuáles son las formas a través de las cuales la clase obrera internacional amenaza el desarrollo capitalista? Es éste el nuevo interrogante científico, el nuevo horizonte…”. La ruptura será inevitable, lo que dará forma a una nueva solución de compromiso, la revista “Contropiano”, creada bajo el impacto del mayo italiano del ’68, junto con Asor Rosa y Cacciari (solución que duró dos números) cuando Negri definitivamente opte por el Lenin “loco” anti-partido de 1917: “si el desarrollo sabe ser crisis, si sabe ser estado y violencia… entonces el antagonismo revolucionario de la clase obrera debe recobrar la primacía leninista del romper… romper, enseña Lenin, romper el eslabón más débil de la cadena” (Marx sul ciclo e la crisi; Contropiano, Nº2, 1968, siempre reconociendo la deuda con Tronti). Al final de este artículo la dirección de la revista publica un breve comunicado donde anuncia la renuncia de Negri al equipo editorial. Pero esta ya es otra historia…

Mientras Tronti realiza una autocrítica a su pecado de la época de los “Q.R.” que demuestra que la otra cara del idealismo del Sujeto proletario es la aceptación acrítica de la más vulgar empiria: la propia historia del PCI. Reclamando una nueva relación espontaneidad (classe)-organización (partito), Tronti abandona a Lenin en Inglaterra, mientras redescubre al viejo partido comunista en Italia. La Gran Mediación del partido leninista de cuadros es indispensable/irremplazable (ya está allí al autonomía de lo político de nuevo) y sólo un “uso operaio” (que no puede ser pacífico) puede re-establecer la tensión hacia la propia clase. La palabra de orden es que el PCI cambie su línea política, adquiera una cultura proletaria, liquide el populismo y se revitalice en un contacto prístino con la fabbrica. Ninguna crítica a la realidad material de las instituciones históricas: la separación entre activos y pasivos, su propia composición social, su naturaleza des-representativa, su metamorfosis burguesa en el estado de partidos, su separación estructural con el movimiento, la naturaleza alienante de la propia mediación política sans phrase. La crisis de las hipótesis trontianas y las resistencias internas se puede seguir sismográficamente en la periodicidad de la rivista: ocho números en 1964; cuatro en 1965, dos en 1966. El último número de “C.O.” sale en 1967: la objetividad material refuta toda su arquitectura neohegeliana, se verifica la importancia y fuerza de las instituciones históricas de la clase obrera, el valor y el espesor en la mediación de la política burguesa pero también el instinto de innovación y creatividad (ruptura) del nuevo movimiento obrero. No es casualidad que en el Poscritto a la segunda edición de “Operai e Capitale” (1971), Tronti manteniendo su coherencia teórica, descubre que la América política de ayer (la de los años ’30) será nuestro presente histórico de hoy. El “New Deal” es la demostración histórica de cómo una gran iniciativa capitalista es una gran victoria de los trabajadores. Roosevelt es el resultado, in positivo, de la supremacía de la lucha obrera. El Geist obrero puede y quiere desplegarse y encarnarse en cualquier forma; la Will zur macht proletaria se funcionaliza siempre persiguiendo sus propios fines, sin preocuparse de la materialidad de las relaciones de producción, de la naturaleza alienante del capital, del fetichismo de la mercancía. La classe, por definición, puede hacer un uso “in-mediato” de la Mediación (aunque suene tautológico). Embarazoso es seguir las ondas de los ciclos de lucha y las constantes traducciones/traiciones que intenta Tronti: la lucha explota en el ’68, y se mantendrá en el más alto nivel en Occidente hasta 1972, es como si su teoría, gelatinizada en el reflujo y pasividad obrera del 63-66, intentara salvaguardar intacto el ideal del Sujeto. Primero utilizará al propio Hegel (al Hegel más político, título de su libro de 1975); después intentará rescatar la pulsión populare de la revolución inglesa; luego participará del descubrimiento italiano del decisionismo de Carl Schmitt (Marx dopo Schmitt). Todo concluirá con la tesis que cierra toda una parábola: el Político (con mayúsculas, pero en modo particular el partido, que ya a esta altura puede ser incluso la socialdemocracia¡¡¡) es ya totalmente autónomo, de la misma clase obrera, de sus luchas, de sus subjetividades, de sus intereses y necesidades. Ahora la classe concede ella misma la autonomía al partido, liberándolo de la estrecha representación de sus intereses sectoriales, tratando a su propia lucha con autosuficiencia, como momento particular (¡dialéctica!) privado de importancia y que el Político puede cancelar. Ahora el partido puede ser indiferente, incluso oponerse a la misma lucha de clases, puede tranquilamente reprimir (ya lo hará el 7 de abril), porque él ya es, en todos los casos, la expresión (el Ausdruck hegeliano) más auténtica de la classe. Se inaugura la época del ingreso en el Político de las nuevas fuerzas sociales, realizando un doble salto mortal sobre la alienación de la forma representativa burguesa y la reducción de la política al profesionalismo del estado de partidos… Un largo camino ha llevado a Tronti de la autonomia operaia a la autonomía del político, por lo que deberíamos tomar seriamente la matriz filosófica-política (que algún lector atento como Sbardella o Meriggi han definido como de naturaleza idealística `a lá Gentile, actualística y neohegeliana). Muchos creen que la actual posición política de Tronti es una contradicción con sus posiciones de “Operai e Capitale”; otros simplemente coherencia y continuidad. Como sentenciaba Negri, aunque “Quaderni Rossi” y “Classe Operaia” fueron un salto elevadísimo en la teoría, hoy son ilegibles para nosotros y la propia militancia. Se encuentran demasiado situados, demasiado determinados, demasiados ligados a la figura del trabajador fordista de la FIAT. Sin embargo, leggiamo de nuevo a Tronti aunque sepamos que el rojo que se avecinaba en sus textos no era el del amanecer sino el del crepúsculo de una figura social.